Amor eterno

~Capítulo 5~

Al llegar, el cochero aparcó el carruaje y ayudó a las damas a descender del coche.

Como era habitual, ambas mujeres se reunieron con Chloe y su madre y emprendieron el recorrido.

No habían llegado a la mitad del recorrido, cuando Anna clavó la vista en un jinete que le llamó la atención, este estaba a lomos de un semental, observando a las demás personas que allí se encontraban.

A medida que ella y Chloe avanzaban, logró reconocer a la persona.

Sin querer el destino los había vuelto a cruzar.

Mientras Robín dejaba que el caballo recuperara el aliento debido al galope, vio que alguien lo observaba detenidamente, cuando logró divisar quien era y su mirada se cruzara con la de Anna, encaminó su caballo hacia donde se encontraban el grupo de mujeres, maldiciendo por lo bajo al destino que no lo ayudaba.

Al llegar, descendió del caballo, y saludó a las dos mujeres con sus hijas que salían a su encuentro. Que se lo tragara la tierra, por estas cosas no quería ir al parque tan tarde, para tener que evitar este tipo de cosas.

-Buenos días señoras, señoritas. -Dijo haciendo una reverencia.

-Lord Henderson, que gusto verlo por aquí. -Dijo sonriente la madre de Anna- Déjeme presentarle a Lady Bincent y a su hija, la señorita Chloe.

-Un placer. -Comunicó algo tenso, haciendo una reverencia la cual ambas damas correspondieron con una sonrisa.

-Y ella es mi hija menor Anabbet. -Esta hizo una reverencia.

-Si, lo sé. Ayer tuve el agrado de tropezar con ella. -Contestó Robín, dándole a entender que aún recordaba lo de ayer.

-A si, algo me comentó Anna. -Dijo la madre.

Anna algo apenada todavía, desvío la vista para que Robin no percibiera lo mal que se sentía aún por haberlo chocado.
Robín sonrió divertido.

-La verdad es que la culpa fue mía, yo sin querer me interpuse en su camino justo cuando estaba por pasar. -No se le pasó por alto que aún se sentía apenada.

-¿Cómo te encuentras Anna? -quiso saber Robín, dirigiéndose a la causante de su tortura mental.

-Bien, muchas gracias, señor. -Respondió percibiendo un sutil aroma a almizcle confinado con el olor a cuero de la montura.

-Yo... -Comenzó a decir pero Robín la cortó.

-Creo haberte dicho que me llamarás Rob. -La interrumpió graciosamente este.

-Si, cierto. -Sonrió Anna bajando la vista y volviendo a subirla hasta sus ojos- Te doy las gracias Rob, por no haber permitido que cayera, habría sido un papelón.

-No tienes que dármelas. -Anunció el joven tuteándola. Anna sonrió de nuevo- ¿Hace mucho que llegaron? No te he visto antes.

-No, hace unos minutos arrancamos nuestro paseo. -Contestó ella con una sonrisa dulce en sus labios.

Al verla sonreír de esa manera, Robín sintió aturdido de pronto y sintió la necesidad de salir huyendo.

-Espero que la haya pasado bien ayer en la velada. -Dijo la madre de Anna.

-Sí, gracia señora, -dijo como con apremio desviando la vista hacia la madre de Anna- les ruego me disculpen, pero debo regresar a mis deberes.

-Naturalmente mi lord, de todos modos, nosotras debemos regresar a la casa, -anunció Lady Brighton- vamos Anna, el almuerzo ya debe estar listo.

-Hasta pronto, Anna. -Se despidió Robín algo afectado.

-Hasta pronto, Rob. -Saludó Anna haciendo una reverencia sin saber muy bien por qué él actuaba de esa manera.

Y cada cual se fue por su lado. Anna deseando poder verlo pronto y Robín intentando averiguar que fue todo aquello.

Robín volvió a montar en su alazán y emprendió el viaje de regreso a casa. 

Cuando llegó a los establos, le entregó el semental al mozo de cuadra para que lo cepillara y le diera de comer. 

Mientras percibía el aroma a la comida que había preparado la señora Snick saliendo por la puerta de la cocina de la cocina, entró y se encaminó hasta el comedor.

Estaba a la mesa almorzando cuando Charles hizo su entrada.

-Con su permiso señor, -anunció el mayordomo mientras hacía una reverencia rígida- ha llegado el contador. 

-Adelante Charles, -concedió Robin- dígale que en unos minutos me reuniré con él.

-Lo está esperando en el estudio. -Avisó el mayordomo, una vez comunicado esto, desapareció por la puerta.

Al cabo de unos minutos, el marqués entró por la puerta del estudio. El contador estaba de pie en medio de un recinto rectangular, estaba ocupado con un escritorio que se encontraba al fondo con dos sillones dispuestos a cada lado, una mesa de caoba frente a un diván dispuesto frente a las ventanas que daba al jardín- las cortinas estaban corridas para que entrara la luz del día- , ubicado al otro extremo del estudio, había dos sillones de respaldo alto haciendo juego frente al hogar que en ese momento permanecía a pagado en esa época del año y las paredes estaban repletas desde el piso hasta el techo de libros.

Robín cerró la puerta para poder hablar en privado y le tendió una mano al contador, la cual este estrechó. 

-Buenas tardes señor Ferson. -Saludó Robín tendiendo su mano para saludar a su contador.




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