Amor imprevisto

CAPITULO 11. “RELACIÓN”

Había transcurrido un mes desde que Lizbeth comenzó a trabajar para Gabriel, y ahora ese hombre, era nada más ni nada menos, que su novio.

Ambos sabían que era un tiempo poco razonable, pero ninguno estaba dispuesto a negar su atracción. Tanto Gabriel como Liz habían llegado a la misma conclusión: “Que pase lo que tenga que pasar.”

Una inevitable sonrisa se formó en el rostro de la muchacha. Liz aun no podía creer que Gabriel fuera su novio. Eso era locamente imposible, pero estaba sucediendo.

Pues no me queda más que creerlo. Ese hombre salido de libro es todo mío.

Liz dio un grito interno de felicidad y se sonrojó ante la idea de que él la quisiera a ella. Era irreal.

Liz, como cada lunes por la mañana estaba sentada en su escritorio esperando a que Gabriel llegase mientras ordenaba algunos papeles y redactaba correos.

—Buenos días, Lizbeth— saludo Gabriel con su característica voz varonil.

—Buenos días, señor. —respondió Liz mientras le regalaba una radiante sonrisa a su jefe.

Pese a que Liz había insistido un par de veces en que dejara de llamarla por su nombre de pila, Gabriel seguía llamándola Lizbeth, solo que ahora ya no detestaba tanto como sonaba. El cómo Gabriel pronunciaba su nombre, le hacía olvidar los malos recuerdos. Aun así, hizo una anotación mental: preguntar por qué no me llama Liz.

— ¿Los planes y novedades para hoy? — pregunto Gabriel como cada mañana.

Liz saco su libreta de apuntes y recitó.

—Ha llamado el ingeniero que está a cargo de la construcción de la mansión de la señora Mayer— Liz tomó un respiro—, al parecer no está yendo muy bien debido a los plazos. No me quiso dar muchos detalles, pero me pidió que le dijera que lo llame durante la mañana. — finalizó Liz.

Gabriel asintió.

Liz, después de todo, ya se había convertido en una secretaria eficiente. Era una lástima que solo le quedaran pocas semanas para trabajar a su lado.

— ¡Ah! —exclamo Liz— Hoy a las doce también tiene agendada la reunión con el equipo de finanzas.

Gabriel dejó escapar un suspiro de resignación. Al parecer, tendría un día agitado. De seguro no tendría tiempo de almorzar con Lizbeth cómo lo tenía previsto.

— ¿Sucede algo? —Pregunto Liz al ver el ceño fruncido de Gabriel.

—No es nada de lo que debas preocuparte— dijo él con una pequeña sonrisa.

Liz se encogió de Hombros. Si él decía que todo iba bien, ella no tenía motivos para no creerle. Liz aun no comprendía del todo los cambios de humor de Gabriel, pero, dado todo su trabajo, era algo comprensible. Al menos con ella, ya no se portaba grosero o intimidante.

Gabriel, antes de ir a encerrarse a su oficina, comenzó a caminar en dirección a Liz. El saber que no la vería durante el resto del día lo devastaba, así que necesitaba algo de energía para poder sobrevivir.

Liz le sonrió y eso hizo que su corazón se agitara. De verdad era feliz al tenerla.

Novia. Pensó él. Ahora es mi novia.

Gabriel había perdido las esperanzas de entablar una relación sentimental dada las malas experiencias. En algún momento de su vida se resignó a que siempre sacaría partido de su aspecto para tener encuentros casuales. Después de todo, podía dejar a Mia como su heredera. No necesitaba hijos y tampoco quería tenerlos con cualquier mujer. Mucho menos con una oportunista.

Gabriel miró a la Liz y observó por unos segundos esos hermosos ojos verdes que tanto le gustaban. Al ver los cristalinos y puros que se veían, se dio cuenta de que cualquier duda que tuviera sobre su relación en ese momento, ya no estaba más. Aún era difícil aceptar que ella lo quisiera considerando que él era tan, tan… bueno, tan él.

Liz sabía que la besaría. Pese a que no era la primera vez que lo hacía, estaba ansiosa de sentir sus labios. Besarlo siempre era una grata experiencia que la hacía volar.

¿Él de verdad la quería? Liz aceptaba que era una persona simple, normal, sin mencionar que no tenía ningún encanto que destacar, pero en estos momentos le gustaría tener algo que acentuar. De Maggie siempre escuchaba cumplidos, pero Liz sabía que lo hacía por ser su amiga, y porque la quería. En cambio, con Gabriel no estaba segura. Liz nunca tuvo confianza en sí misma. Sin embargo, una parte de ella solo esperaba que cualquier cosa que él hubiese visto en ella, nunca dejara de verlo.

Gabriel, ya cerca de Liz, alzó la mano para acariciar su terso y suave rostro. El tacto de Gabriel siempre era tierno, y Liz reparó en lo cálidas y suaves que estaban sus manos.

Gabriel estaba fascinado con la expresión de Liz. Nunca nadie lo había mirado con ese nivel de adoración, ni siquiera sus padres. Cada vez que la veía, sentía un calor en el pecho que lo llenaba.

Gabriel solo esperaba que ella se quedara con él para siempre.

Cuando tenía siete años, Gabriel, por primera y única vez, escuchó a su madre hablaba sobre el amor.

En ese entonces, Gabriel no comprendió cuando su madre le habló sobre ese sentimiento. Ella le dijo, con unos brillantes ojos soñadores, que cuando creciera, se sentiría feliz al encontrar a esa persona que lo llenaría de felicidad. Su otra mitad. Alguien que lo complementaria y que siempre trataría de ver lo mejor de él.




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