Robín se quedó pensativo, ¿Por qué le había mentido? ¿Aún mantendría contacto con la persona que huyó tantos años atrás? No estaba seguro, pero si de que pronto lo averiguaría todo y terminaría con esto.
Media hora más tarde, Maurice Berret tocaba el timbre.
-Señor ha llegado el señor Berret. -Anunció Charles- ¿Lo hago pasar?
-Si Charles, lo estoy esperando. -Contestó Robín.
-Hey Maurice. -Saludó Robín- ¿Cómo estás?
-Hola, Robín. -Le devolvió el saludo- Me mandaste a llamar, ¿Qué puedo hacer por ti?
-Hace un rato vino a visitarme Clair, y estuvimos hablando. -Robín fue al grano.
-¿De... qué... hablaron, si se puede saber? -preguntó Maurice intentando no sonar alterado.
-De que quería volver con ella, pero que antes que nada quería saber el nombre de la persona con la que huyó cuando nos íbamos a casar.
-¿Y... Qué te dijo? ¿Te dio algún nombre? -preguntó Maurice, de pronto se sintió como un león enjaulado.
-Si, me dio tu nombre, -mintió Robín, rogando que diera resultado el plan- me dijo que la persona con la que había huido fuiste tú.
-¿Qué? -preguntó Maurice sin poder creerlo. Aquella maldita bruja le había contado todo. De seguro también le habría contado que aún eran amantes. Aquella mujer interesada la pagaría caro.
-Lo que oíste. -dijo Robín rogando por qué cayera en la trampa.
-Lo... lo siento... yo... te debo una disculpa. -Se rindió Maurice.
-¿Por qué? Eras mi mejor amigo, sabías que la amaba con mi vida.
Robín hacía años que no sentía nada por Clair, pero le dolía que su propio amigo lo haya traicionado de aquella manera.
-Ella fue quien me buscó. Yo al principio no quise, pero me terminó convenciendo. Me dijo que ella siempre me había amado. Yo pensé que era verdad y le propuse de huir juntos.
Robín se puso cada vez más tenso a medida que iba contando todo lo sucedido.
-Ya está. -Dijo Robín- No hace falta que expliques más. Ahora que lo pienso fue por eso llegaste justo a la iglesia aquel día.
-Lo siento, pero sí. -Le confirmó Maurice.
-De acuerdo. -Dijo Robín- Creo que eso es todo.
Maurice se sentía impotente, no podía creer que lo haya traicionado. 《De seguro lo hizo porque sabe que yo ya no puedo darle todos los caprichos que quiere.》 pensó.
Al terminar de confesar todo, Maurice se levantó y se marchó.
Robín se tiró en el diván. Todo aquel viejo escándalo había llegado a su fin, ahora no había motivos para no ser feliz con la persona que él realmente amaba.
Cuando Anna y los demás llegaron, el mayordomo los guió hasta el estudio.
A medida de que Robín les contaba lo que había hablado con los dos, Anna había sentido náuseas, deseaba agarrar a Clair y echarla a patadas de allí, deseaba poder haberle dicho que mantuviera sus garras lejos de él. Pero no podía, sabía que si hacia eso echaría por tierra todos los planes de Robín y ya no podrían ser felices.
-Estaba mintiendo. -Sentenció Robín- No sé por qué, pero sé qué mentía. Hasta que Maurice me contó todo y mis sospechas fueron acertadas. Él y Clair son amantes desde entonces.
-Por suerte salió todo bien. -Dijo Anna agradeciendo a Dios en silencio.
-Si cariño, ha salido todo bien. Te amo Anna. -Dijo Robín dándole un beso cariñoso en su mejilla.
Anna sintió pena por Robín, no entendía como podían haberle hecho algo así. Él era el hombre más bueno y cariñoso que había conocido después de su padre.
Luego de tomar la merienda junto a Robín, Anna y el resto se marcharon para prepararse para la noche.
Maurice al salir de la residencia de Robín, se dirigió a toda prisa hacia su casa, tomó el revólver del cajón del escritorio en su estudio y volvió a salir. Estaba hecho una fiera.
La bruja lo había traicionado y gracias a eso y haberle llevado la corriente, había hecho que perdiera la amistad con el marqués. Para colmo de males estaba en bancarrota, subsistía gracias a los casos que tenía como abogado. Si no le hubiese comprado tantas joyas, ni tuviera sus vicios, hoy estaría económicamente bien.
Se puso a pensar detenidamente en Clair, ya no la amaba ni sentía nada por ella, es más, ya empezaba a ser un estorbo. Cuando las cosas habían comenzado a andar mal entre los dos, le había alquilado una pequeña casa en la ciudad. Al principio iba seguido, pero de un tiempo para acá iba de vez en cuando. Solamente cuando necesitaba liberar tensiones. Estaba decidido a cortar toda relación con Clair.
Al cabo de veinte minutos se encontraba ante la puerta de la casa de Clair. Toco timbre insistentemente.
Cuando Clair le abrió la puerta, él entró hecha una tromba descargando toda su furia y frustración contra ella.
-Maldita bruja. -Le gritó- Le has contado todo. Me has delatado.
-Cálmate Maurice. -Dijo ella aterrorizada- Yo no he dicho nada, no sé de que hablas.
-Si sabes. Hablaste con Robín de que tú y yo nos fugamos. -Le volvió a gritar- La pagarás, juro por Dios que la vas a pagar.
-No, por favor. Te lo suplico. -Sollozó ella.
Mientras él avanzaba, ella retrocedía. En sus ojos se podía leer el terror que sentía por dentro.
A medida que retrocedía llegó a un punto en que chocó contra una cómoda y se dio cuenta de que estaba acorralada, buscó algo con lo que lo pudiera golpear y hacia un costado había un caballo de bronce, era uno de los tantos regalos que él le había hecho.
Estaba por correrse, cuando él se abalanzó sobre ella y con sus manos la tomo por el cuello. Se lo apretó con todas las fuerzas.
Clair sentía como se iba quedando sin fuerzas. Luchó con las últimas que le quedaban, logró agarrar el caballo y se lo estrelló contra el costado de la cabeza. Sintió que el apretón del cuello se aflojó. El cuerpo de Maurice se hallaba tendido bocabajo en el suelo inconsciente. Se apartó, y fue a preparar una maleta, debía huir de allí. Cuando estaba por llegar al final del pasillo, Maurice le obstruyó el paso y sin decir una palabra, sacó el revolver y disparó sin pensar. El cuerpo de Clair se desplomó como una torre de naipes.