Amor imprevisto

CAPÍTULO 3. “RECUERDOS”

Liz estaba tendida en su cama mientras escuchaba la música que reproducía su celular. Su peluda gata estaba tomando una siesta sobre su estómago mientras Liz acariciaba su lomo ronroneante.

Ya habían pasado cuatro días desde que se había convertido en la secretaria de Gabriel y aprendió tres cosas: la primera; Gabriel era el primogénito de dos hermanos y único hijo varón de la prestigiosa y famosa familia Wells, quien a la edad de veintidós años había asumido el puesto de CEO en aquella empresa, ya que, a pesar de su corta edad era bastante inteligente y tenía un futuro prometedor. Además, no solo estudió arquitectura para graduarse con honores, sino que también tomó varios cursos y se especializó en negocios. Buscando en internet se dio cuenta de que era uno de los solteros más codiciados, haciendo que las mujeres formaran filas para poder tener un poco de su atención.

Patético…pero comprensible. Liz no estaba ciega después de todo, pero eso no era impedimento para tener un poco de dignidad.                                                  

Lo segundo; Gabriel era un fanático de la puntualidad y el perfeccionismo. Tres veces le había llamado la atención por no haber redactado unos e-mails tal y como él lo había pedido. También la había reprendido por haber llegado dos minutos tarde el día anterior y lo tercero y más importante; estaba casi segura de que él la odiaba.

Después de haber terminado su primer día, su mejor amiga había ido por ella y le había exigido todos los detalles. Liz no había estado de ánimos para contarle lo sucedido, pero al verla tan entusiasmada no le quedó más remedio que narrar su día, aunque obviamente omitió algunos detalles…como por ejemplo su primer encuentro con Gabriel y lo sucedido después del almuerzo. Le contó sobre Lucas y lo simpático que había sido con ella, cosa que a Maggie le complació bastante.

Si hubiera sabido que él era tan guapo tal vez si hubiera aceptado el empleo. — había bromeado Maggie. Liz sonrió con incomodidad ya que si le contaba como habían sucedido ciertas cosas, Maggie no pensaría lo mismo, y lo que es peor; ella sería capaz de ir a darle una gran paliza por ser grosero con su mejor amiga. Lo cual no terminaría bien ni para ella, ni para Gabriel.

En estos cuatro días Liz no se había topado con Gabriel más de lo necesario, las únicas veces que se hablaron fue para anunciar reuniones y recadados que necesitaban ser redactados. Algo que Liz agradecía de corazón.

Por otro lado, había entablado una buena amistad con Lucas. Ellos habían estado almorzando juntos todos los días, cosa que aprovechaban para conocerse mejor.

Lucas le había comentado que estaba en la empresa haciendo una pasantía de su magister. Él había estudiado algo relacionado con finanzas y que ahora estaba realizando un magister en algo parecido que Liz no terminó de entender. Cuando ella le dijo que estudiaba fisioterapia este no le había creído y se había reído a carcajadas, pero al ver el ceño fruncido y la seria expresión de Liz, no tuvo más remedio que disculparse. Pero era de esperar que no le creyera, ya que por el trabajo que estaba desempeñando nadie se imaginaria que una secretaria estaría estudiando algo relacionado con el área de la salud.

* * *

Liz se levantó perezosamente de su cama dejando a Mila dormida. Se dirigió a la cocina para buscar algo de comer, ya que era tarde y pese a que no sentía hambre, le había prometido a Maggie que se esforzaría por comer más.

—Vamos por algo de comida, de lo contrario Maggie se enojará. —dijo Liz en voz alta.

Liz revisó su refrigerador, pero no había nada que le apeteciera comer, luego caminó hacia el microondas y vio que aún quedaban restos de pizza que había traído Maggie la tarde del día anterior.

—Esto servirá— se dijo a sí misma.

Liz vivía sola desde hace siete años. Con solo dieciséis años ella había sido completamente independiente.  Su madre y única familia la había abandonado de la noche a la mañana sin siquiera despedirse o dejar una razón para marcharse. Así que Liz desde entonces, había estado completamente sola.

Al principio, no supo que hacer o cómo reaccionar debido a la gravedad de su situación, pero unos días después de haber asimilado la huida de su madre se repuso. Después de todo, había pocas opciones a considerar.

Liz y su madre habían vivido en esa pequeña casa desde que tenía memoria. Era una residencia pequeña y acogedora, no muy grande pero tampoco muy pequeña como para ser llamada caja de fósforos. Constaba una habitación, un comedor, una pequeña cocina y un baño bastante decente.

Al comienzo de todo, Liz no sabía cómo iba a sobrellevar los gastos de la casa, sobre todo siendo menor de edad, pero con un poco ingenio logró conseguir dos empleos con los cuales pagaba el alquiler y comparaba lo que necesitase para comer. Liz nunca le contó a nadie de su situación, ni siquiera en sus peores momentos. Era consciente de que aún era menor de edad y temía que servicios sociales se la llevaran. No obstante, aun cuando sentía que ya no podía más y quería tirar todo por la borda, supo salir adelante y logró ingresar a una buena universidad sin la ayuda de nadie…y fue allí en donde conoció a Maggie.

Los recuerdos inundaron su mente.

La amistad entre ellas no fue nada parecida a las típicas amistades que la mayoría desarrolla. Esa en donde tu mejor amiga es esa niña o niño con el que creces, ese que conoces de años y con el cual eres inseparable, sino que fue más bien algo espontáneo en donde sin saber cómo ni cuándo ya se habían convertido en cercanas.




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