Amor eterno

~Capítulo46~

Luego de que ambos alcanzaron la cima, Robín rodó sobre su costado, los tapó a ambos y abrazó Anna por atrás atrayéndola más hacia él. Le dio un tierno beso en el hombro.

Anna se giró en sus brazos quedando de cara a él.

-¿Estás bien? ¿Te he hecho mucho daño? -preguntó Robín dejando ver que se encontraba preocupado.

-Estoy bien mi amor. No me dolió demasiado. -Contestó Anna dándole un breve beso.

-Perdón, es qué eres tan estrecha... Que yo... -Dijo Robín angustiado- No puede detenerme.

-Y yo no te lo hubiese permitido. Te amo Rob. Para mí fue un momento perfecto. -Dijo Anna besándolo una vez más.

-Te prometo que no te dolerá más amor. -Dijo Robín dándole un beso en los labios de la muchacha sintiendo como su cuerpo se excitaba una vez más.

Después de varias horas, ya entrada la madrugada, ambos cayeron dormidos uno en brazos del otro.

Anna se despertó desorientada, sin saber donde se encontraba, quiso levantarse, pero sintió que algo la aprisionaba contra el colchón. Al girar la cabeza vio que Robín se encontraba tendido boca bajo con un brazo rodeándola. Se apartó lentamente de él para que no se despertara y comenzó a vestirse a toda prisa.

-¿Ya te vas amor? -preguntó Robín recostado.

Anna pegó un respingo mientras intentaba sujetarse el vestido.

-Casi me matas del susto. Si, debo irme. No quiero que mis padres se preocupen.

Anna se acerca a donde esta Robín y logra ver la prueba de que perdió su virginidad. Al levantar la vista hacia él se ruboriza.

-Es normal cariño. -La tranquiliza Robín- Es solo la primera vez.

-¿Sucede algo? -pregunta preocupado una vez más al ver que Anna se queda callada- ¿Te has arrepentido?

-No amor, todo lo contrario. Quiero agradecerte por mostrarme que se pueden alcanzar las estrellas.

- De nada cariño mío. - Contestó Robín vistiéndose a toda prisa - Te acompañaré así le digo al conductor que te lleve a tu casa.

-Gracias amor. -Contestó Anna y ambos bajaron las escaleras aún no había despertado el servicio.

Cuando la joven se fue, Robín volvió a su habitación. Se desvistió y volvió a tumbarse en la cama abrazando la almohada la cual contenía el aroma de Anna y se volvió a quedar dormido.

Anna llegó a su casa y entró por la puerta de atrás sin hacer ruido. Cuando llego al comedor comprobó aliviada de que aún no se había levantado nadie. Subió las escaleras sin hacer ruido, cerro la puerta de su habitación de igual manera y despues de quitarse el vestido por segunda vez, se dirijo a la cómoda donde había una palangana y un jarrón con agua limpia y se lavó los restos de la noche de amor compartida con el marqués.

Se puso un camisón de lino blanco y se acostó para recobrar algo de energía.

Robín se despertó tarde después de acompañar a la joven hasta los establos para darle al cochero las indicaciones para que la llevara a su casa. Se había quedado en la cama recordando lo que había tenido lugar tan solo unas horas atrás en ese mismo lugar, aún la almohada contenía el aroma a rosas tan característico de ella. Al recordar el cuerpo esbelto de la joven contra el suyo logró que sintiera un tirón, aquella hechicera de ojos azules estaba logrando que se volviera loco. Apartó de mala gana los recuerdos de su cabeza y apartando las sabanas se comenzó a vestir luego de higienizarse. Bajó a desayunar sintiéndose después de mucho tiempo sin preocupación alguna.

Cuando llegó al comedor, fue hasta el aparador a servirse café, necesitaba despertar. Mientras sorbía un trago tomó el periódico, comenzó a leer las noticias hasta que llegó a la sección policial.
Leyó los avances sobre el caso de Clair. Los investigadores aseguraban que fue un crimen pasional. Habían buscado pistas en la casa de la mujer y descubrieron que estaba a nombre de Maurice Berret, un renombrado abogado. Según parecía, ellos mantenian una relación. Entrevistaron a su secretaria, pero no pudo brindarles demasiada información, ya que no había ido al estudio en todos esos días y había tenido que cancelar todas sus citas con los clientes. El culpable aún estaba prófugo, las autoridades sospechaban que no habría salido de la ciudad ya que tenían todas las salidas interceptadas. Sería solo cuestión de tiempo para que lo encontraran.

Robín volvió a doblar el periódico y apuró lo que le quedaba de café. Se dirigió al vestíbulo, tomó el abrigo que le tendía Charles y se dirigió al parlamento.

Anna, se despertó sintiéndose distinta, ya no era una niña y el cuerpo se lo hacía recordar, cerró los ojos y con un dedo dibujó el contorno de sus labios recordando los besos que le había dado Robín. Al recordorar las horas pasadas junto al marqués hizo que se ruborizara. Apartó las mantas y se levantó, aún sentía una molestia allí donde la había marcado a fuego, se vistió y se miró al espejo. Por fuera no había cambiando nada, pero en su interior habían cambiado demasiadas cosas. Si, definitivamente ya no era una niña.

Despues de observarse en el espejo y comprobar que todo estaba en su lugar, bajó las escaleras y fue derecho al comedor. Mientras se servía café y algunos bollos, escuchaba lo que iba contando su padre.

-Entonces está confirmado. El que la mató a Clair fué Maurice Berret, Robín estaba en lo cierto. -Dijo Anna.

-Todavía falta que lo encuentren y que declare, pero es mero formalismo. -Dijo el padre dejando el periódico a un lado para tomar su café.

-Si no hubiese sido él no tendría por que huir. -Dijo Anna.

-Le ganaron los celos. -Dijo Lucy especulando.

-Los vecinos escucharon que discutían y luego hallaron una maleta junto al cuerpo de ella, según lo que publicaron. -Dijo Anna- Quizás venía meditando abandonarlo debido a que el señor Berret se gastó toda su fortuna.

-Puede ser, es una teoría. -Concedió el padre- Igual hay que esperar a ver que dicen las autoridades.

-Dios quiera que se resuelva todo esto pronto. -Dijo Constance.




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