Amor Imposible

Ámame

Me sentía vivo como nunca antes. Y así, entre sus besos y sus manos recorriendo todo mi cuerpo, por más que la ropa interfiriese, es como quisiera estar por el resto de los años. No había reconocido el mejor día de mi vida hasta que lo estuve viviendo y es ahora mismo. Parecía un sueño, algo irreal, algo de lo cual no quiero despertar. La realidad duele, demasiado y sé que así soy felíz. 
Merezco algo de felicidad ¿O no?

— Esto es lo que tanto querías ¿Verdad? — me preguntó Nahuel aún con sus labios rozando los míos.
— Eres tú lo que más quiero Nahuel ya lo sabes — aseguré totalmente sonrojado. Lo miré a los ojos entreabiertos y pude notarlos cargados de lujuria en su turquesina mirada, tan parecida a la mía que exigía más de mí. Y quería dárselo todo.
— Sí, lo sé

Sonreímos sobre nuestras bocas, yo moría por hacerlo mío ahora mismo, no podía más, quería tomarlo sobre su cama en medio de la oscuridad de su habitación, escuchar mi nombre ser pronunciado entre gemidos suyos, enloquecernos de placer.

Y si eso iba a pasar, saber que es cien por ciento consensuado ya que su sonrisa de hace segundos me demostraba que deseaba lo mismo, me dejaba mil veces más tranquilo. Siendo así, realmente no había nada de malo en lo que estaba pasando entre nosotros. Después de todo no éramos parientes y yo soy mayor de edad.

Ambos así lo queríamos. Y entonces él volvió a sonreirme, de una manera que no supe comprender muy bien y me tomó del rostro para comenzar a repartir delicados besos por mis mejillas y finalmente besó apasionadamente mis labios una vez más.

Luego me tomó de la cintura a la vez que el beso se volvia más demandante haciendo que nos fuéramos excitando más, me llevó lentamente hasta su cama donde nos acomodamos con cuidado de costado sobre el colchón, aún enfrentados, devorándonos la boca como si lo necesitasemos para respirar.

Voy a admitir que esto me estaba tomando por sorpresa, Nahuel se estaba dejando llevar, correspondiendo mis besos o tomando la iniciativa él, abriendo su boca aceptando mi lengua en ella, dejándose tocar como si hubiésemos sido amantes toda la vida. Y claro, no me quejo, solo me asombra al igual de lo mucho que me encanta.

Pronto comencé a quitarme la camisa que traía aún puesta del día dejando que pudiera tocar toda la piel de mi pecho de la misma forma que yo lo estuve haciendo con él. Recorrí  su espalda con suaves caricias, rasgandola un poco cada vez que sentía sus manos rozar alguna zona nueva de mi torso desnudo, zonas que hasta ahora jamás nadie había tocado.

Oh maldición, ésto es tan increíble. Aún no entiendo cómo podemos besarnos y tocarnos así, siendo ambos tan novatos en esto, ya que él, que yo sepa, luego de la muerte de mi mamá, no ha estado seriamente con nadie más y yo he tenido la oportunidad de "practicar" con Maxi, lo cual solo se basó en inocentes besos y nada más. Pero ahora, devorándonos la boca y explorandonos sin piedad me hacía creer que nacimos para esto. Para estar de ésta forma ilegal y prohibida. Lo sé.

Inmediatamente enredamos nuestras piernas, pegamos nuestros abdomenes sintiendo la piel del contrario y continuamos acariciando nuestras lenguas, calientes y anhelantes por más y más contacto.

Sus manos subían y bajaban por mi abdomen y las mías se mantenían en su cabeza con mis dedos enredándose en su sedosos cabellos rojos, atrayendolo más hacia mí para que por nada en el mundo fuera a alejarse, comenzamos a jadear excitados, olvidandonos de todo lo que nos rodeaba. Dios mío ¡Lo amo y deseo tanto! Y puedo notar que él siente lo mismo, ya que de lo contrario no estaría haciendo todo esto conmigo.

Pero mi burbuja de felicidad se desvaneció cuando ya desesperado por pasar a otro nivel, por no poder contener más tiempo el deseo de sentirlo completamente sintiendo mi entrepierna palpitar hinchada dentro de mis pantalones y unas pequeñas gotas de semen saliéndose de la punta intenté girar su cuerpo para posicionarme sobre de él abriéndole cuidadosamente las piernas con mi rodilla izquierda, restregando mi pelvis con la suya, él me tomó rápidamente de los hombros deteniendo todos mis movimientos.

— No Boris, detente... — jadeó Nahuel al deshacerse del beso, dejando así un pequeño y fino hilo de saliva uniendo nuestros labios
— ¿Por qué? — pregunté frunciendo ligeramente el ceño con la respiración a mil y mi miembro doliendome
— Es que no, no y no.

— Solo relájate, no pienses  nada más — añadí interrumpiéndolo, mientras intentaba colar una de mis  manos por debajo de la tela de su pantalón para tocar su miembro, pero él me detuvo al tomarme  de la muńeca con cierta violencia. 
 




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