Amor eterno

~Capítulo48~

Robín traspuso la puerta y se encontró con un largo corredor en penumbras.

Se acercó a la primera puerta, pero no se escuchaban ruidos, se acercó a la siguiente y obtuvo el mismo resultado.

Siguió caminando y de la tercer puerta le llegaron dos voces una femenina y otra masculina. Ambas las reconoció de inmediato, se trataban de Anna y Maurice, ¿Qué querría Maurice con Anna?

Apoyó la oreja en la puerta y notó que Anna estaba llorando, la ira comenzó a invadirlo, mataría a ese mal nacido por hacerle eso a la persona que más le importaba.

-¿Qué cantidad quiere? -preguntó Anna largando las lágrimas que había estado reteniendo. Ojala la hubiera visto alguien para poder pedirle ayuda.

-Quiero doscientas mil libras.

-¿Qué? es mucho dinero. -Respondió la joven.

-No me interesa. -Gritó el hombre- La otra bruja lo único que tenía que hacer era engatusar al estúpido de Robín, pero no, ella había intentando huir dejándome en banca rota. Pero logré detenerla antes de que me abandonara. Yo realmente la amaba, por eso la maté.

Anna al escuchar eso se dio cuenta de que quien la había arrastrado hasta ahí era nada más y nada menos que Maurice Berret.

Robín siguió escuchando la conversación y decidió entrar. Giró el picaporte sin hacer ruido, cuando la abrió, vio a Maurrice de espaldas.

Entró con cuidado haciéndole señas a Anna de que le siguiera la corriente y ésta obedeció. Cuando Robín desvío la vista vio que a un lado había un atizador de brazas del hogar, lo tomó y lentamente lo levantó.

Maurice notó que Anna desvío la vista hacia algo que le llamó la atención detrás de él, cuando se estaba girando lo vio a Robín.

-Pero que demo... -Maurice no logró terminar la frase ya que Robín le propinó un fuerte golpe en la cabeza logrando que se desmayara.

Se agachó y tomó rápidamente la pistola y lo apuntó.

-Anna, ve rápido a buscar a tu cuñado y dile que venga, busca a un mozo para que mande a llamar a Colling el policía que nos interrogó, que le avise que tenemos al señor Berret.

Anna salió de su trance y fue a hacer lo que le encomendó.

Cinco minutos después entraban por la puerta Frederick y el dueño de casa.

-Blair, te pido disculpas por todo el bochorno. -Dijo Robín ayudando a Frederick a sentar a Maurice que aún se encontraba desmayado.

-No se preocupen, es un alivio que haya aparecido, ahora todos estaremos tranquilos y sobre todo tú Henderson.

-Si, por suerte ya no podrá lastimar a más jersonas. -Respondió Robín luego de examinar a Anna y cerciorarse de que no tenía ningún rasguño, sino de lo contrario habría matado al maldito bastardo con sus propias manos.

-Buenas noches, señores. -Dijo Colling junto a otros dos policías.

-Por fin a aparecido el señor Berret, le espera una larga estadía en Newgate.

Robín agarró a Anna de la mano y la arrastró por el corredor hasta una puerta balcón que daba al jardín, ambos la traspusieron y comenzaron a caminar por el jardín dando toda la vuelta hasta quedar cerca de los ventanales que daban al salón.

-¿Estás bien amor? -le preguntó Robín con un nudo en la garganta.

-Si Rob. Tuve mucho miedo de perderte. -Contestó Anna angustiada.

-Ya esta cariño, ya nadie te podrá hacer daño. Ya todo lo malo ha pasado. -Respondió Robín poniéndose tenso una vez más al recordar que el maldito la tenía apuntando con una pistola ¿Y si le hacía daño? No soportaría perderla.

-Quería que te pida dinero para saldar sus deudas.

-Se que tiene una deuda de doscientas mil libas, hoy a la mañana fui hasta lo de mi contador y me dijo de que eran. Pero ya esta, no puede hacerte nada ya.

-Temí perderte Rob, eres lo que más quiero y haría cualquier cosa con tal de verte sano y salvo. -Dijo Anna sin poder contener las lágrimas.

-Lo sé cariño, lo sé. Lo único que me importa es que no te hizo daño. -La tranquilizó.

-Por favor, Rob, llevame a tu casa, contigo. -Le pidió Anna.

-Mmmm, bueno, esta bien. -Contesto Robín luego de pensarlo un momento.

-Yo le avisarle a mi madre que me retiro antes. -Le dijo Anna.

-Bueno, te espero en mi carruaje como ayer.

Al entrar Anna buscó a su madre.

-Madre, me retiro a descansar, lo de hace un rato me tiene mal. Cuando llegues a casa te voy a pedir el favor de que no entres a mi cuarto así puedo descansar.

-Por supuesto hija, ve tranquila. -Le contestó Constance.

-Hasta mañana Ma. -Dijo Anna sintiéndose fatal por mentirle de esa manera, pero era la única forma de poder escaparse de ahí con Robín.

Diez minutos después Anna y Robín se ponían en marcha por las calles de Londres con destino a la residencia de éste.

Cuando llegaron Charles les abrió la puerta y a Anna se le tiñeron las mejillas de rojo al pensar que el mayordomo pudiera reprobar aquel comportamiento, pero para su sorpresa no dijo ni dio a entender que le hubiese escandalizado.

Robín la tomo de la mano una vez más y la guió hacia su cuarto.

Una vez que entraron, quedaron totalmente solos, Robín se acercó a ella con sigilo y comenzó a besarla, primero tiernamente, como si quisiera detener el tiempo y después con más ímpetu introduciendo su lengua en las profundidades de la boca de la muchacha, mientras el recorría su cuerpo con las manos y ella le enterraba las manos en su pelo desordenándoselo.

Una vez que se desvistieron se metieron en la cama e hicieron el amor como si fuera el último día de sus vidas.

Una vez saciados uno del otro, Robín la atrajo hacia su costado abrazándola por la cintura. Anna se durmió casi de inmediato sintiendo como la respiración de Robín de apoco volvía a ser regular.

Se encontraba en un cuarto en penumbras, una sombra le apuntaba con un arma. Le hablaba con una voz gruesa y le exigía plata o la mataría, cuando vio que ella desviaba la vista hacia Robín la sombra se dio vuelta y disparó el arma.

 




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