Amor extremo Romeo y Julieta

capitulo final

Después de un tiempo, Elizabeth volvió a la escuela. Temblorosa, abrió su casillero… y, al no encontrar nada, suspiró de alivio. Con un sudor frío en la frente, fue hacia su escritorio. No había cartas. No había señales. Nada.

Pero sentía algo extraño. Una presión. Como si algo —o alguien— la observara.

Eran Romeo y Julieta, que la miraban fijamente desde distintos lugares, sin que ella se diera cuenta.

Pasaron los días. Todo parecía volver a la normalidad. La pesadilla parecía haberse terminado. Elizabeth, por fin, respiraba con tranquilidad.

Pero en la oscuridad de sus pensamientos, Romeo susurraba:

—Mi amor es el más grande. Nada lo supera. Y se lo demostraré. Le demostraré a Elizabeth que mi amor es el más fuerte de todos…

Lo decía como un desquiciado, con los ojos vacíos.

—¿Crees que has ganado? No. Yo seré quien demuestre el verdadero amor hacia mi Elizabeth. ¡Yo soy la que más la ama! —decía Julieta, con una mirada perdida, ausente de razón.

Al día siguiente, Elizabeth regresó a la escuela como de costumbre. Pero esta vez, se sentía diferente. Más tranquila. Las miradas que antes la seguían… ya no estaban. Habían desaparecido.

Una paz que no había sentido desde hacía mucho tiempo se respiraba. Todo era normal, como antes de todo lo que había pasado. Aunque nunca supo quién fue ese tal admirador secreto, ya no le importaba. Solo quería su vida como la tenía antes: una chica normal, fácil de olvidar.

En la escuela ya no había rastro de Romeo ni de Julieta. Hasta que, nuevamente, una conmoción azotó el lugar: Romeo y Julieta habían desaparecido. Sus padres los buscaron por todos lados, pero no había rastros de ellos. Muchos pensaron que se habían fugado juntos, ya que eran amigos de la infancia.

Elizabeth, triste al enterarse, solo esperaba que no les hubiera pasado nada malo. Los vínculos con ellos se habían roto, pero los recuerdos aún quedaban.

Pasaron los meses. Todo el asunto del admirador secreto parecía haber desaparecido, y el paradero de Romeo y Julieta seguía siendo incierto. Hasta que, una noche, sonó la puerta de Elizabeth.

Frente a ella había un paquete.

Con cautela, lo tomó. Se dio la vuelta para entrar y ver qué contenía, pero antes de abrirlo… nuevamente sonó la puerta.

Otro paquete.

Y, como antes, no había nadie a su alrededor.

Ambos paquetes estaban dirigidos a ella. Rápidamente los llevó a su cuarto, cerró la puerta y, temblorosa, comenzó a abrirlos uno a uno.

El primer paquete la dejó completamente atónita: un corazón humano emergía de su interior.

Todo su cuerpo se derrumbó. Temblaba sin parar. Un sudor frío caía por su frente. Intentó gritar… pero nada salía de su garganta. Reuniendo todas sus fuerzas, corrió hacia donde estaban sus padres y se desplomó frente a ellos.

Cuando logró calmarse, les explicó lo sucedido. Con gran cautela, sus padres subieron a revisar su habitación… y, tal como ella había dicho, dentro del paquete había un corazón humano.

Las autoridades se hicieron presentes, intentando recopilar toda la información posible. Al señalar el segundo paquete, lo abrieron con sumo cuidado. De su interior… asomaba otro corazón humano.

Todos quedaron conmocionados.

Dos corazones fueron enviados a Elizabeth.

Debajo de ellos se encontraron dos cartas.

Una decía:

Mi amor es más fuerte y aquí te lo demuestro.
Siempre te he amado y siempre te amaré, Elizabeth.
Atentamente, Romeo.

La otra decía:

Siempre he estado enamorada de ti, siempre pensando en ti.
Aunque no tuve la fuerza para decírtelo,
espero que esto deje claro que siempre estaré para ti.
—Julieta.

Todos los cabos sueltos por fin se entrecruzaron.

Las cartas…
Las rosas…
El dedo…
La oreja…

Todo indicaba que los responsables eran Romeo y Julieta.

Todos se preguntaban cómo fue posible que nadie se diera cuenta de que Romeo se había cortado un dedo, y que Julieta se había cortado una oreja, sin que nadie lo notara. Aquello era algo que intrigaba a todos.

En la escuela, se susurraba constantemente sobre los cambios extraños que se veían en ambos, pero nadie imaginó hasta dónde llegaría todo esto. Algunos mencionaban que Romeo siempre escondía sus manos y caminaba con guantes puestos, mientras que Julieta nunca se quitaba la capucha y llevaba el cabello suelto, tratando de cubrir lo que ya no estaba.

Todo esto solo despertaba más y más preguntas. Sobre todo, se criticaba el hecho de que las autoridades no hicieran nada a tiempo, sino hasta que ya era demasiado tarde. La incompetencia era tan evidente que cualquiera podía notarla… y aún así, ninguna autoridad se hizo responsable del caso.

El caso de Romeo y Julieta se hizo conocido por todas partes. Mientras tanto, Elizabeth quedó marcada para siempre por todo lo sucedido.

Ni Romeo ni Julieta nunca se dieron cuenta de que ambos eran rivales entre sí. Y Elizabeth jamás supo que sus dos pretendientes secretos eran ellos.
La entrega de sus corazones fue un acto que nadie puede explicar:
¿Cómo fue que ambos los enviaron al mismo tiempo?
¿Cómo hicieron tal cosa sin saber lo que el otro haría?
¿Fue acaso una coincidencia, o una conexión más profunda?

Esto es algo que nunca podrá revelarse.
Solo el propio Romeo y la mismísima Julieta sabrán qué fue lo que los llevó a dar ese paso final.
Dicen que el amor hace hacer locuras…
Pero esto fue más allá de lo imaginable.




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