—¿Estás mejor? —tía Gabinia deja las flores y me mira a los ojos.
—Lo estoy, no debes preocuparte Matt —reviso las flores recién cortadas que yacían en la mesa y las empezó a colocar en el jarrón de vidrio —Noelle subió a cambiarse, ya pedí en la cocina que preparen la cesta con emparedados y Emma se quedará conmigo.
—Ema irá con nosotros —ella niega
—No, ella está pescando gripe y prefiero se quede en casa, no te preocupes me haré cargo de ella.
—En ese caso, agradezco que cuides de mi hermana —me acercó y posó mi mano en su mejilla, ella sonríe y me da gusto verla bien.
—Es mi sobrina y la amo mucho —los pasos apresurados bajando las escaleras me hacen sonreír, ella era como una niña, llena de energía.
Trae un sencillo vestido de tarde, de un suave amarillo.
—Buenas tardes Milord —se inclina con gracia para hacer una reverencia.
—Buenas tardes Condesa —ella sonríe —vamos —le ofrezco mi brazo y una vez lo ha tomado nos disponemos a salir.
Salimos bajo una soleada tarde, Noelle lleva su sombrilla y de reojo me mira.
—¿al bosque milord? —dirijo mi mirada al claro y me doy cuenta que ella mira el bosque con anhelo.
—Al bosque Noelle —caminamos en silencio, pero nada incómodo, ella era quien guiaba el camino, al llegar cerca del río, la veo levantar el rostro y hace un gesto como si estuviera olfateando —¿pasa algo?
Ella abre los ojos y sonríe
—No, me encanta oler el aire fresco, las flores.
—Entiendo —murmuró admirándola.
Abro la pequeña cesta y encuentro aquella manta a cuadros, tía Gabinia había pensado en todo, la extiendo y la ayudó a sentarse, buscamos los platos, las tazas y la jarra de té.
Noelle lo empieza a servir y me pasa mi taza, mis dedos rozan los suyos y no evitó sentir aquella sensación de hormigueo en la piel, ella sirve los panecillos en los platos y esta vez con más cuidado me lo pasa.
Empezamos a conversar de todo, me sorprende en extenso conocimiento que Noelle tiene acerca de los libros, me habla de política, la verdad me he quedado en silencio escuchando su opinión, luego se queda en silencio y sus mejillas están sonrojadas.
—Lo lamentó milord, yo, me deje llevar, sé que no es correcto que una mujer exprese su opinión, lo lamentó... —la interrumpo.
—Noelle, no es propio en nuestra sociedad, pero cuando estemos solos puedes hablarlo conmigo. Estoy de acuerdo con lo que has expresado —ella sonríe y suspira aliviada.
—Papá detestaba escucharme hablar de política —se encoge de hombros
—No estás con tu padre, puedes hablar lo que sea conmigo —y no le mentía, por extraño que parezca me había gustado escuchar sus ideas, su manera de ver el mundo y lo que nos rodeaba, hasta la fecha sólo había conocido a tres mujeres inteligentes, mamá, tía Gabinia y por supuesto mi esposa. Era una dicha saber que podía tocar cualquier tema con ella sin ver una mirada perdida en su rostro porque no sabe de lo que estoy hablando, sonreí y hablamos de geografía, literatura. Ella sonreía como una niña feliz por momentos guardaba silencio para escucharla.
—¿Lo aburro milord? —niego y suspiró.
—No Noelle, al contrario, me gusta escuchar como piensas.
—Cuando era niña, papá no sabía que hacer conmigo así que contrató al profesor del pueblo, él no pensaba como lo hacen todos, al contrario, decía que una mujer puede tener el mismo conocimiento que un hombre.
—¿Qué pasó con tu profesor?
—Murió, ese día fue uno muy triste para mí, él se encargó de mostrarme el mundo a través de los libros y lo que había conocido.
—Lo siento mucho Noelle —me acerqué más a ella y sujeté su mano entre las mías, ella se quedó en silencio.
—Fue muy doloroso milord
—Llámame Matt —levantó su mirada y me observó, pero luego la desvió.
—Milord... —aprieto suavemente su pequeña mano
—Matt, llámame Matt
—Matt, gracias por escucharme —sus mejillas se sonrojaron.
Desvíe la mirada hacia el río, el sol estaba ocultándose. Me incorporó.
—Debemos regresar a casa Noelle —ella asiente y empieza a recoger la vajilla, dispongo a ayudarla y nuestras manos tomaron la misma taza, su roce era delicioso para mi piel, ambos nos miramos a los ojos, ella tan inocente, tan única.
Me acerqué suavemente y sin pensarlo me incliné para rozar sus labios, ella suavemente los entreabrió cuando los toque, me sentí posesivo ante su torpeza, ella no sabía besar. Mis manos se acercan a su cintura y la rodeó para pegarla a mí, Noelle aprendía rápido. Fue un beso tierno.
Cuando me separé, acaricié sus labios hinchados con mi pulgar.
—Emma debe estar preguntando donde estoy —asiento y con cuidado la ayudó a levantarse para recoger la manta y guardarla en la cesta. Me sentía emocionado como la primera vez que había dado un beso.
—Vamos —la ayudó a caminar hacia la casa, en un agradable silencio, la tarde en compañía de Noelle había sido muy amena tanto así que no sentí el tiempo pasar.
****
—¿En que la puedo ayudar? —la baronesa enarca una ceja y me recorre con la mirada.
—Lo invite a tomar el té, pero declinó la invitación —me encojo de hombros.
—No podía asistir —mi mirada recorre el salón y a los ahí presentes.
—Lo importante es que asistimos al mismo baile esta noche Milord.
—Mis costumbres son distintas a las suyas baronesa, pero no quisiera comprometer su reputación al estar conversando conmigo.
—Muy amable de su parte Milord, pero no se preocupa por la reputación de la Condesa de Grave —la miró pasiblemente, pero por dentro estaba furioso.
—No entiendo a qué se refiere, la Condesa de Grave en ningún momento estuvo a solas conmigo, estaba bajo la protección de mi primo y de madre por supuesto, es muy delicado lo que trata de insinuar baronesa. Yo de usted tendría cuidado —me acercó a ella —créame que al Conde de Grave no le será grato saber que usted trata de difamar a su esposa.
Editado: 15.09.2024