Amor ilegal

Un deseo oculto

Isabella

Los días de oficina siempre son ajetreadas, sobre todo el viernes, ya que todos quieren irse a casa y escuchar mi tono elevado, que ellos consideran gritos, solo hacen que se estresen más. Soy consciente que en días como hoy me consideran un ogro. No me gusta venir a desquitarme con ellos, pero hay algo dentro de mí rompiéndose y ahora quiero que todo salga perfecto.

Eso es lo que esperan de mí, pero hoy es distinto. Es tarde y seguramente en la oficina se estarán preguntando en dónde me encuentro que no se escuchan mus habituales órdenes. La respuesta es simple, hoy decidí darme un respiro y que mis abogados resuelvan lo necesario en el despacho porque hay algo en mi casa que urge atención, hoy tengo algo importante que hacer, amanecí con el valor en mi ser y finalmente me animaré a hacer lo que vengo posponiendo desde hace tiempo. Tener la conversación es la primera parte.

Enseguida que me doy un baño, busco el traje que me acompaña en momentos difíciles, ese que resalta mi personalidad y que necesito porque este caso es de suma importancia. Me doy una mirada rápida al espejo aprobando lo que veo, salgo con mi andar decidido. Mientras bajo las escaleras, trato de adivinar si el hombre ya ha bajado.

Voy a aprovechar la hora del desayuno para sacar el tema. Al encontrarlo sentado en la mesa, me deja sorprendido, ya que regularmente a esta hora siempre se encuentra aun con ropa de dormir.

Verlo, enfundado en un traje de tres piezas, me recuerda a aquellos días en los que él iba a trabajar y yo simplemente embobada de él. Cualquier cosa que hiciera me parecía de lo más romántico, era el hombre perfecto. Desde hace tiempo que ya no existe, en su lugar se apoderó aquel que prefiere vivir a costa mío. En algún punto perdió el rumbo y como ultimo acto de consideración, quisiera saber ¿qué fue lo que cambio? ¿O es que nunca cambio nada y siempre fue así desde el principio y yo fui una ciega?

—Buenos días, Isabella, mi esposa querida. Estás hermosa el día de hoy, más que siempre. Por favor, sirvan el desayuno a mi esposa. —Le grita a la empleada mientras que retira la silla para que me siente.

Su cambio de actitud me resulta demasiado extraño. Lo miro buscando leer sus intenciones mient5ras alzo una ceja, no creyéndole esta faceta de hombre cariñoso.

—¿Qué pretendes con todo esto? —pregunto y nadie puede cuestionarme el hecho de que dude de las buenas intenciones del hombre que incluso ha osado sentarse en la cabecera del comedor.

—Nada, simplemente que ayer, hablando con la almohada, me di cuenta de que estaba haciendo las cosas mal. Quiero recuperar lo nuestro —me explica mientras envuelve sus manos con las mías.

Sentir su toque es como si me hubiera quemado. Quito las manos en un acto reflejo y eso hace que cambie su sonrisa por una mueca de molesta, esa misma que ya me he acostumbrado a ver más veces de las que hubiera querido.

—Por favor, dejémonos de juegos, ayer te hablé en serio y quiero que lleguemos a un acuerdo. No tuvimos hijos y el divorcio será relativamente fácil. —Le suelto sin necesidad de entrar en juegos absurdos.

La sombra se comienza a apoderar de él, al parecer este intento de mejorar, ella no lo ve así e insiste en lo mismo. Si quiere jugar este juego, lo puede hacer, pero él se encuentra seguro que va a ganar y que ella saldrá perdiendo.

—Lo de los hijos aún podemos resolverlos, por ti me convertiré en padre. —Mientras lo dice, es como si una sombra se estuviera asomando en su rostro. busca la manera de convencerme, usando de táctica aquello a lo que siempre le huyó.

—No, es tarde para eso. —Me mantengo firme en mi decisión—. Redactaré el acuerdo de divorcio y espero que tengas la gentileza de firmar.

—No quiero el divorcio. Fuiste tú quien ha hecho de este matrimonio un infierno, prefieres dedicarte a trabajar que concentrarte en lo importante; nosotros. ¿Quieres divorciarte después de lo mucho que hago por ti? —Escucharlo me resulta repugnante. Se hace la víctima y es un papel que ya no queda, al fin puedo ver su verdadero rostro y eso me hace actuar.

—Déjate de dramas, hace mucho que esto no funciona. Me duele aceptarlo, pero todo terminó desde tu primera infidelidad. —Saco a colación aquello que sigue en el aire a pesar de haber dicho infinidad de veces que lo había olvidado. Es obvio que no fue así.

—Ya habíamos hablado de eso, tú estabas trabajando todo el tiempo y dejaste de atenderme… —Empieza con sus excusas de siempre.

—Ese discurso ya me lo conozco y sabes a la perfección que es una excusa barata. Dejemos eso ahí y concentremos en el ahora, quiero que sepas que ya tomé la decisión y no es algo que te esté consultando. Quiero que sepas que empezaré con los trámites del divorcio. Hace tiempo que esto ya no es un matrimonio, es más, no sé si alguna vez lo fue. —Termino con la voz un poco más baja, cayendo en cuenta de la realidad.

—Perfecto, si quieres perder tu pequeña empresa, empieza. Veremos quién sale perdiendo. —Me amenaza, como si fuera un niño pequeño que hace un berrinche y busca llamar la atención de cualquier manera.

Se levanta del comedor, tira la servilleta de manera dramática y se va. Yo, permanece sentada, reflexionando sus palabras. Ese hombre buscará la manera de dejarme en la ruina, lo que me hace preguntarme, ¿tan grande es mi deseo de libertar que permitiría que me robe lo que con mucho esfuerzo he logrado conseguir? Tendré que sentarme a reflexionar con mayor detenimiento, pero si con eso tengo paz y tranquilidad y logro que ese hombre salga de su zona, creí que sería una buena ide.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.