A la mañana siguiente Robín estaba tomando su desayuno. Estaba pensando en como iba a abordar el plan. Aquella tarde lo pondría en marcha.
Terminó su café y se dirigió a su despacho a leer el diario.
Estaba leyendo una crónica policial sin poder concentrarse demasiado en lo que leía. Terminó por desistir, dejó el periódico sobre la mesita auxiliar y salió con grandes zancadas del lugar.
Se sentía impaciente. Decidió salir a tomar un poco de aire, despejar la mente.
Durante el recorrido por el jardín imaginó varias posibles estrategias, pero las desechó a todas.
Sin proponérselo comenzó a pensar en Anna. Extrañaba pasar cada día con ella como lo hacía cuando tuvo que guardar cama. Si Clair había sido capaz de contratar a alguien para lastimarla ¿De qué más sería capás? Sintió rabia acumularse dentro de él. Debía ponerle un alto enseguida antes de que fuera demasiado tarde.
Volvió a su despacho a toda velocidad, agarró tres papeles, una pluma y tinta. Escribió tres notas una para Anna, otra para Clair y finalmente la última para Maurice.
Estaba decidido, acabaría con aquello de una vez por todas.
Luego de pasarle secante, las dobló y les puso su sello lacrado.
Mandó a llamar tres mensajeros con ordenes de llevarlas de inmediato.
Anna, se encontraba en el saloncito leyendo Byron, mientras su hermana y su madre se dedicaban al bordado.
El bordar era una labor que no se le daba bien. Había intentado cuando era más chica bordar una flor en un pañuelo puesto en su bastidor, pero había sido un desastre. Había terminado por desistir de hacer otros intentos.
Mientras leía, Philip tocó a la puerta y esperó a que le dieran permiso de entrar. Una vez que lo hizo, le tendió una bandeja con la nota del marqués.
-Madre, más tarde debemos ir a la residencia de lord Henderson y pide que le avises a Frederick que vaya. -Dijo Anna dirigiéndose esta vez a su hermana.
-Ya le estoy mandando una nota.
-Me cambio y más tarde vamos. -Dijo su madre que ya estaba de pie.
Clair, se encontraba en su pequeño jardín, en la casa que le alquilaba su amante. En tan solo unos meses debería abandonar el lugar. Consideró la idea de engatusar al marqués una vez más para que la volviera a aceptar. El amante con el que había huido años atrás, se había malversado su herencia en ostentosos lujos, regalos para ella, en apuestas y malas inversiones. Ya no le quedaba casi fondos en el banco y las deudas eran cada vez más grandes, ya era hora de cambiar de rumbo. Sus garras estaban intentando aferrarse al marqués de Winchester, pero esta vez no haría el papel de amante, sino que se casaría con él.
Mientras estaba recogiendo unas flores para un jarrón sonó el timbre de entrada.
Al abrir la puerta, se encontró con un mensajero que traía una nota de la persona que había estado ocupando sus pensamientos tan solo unos minutos atrás.
Cerró la puerta, se dirigió apresuradamente a un estante y agarró el abre cartas. Una vez que desdobló la nota la leyó.
"Clair, a las cuatro pm. te espero en casa, necesito hablar contigo."
Robín.
Clair volvió a doblar la nota. Sentía una mezcla de recelo y alegría. Esta era la oportunidad que estaba esperando y no la iba a desaprovechar. Al fin terminaría con esta vida. Ya no tendría que pensar que cuando se le terminara la pasión a su amante por ella debía salir corriendo en busca de otro que la mantuviese.
Pronto sería la esposa del Marqués de Winchester, pronto sería marquesa.
Fue a su cuarto, se colocó las medias de seda con ligas, las enaguas y por último eligió un vestido color marfil con un escote sumamente sugestivo sin dejar nada a la imaginación.
Luego de echarse un poco de perfume salió a la calle a buscar un coche de alquiler.
Veinte minutos después, entraba Charles por la puerta del estudio anunciando a Clair.
-Hola, Amor, ¿Cómo estás? -preguntó Clair arrojándose a sus brazos.
-Bien y ¿Tú Clair? -preguntó indiferente Robín tomándola por la cintura y alejándola un poco.
-Bien, gracias. Ya me preguntaba yo cuando me invitarías.
-Lo siento, he estado bastante ocupado. -Se excusó Robín.
-Como sea, de todos modos estoy aquí ¿No?
-Por supuesto ¿Te puedo ofrecer algo de beber? ¿Té, café? -le ofreció Robín ocultando su malestar.
-Té esta bien, gracias. -Respondió Clair con una sonrisa.
Robín ordenó que les trajeran el té y permaneció callado.
-Me mandaste a llamar, - dijo Clair aceptando la taza con el líquido humeante que le tendió Robín- ¿En qué puedo ayudarte?
-Te mandé a llamar por qué necesito decirte que aún siento cosas por ti, pero antes solo quiero saber una cosa, así podremos empezar a mostrarnos en público.
-Dime, ¿qué quieres saber? -Dijo Clair dejando la taza de té a un costado.
-¿Con quién huiste cuando nos íbamos a casar? -preguntó Robín seriamente.
-¿Por qué quieres saber? -preguntó Clair alarmada.
-Por qué es importante para mi saberlo.
-Pues verás... No es alguien importante, de verdad, créeme. -Trató de eludir la pregunta.
-Dime el nombre Clair. Necesito saberlo.
-Se llama... -intentó decir un nombre cualquiera. Sabía que si le decía con quien había huido ponía su vida en riesgo -Se llama Walt Finch.
-Bueno. -Sabía que estaba mintiendo- Hasta que haga unos arreglos quédate en donde estás viviendo, luego te vendrás a vivir aquí y en cuanto a la hija del señor Brighton, tenias razón, no me atraen las vírgenes.
-Oh, Robín sabía que ibas a entrar en razón. Gracias, es muy amable de tu parte. -Contestó poniéndose de pie- Debo marcharme, se hace tarde ya.
-No te preocupes, ahí le digo a mi cochero que te lleve hasta tu casa. -Le ofreció.
-Eres adorable amor. -Se puso de puntillas de pie, le dio un beso en los labios y se marchó.