Amor imprevisto

CAPITULO 10. “POSIBILIDAD”

Gabriel no comprendía lo que estaba pasando, pero su cuerpo si, y rápidamente tomó el control de la situación. Con confianza y soltura pasó una mano tras la espalda baja de Lizbeth y la acercó a su cuerpo, profundizando el beso.

Liz no lo podía creer, él le estaba devolviendo el beso.

Nunca se creyó capaz de algo tan osado, pero lo había hecho. Y pese a que todo su cuerpo se estremeció ante la idea del rechazo, de igual manera se inclinó y lo besó. Ella había dado el primer paso.

El cuerpo de Liz, el cual estaba tensó ante la expectativa, se relajó cuando se dio cuenta de que Gabriel le devolvió el beso con una pasión que ella jamás había experimentado antes.

El plan de Liz era avergonzarlo para que ya no la molestara más. No contó con que su jefe la estuviera besando de vuelta.

Los labios de ambos desataban una candente batalla por ver quién dominaba. Los expertos labios de Gabriel reclamaron la boca de Liz como si quisiera marcarla.

Liz no sabía que besarlo podía hacer que sus piernas flaquearan. Tampoco sabía que podían calentar su centro de aquella forma. Liz sentía que todo su cuerpo ardía, no quería que parara. Se suponía que no tenia que sentirse bien, sin embargo, aquella descripción era insuficiente. Liz se sentía en el cielo. Y solo era su boca lo que estaba usando. Liz ni siquiera se atrevió a imaginar más.

Cuando Gabriel introdujo su lengua de una manera exploratoria y Liz no lo rechazo, algo dentro de él se encendió. Dios, si hubiese sabido que su boca sabía cómo el paraíso, la hubiese besado mucho antes.

Gabriel quiso golpear a su yo del pasado por haber desperdiciado aquella oportunidad en su auto.

Liz apenas podía seguirle el paso, necesitaba aire. Sin embargo, no se apartó por miedo a romper la magia. Con manos temblorosas se aferró a los brazos de Gabriel. Tenia miedo de caer, sus piernas ya no podían sostenerla.

Gabriel se dio cuenta de ello y con delicadeza la sentó sobre el escritorio sin romper el contacto de sus bocas.

La mente de ambos había hecho corto circuito y se habían sumido en el placer.

Los labios de Gabriel eran los labios más suaves que había probado en su vida, pero, sobre todo, se sentían bien sobre los suyos. Liz deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento.

Gabriel parecía pensar lo mismo, ya que, con desesperación, posó ambas sus manos sobre las caderas de la muchacha para poder atraerla más cerca aun cuando la distancia de sus cuerpos estaba reducidas a cero. Gabriel sentía que no estaban lo suficientemente cerca. Ahora que la había probado, ya no quería parar.

¡Maldita sea!, esto es el jodido paraíso.

Gabriel besó a Lizbeth como si fuera agua en medio del desierto. La besaba como si ella fuera su razón de vivir. Era un beso desesperado e intenso.

Había fantaseado demasiadas veces con este momento y si no la besaba como deseaba, se volvería loco.

Por la forma en que Liz gemía cada vez que él profundizaba el beso le dio a entender que no estaba acostumbrada a ese nivel de intensidad, pero no podía detenerse. Necesitaba saciar su sed de ella.

Liz se avergonzó al escuchar los sonidos que dejaba escapar, pero arrojo su vergüenza al fondo de su ser. Si se iba a arrepentir de sus acciones, lo mejor sería disfrutar. Liz se aferró con fuerza a los brazos de Gabriel y se rindió a sus labios.

Gabriel sonrió al ver como su tímida secretaria perdía la vergüenza. Gabriel estaba disfrutando tanto, que, si de él hubiese dependido, las cosas se habrían puesto más candentes. Pero estaban en la oficina, tenía que ser racional y dominar sus instintos. A regañadientes dejó ir los labios de su secretaria.

Liz, que no estaba lista para romper el contacto dejó escapar un pequeño quejido de insatisfacción. Cosa que hizo sonreír a Gabriel. Ambos se separaron, pero no redujeron la distancia.

Liz, pese a que no quería alejarse de Gabriel, lo dejó ir. Necesitaba volver a pensar con claridad. Con él cerca se le dificultaba un montón esa acción.

Gabriel la miró y Liz se sonrojó al ver un brillo peligroso reflejado en sus bellos ojos azules. Esta era la primera vez que la miraban con aquella intensidad.

Liz se fijó en que él, al igual que ella, respiraba de manera agitada. Algo dentro de ella se regocijó al ver que no era la única afectada.

Gabriel no pudo aguantar y se acercó a Lizbeth una vez más. Ella se estremeció al tenerlo tan cerca de su espacio personal. No sabia si estaba lista para una nueva ronda de candentes besos, pero tampoco se alejó.

Gabriel levantó una de sus manos y la acercó al rostro de Lizbeth. Como acto reflejo ella cerró los ojos y dejó que la mano de Gabriel reposara sobre una de sus mejillas. El beso no llegó, sin embargo, podía sentir el cálido aliento de Gabriel a pocos centímetros. No quería abrir los ojos. Si lo hacía, temía avergonzarse, cosa que terminaría con ella huyendo.

No hay más Liz asustada. Somos Liz audaz…por ahora.

De pronto, sintió como la frente de Gabriel caía sobre la suya. Su estómago revoloteó ante la expectación. Liz era consciente de que estaban en un espacio que no les daba privacidad, pero su sentido común al parecer andaba paseando en Marte.




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