—¿Qué? —Claude pregunta, al mismo tiempo se escucha un grito, Franco se pone de pie, Gabinia estaba en el umbral, había llevado sus manos a su boca.
—Franco —la mujer había palidecido.
—¿No es mi madre? —el hombre mira a su hijo y luego a su esposa.
—¿No lo sabia? —Gabinia se acerca lentamente.
—¡No eres mi madre! —sus palabras salían atropelladas, llenas de ira, furia, decepción.
—Claude hijo mio —ella extiende su mano para tocarlo, pero él aparta con asco su brazo.
—¿Cuántas mentiras más faltan por saber?
— Escucha... —ella trata de tocarlo, pero él la aparta con violencia, Franco sujeta a Gabinia.
—Te ordenó que te calmes —Franco siempre ha sido un hombre amable, con una gran sonrisa, nunca se le ha visto enojado, en esto momento lo está, Claude está tomado, no presta atención a su padre, su furia está dirigida hacia Gabinia.
—¡Me has mentido! Todos estos años te creí mi madre... pero no lo eres —su mirada la recorre con asco de la cabeza a los pies —Maldita mentirosa...—calla cuando recibe una fuerte bofetada, siente el sabor metálico de la sangre en su boca, sus ojos miran a su padre.
—¡Jamás vuelvas a hablarle de esa manera a tu madre!
—No es mi madre —escupe las palabras, con furia abandona la sala, Gabinia no deja de llorar, Franco la abraza.
—Perdóname, no lo sabia —ella sigue llorando desconsoladamente.
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—Mi niña, debes pedirle al médico que venga a la casa —suspiró mientras la nana me cepilla el cabello —Desde la primera vez que te bajo tu periodo, has sido muy puntual.
—Nana ¿Crees que el Conde se tome bien esta noticia?
—¿Porqué no lo haría? Tendrá a su primer hijo, su heredero.
—Pediré a un lacayo que vaya por el medico —se pone de pie, camina hacia las hermosas flores recién cortadas que están en su mesa —Están preciosas —aspira el olor.
—El Conde ha pedido que antes que despiertes en tu habitación debe haber un ramo de flores frescas.
Noelle sonríe, se sentía feliz.
Estuvo en su sala bordando, no había visto a Gabinia en toda la mañana, el esposo de ella, le había comentado que estaba indispuesto y necesitaba descansar, tampoco bajo a la hora de almuerzo, frunció el ceño.
—¿Puedes ir a la habitación de Gabinia? —Matt deja la copa de agua en el aire al escuchar las palabras de su esposa.
—¿Porqué lo haría?
—Por qué te lo estoy pidiendo —Noelle no baja la mirada, la sostiene, Matt enarca una ceja, su esposa estaba sacando las garras, con un suspiro deja la servilleta sobre la mesa y la copa de agua, se pone de pie y sale del comedor.
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Tres toques y no hay respuesta, va a darse la vuelta, pero escucha un sollozo, rápidamente abre la puerta, la habitación está oscura, han corrido las cortinas, rápidamente el Conde las hace a un lado, sus ojos se dirigen a la mujer que está en la cama, sus ojos hinchados de tanto llorar, se acerca a ella.
—¿Está bien? —ella asiente con la cabeza, pero las lágrimas recorren sus mejillas —¿Porqué dice si? No deja de llorar —Matt se acerca, estaba preocupado al verla tan vulnerable, extiende su mano y quita el cabello de su frente.
—Lo siento, no es mi intención preocuparte —ella toma un pañuelo blanco y limpia sus lágrimas.
—¿Está enferma? —ella levanta la mirada, escuchar a Matt preocupado por ella, la hacia sentir mejor.
—Estoy bien —él frunce el ceño, su enorme mano, tapa la de ella.
—¿Porqué esconde como se siente?
Ella baja la mirada.
—Soy la infelicidad de mis hijos —una lágrima cae en la mano de Matt.
—Gabinia, no es la infelicidad de nadie, la he visto con Claude y me doy cuenta que es una madre amorosa.
Ella lo mira.
—Él no lo ve así —cierra los ojos —Desde anoche no ha venido a casa, mi esposo a pasado buscándolo toda la mañana.
—¿Pasó algo?
Ella iba a callar, pero tarde o temprano Matt se iba a enterar era mejor que lo supiera por ella.
—Cuando creí que había perdido a mi hijo, fui desterrada por mi familia a Francia, me enviaron a casa de un familiar lejano, mi papá y luego mi hermano se encargaron de envíame una mensualidad, pero no debía regresar a casa, me sentía tan triste, tan sola, una de las salidas a acompañar a una de las hijas de mi tío, conocí a Franco, un pintor que no tenia donde caerse muerto según las palabras de mi tío, él me cayó bien, transmitía una alegría, él pintaba en la calle por unas monedas, cada día que pasaba por esa calle, lo veía feliz pintando, hasta que un día me detuve a mirar su arte, pintaba precioso, sus pinturas transmitían sus emociones, él me hizo reír nuevamente —seca sus lágrimas —amarlo fue inevitable, él me confesó que tenía un hijo —desvía la mirada hacia el techo decorado —la madre del bebé lo había abandonado a los días que nació, se marchó con un noble que le dio un apellido aristócrata, conocí a Claude —cierra los ojos —Lloré tanto cuando los cargue entre mis brazos, el bebé necesitaba el amor de una madre y yo necesitaba el calor de mi hijo que había perdido, anoche se enteró que no soy la mujer que lo trajo al mundo y se marchó.
Matt guardó silencio, mientras ella hablaba, toma su mano entre las suyas.
—Eres su madre, no salio de tus entrañas, pero eres su única madre.
Gabinia acerca el dorso de la mano de él a sus labios.
—Perdóname por no haber estado para ti desde el día que naciste —por primera vez Matt lleva la palma de su mano para acunar la mejilla de Gabinia.
—No es tu culpa, me doy cuenta que jamás me hubieras abandonado.
Se puso de pie y le dio un beso en la mejilla.
—Sal de la cama, vístete y come, deja que a Claude se le pase, va a reaccionar y entenderá lo estúpido que se esta portando.
—Gracias Matt —él asiente y sale de la habitación, busca a Noelle y ella no está en el comedor, sube los escalones al abrir la puerta de la habitación, mira al hombre mayor y luego a su esposa en la cama.
Editado: 15.09.2024