Amor eterno

~Capítulo 3~

Si bien estaban los ventanales que daban al jardín abiertos y corría algo de brisa, dentro hacia bastante calor.

-El aire está bastante viciado, -comentó Robín a su amigo- creo que iré a la terraza, ¿vienes?

-En un rato te alcanzo, tengo que hablar con el señor Brighton de unos asuntos. -Contestó Maurice Berret.

-Como gustes. -Respondió Robin, y sin más se dirigió hacia la terraza.

Anna y Chloe iban tan enfrascadas hablando de Jona, que no vieron que se aproximaba el marqués.

De pronto, Anna se chocó contra una pared de camisa blanca y traje negro. Entretanto intentaba ver contra quien había colisionado, sintió unas manos ciñéndose sobre su cintura ayudándola a mantener el equilibrio. 

Cuando subió la vista para pedirle una disculpa a la persona por no ver por donde iba, se encontró con unos ojos azules imposibles de pasar inadvertidos. La respiración de Anna se interrumpió y su pulso se aceleró al ver aquellos ojos, sus mejillas se tornaron de un rosado intenso por la vergüenza al darse cuenta que se le había quedado mirando. 

-¿Se encuentra bien señorita, se ha hecho daño? -pregunto Robín.

-Me encuentro bien, gracias. -Contestó Ana saliendo del trance- Le ruego que me perdone señor, ¿está usted bien? -se disculpó Anna despegando su vista y haciendo una reverencia una vez que se soltó del apretón, sintiendo la pérdida de calor allí donde antes había tenido apoyada la mano del desconocido - no vi por donde iba, debí estar más atenta.

-No se preocupe señorita, me encuentro perfectamente bien, la culpa ha sido enteramente mía, no fue mi intención interceptar su camino. - Respondió Robín divertido- Por la cantidad de gente que se ve, la fiesta ha sido todo un éxito. -Replicó amablemente. 

-Muchas gracias, señor... -Anna volvió a hacer una reverencia a modo de agradecimiento.

-Pero que descuido el mío, no nos hemos presentado. Soy Robín Henderson. -Se presentó. Anna tragó saliva con algo de trabajo.

-¿U...usted es Robin Henderson? ¿Usted es el ma...marqués de Winchester? -preguntó tartamudeando mientras se ponía algo pálida de repente y sintiendo como se le volvían a poner las mejillas de un rojo intenso al recordar la forma en que tropezó con él.

-El mismo, debo admitir que mi traje no cubre muy bien quien soy. -Comentó Robín animadamente disfrutando de la incomodidad de la joven.

-Me llamo Annabet Brigthon, pero puede llamarme Anna. -Dijo algo avergonzada aún- Espero no haberle hecho mal señor. -señalo mientras bajaba la vista al piso.

-No hay de que preocuparse Anna. -Anincio Robín, mientras Anna volvía a levantar la vista.

-Espero que esté pasando un momento agradable. -Dijo mirándolo sin parpadear.

-Si, la verdad que sí. -Contestó con una sonrisa sincera- A propósito, felicitaciones por su presentación. -Dijo, mientras sonreía como un chiquillo sin saber aún muy bien por qué, algo que le molesto internamente sin dejar a relucir su malestar consigo mismo.

-Muy amable de su parte señor, y gracias por haber venido. -Dijo Anna mientras le dedicaba una sonrisa. 

-Por favor, llámame Rob y el placer ha sido todo mío. -Dijo Robín- No quiero importunarla más, ya la he monopolizado por bastante tiempo y supongo que debe seguir atendiendo a sus invitados. -De pronto había sentido una opresión en el pecho por la necesidad de alejarse.

Dicho esto, se despidieron con sendas reverencias y cada cual siguió su trayecto.

Chloe, mientras veía la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, tuvo que reprimir una risa que pugnaba por salir de su boca, jamás la había visto a Anna tan mortificada como en ese momento.

-¿De qué hablaban tú y el marqués? -quiso saber Chloe.

-De nada importante. -Contestó Anna- Solo de la fiesta y los invitados después de pedirle una disculpa.

-Tenderías que haberlo visto, no podía despegar su mirada de ti. -comentó Chloe divertida.

-Nada que ver, solos son impresiones tuyas. -Respondió recordando la escena vergonzosa que había tenido lugar momentos atrás- Ahora si no te importa, quiero ir por los ponches, estoy muriendo de sed.

Se acercaron a la mesa sin que ocurriera otro incidente y se sirvieron un vaso para cada una.

Robín salió a la terraza por uno de los ventanales, adentro hacia un calor asfixiantes o eso le padeció. Intentando volver en si, se puso a observar a las parejas paseando por los jardines alumbrados por la luz que arrojaban las velas en el salón. Eso le recordó el episodio con Annabet Brigthon, que había tenido lugar hacía solo unos momentos atrás.

Recordó sus ojos de un azul parecidos a los zafiros, sus rubios cabellos semejantes a los rayos del sol y su piel pálida parecida a la seda.

Recordó como a ella se le había acelerado el pulso, casi imperceptible, en la base del cuello apenas fijó sus ojos en él. Por último, fijó la vista en sus manos, recordando con qué facilidad le había ceñido su cintura sin ningún problema, esto provocó que se le tensara cada músculo de su cuerpo.




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