Ahora mismo me encuentro en casa, dentro de mi habitación para ser exactos, empacando las pocas cosas que debo llevarme de vuelta a la clínica. Mi habitación no se cambia desde que tengo 10 años, por lo que las paredes son rosas con pegatinas de unicornios y arcoíris por todos lados, podría hasta jurar que hay pegatinas en el techo; lo he confirmado al mirar hacia arriba y ver a una gran princesa de Disney ahí pegada.
— ¿Qué estaba pensando cuándo pegué eso ahí? — dije para mí misma.
— Lo mismo me pregunte yo en el momento — me gire a la puerta al escuchar la voz de mi padre — ¿ya estás lista cielo?
Termine de meter las cosas en mi mochila, me la cargue al hombro y asentí. Mi padre salió del cuarto, así que le seguí, realmente ya era un poco tarde de mi hora límite fuera de la clínica.
En la clínica por estar enfermos nos dan lo que podría llamarse días libres una vez al mes, podemos hacer lo que queramos en los cinco días que nos dan de libertad, algunos se van a fumar con sus amigos, mis únicos amigos son mi papá y mi hermana menor Lara, así que regreso a casa para pasar tiempo con ellos.
La hora límite es a las 10:00 am, el reloj de pared de la sala marca las 9:55 am.
El doctor Castillo se molestará.
— Papá, ya son las 9:56 am — le informe mirando el reloj, no hacía falta mirar a mi padre para saber que estaba estresado, podía oírlo caminar de un lado a otro por el pasillo.
— Ya lo sé Sofi, pero no encuentro a tu hermana, ¡Lara William, baja en este instante! — exclamó molesto.
Lara tiene 13 años, una edad difícil para un padre solo.
— Ya voy, ya voy — refunfuñaba molesta Lara mientras bajaba las escaleras — Dios, eres muy molesto papá, estaba retocando mi rímel.
Voltee los ojos y puedo jurar que mi padre también lo hizo.
— ¿Retocando tu rímel? Llevas ahí arriba retocando tu rímel desde las 5:00 am Lara Williams — le respondió papá molesto.
Las 9:58 am.
— Tú no me entiendes porque no eres una chica, tengo que verme bella siempre — aparto su larga melena rubia de su hombro como toda una diva.
9:59 am.
— Soy tu padre señorita, cuida tu tono al hablar conmigo — se cruzó de brazos, Lara también lo hizo y ambos se miraban desafiantes.
Oh miren, ya son las diez y un minuto, increíble.
La única persona en esta casa pendiente del reloj soy yo, y no es porque quiera volver a la clínica, sino porque más de una vez he llegado tarde y siempre es por lo mismo, por Lara y su rímel y papá regañándola por durar ocho mundos retocando su rímel, al cual no sé ni que tanto le hace porque parece mapache, pero ¿quién soy yo para juzgar? Ni me peino el cabello.
Cada vez que llego tarde el doctor Castillo me hace leer veinte páginas del libro “La importancia de la puntualidad”, y no es cualquier libro, es EL libro, es como si algún psicópata hubiese tomado el diccionario y lo hubiese combinado con todas las biblias del mundo, así de grueso.
Las diez con diez minutos.
Y en esos nueve minutos lo único que han hecho mis únicos amigos ha sido discutir.
Ya estaba empezando a molestarme.
— Bueno ya, yo creo que ya es suficiente de su tonta discusión por el rímel de Lara, me hace muy feliz que ustedes no tengan nada que hacer, pero yo tengo que estar antes de las diez en la clínica, pero eso ya vale una mierda porque son las diez y quince minutos y eso vale por ochenta páginas del libro más enorme que ha creado el ser humano — respire hondo y me calme un poco — pero ustedes pueden seguir discutiendo si quieren, solo que no les prometo que los tres salgamos enteros de esta casa.
Sonreí falsamente al ver a mi padre correr por la casa buscando las llaves del auto y a Lara saliendo igual de rápido de la casa. Quería seguir viendo a papá correr por toda la casa buscando las llaves, pero si antes era tarde ahora lo es el doble, así que tome las llaves que a mi lado han estado desde el principio y se las lace a papá antes de seguir los pasos de Lara.
Por la ventana del auto observe la torre Petra, la cual también podía ver desde mi habitación en la clínica, por lo que ya estábamos demasiado cerca. La torre Petra es uno de mis monumentos históricos favoritos, no es demasiado alta, pero sin dudas es grande a cuando tamaño se refiere, a simple vista parece estar hecha de ladrillo pintados de negro, parece un castillo para los pequeños duendes porque tiene unas ventanitas tan pequeñas que no creo que ni siquiera mi mano que es bastante delgada déjenme decirles, salga por una de ellas.
— Llegamos — dijo papá terminando de aparcar el auto. Ya no tenía tiempo, así que me despedí de ellos lo más rápido posible y salí del auto prometiendo que llamaría luego.
Correr por el estacionamiento cuando pesas 35 kg y no haces cardio de ningún tipo no es recomendable, cero estrellas.
— De nuevo llegas tarde — me dijo la enfermera Johnson.
Mi enfermera favorita en toda esta clínica.
— Lo la-lamento — no podía respirar con normalidad, sentía como los pulmones me punzaban — lo si…
— Hey, hey, tranquila, vamos respirar ¿okey? — asentí.
Me dio la señal para inhalar y a los cinco segundos la de exhalar, y así durante unos minutos, ya me sentía mejor.
— ¿Mejor? — asentí. Ella me sonrió — el doctor Castillo te está esperando es el cuarto de lectura.
Dicho esto, se fue por uno de los pasillos y me dejo sola.
Oh genial.
Camine hasta el cuarto de lectura hasta quedar de pie frente a esta gran puerta café. No sabía que me esperaba detrás de esa puerta, pero seguro que era un libro de más de 2000 mil páginas. Gire la perilla y entre al cuarto cerrando la puerta detrás de mí.
Editado: 07.07.2022