Gabriel estaba agotado. Su largo día había requerido mucho de su parte y solo deseaba que todo acabara pronto. Su único consuelo era que pronto vería el rostro de Lizbeth.
Gabriel, apenas terminó todo su trabajo, pisó a fondo el acelerador para llegar lo más rápido posible hasta su oficina. Aún tenía cuarenta minutos a favor y haría lo imposible para poder ver a Liz. El deportivo iba a toda velocidad a través de la autopista y Gabriel sonrió al imaginarse frente a Liz.
Negó con la cabeza. Solo había estado fuera de la oficina por un par de horas y ya la extrañaba, ¡Dios! Ni siquiera se quería imaginar como lo haría una vez ella ya no trabajara para él.
El joven CEO estacionó su auto y caminó o más rápido que pudo hasta el elevador. Los números subían demasiado lento para su gusto, pero cuando por fin apareció el 21, una alegría incontrolable lo inundó.
Lizbeth estaba imprimiendo papeles cuando lo vio.
Gabriel caminó rápidamente hacia ella y ambos se sonrieron.
—Pensé que ya no llegaría. Estaba imprimiendo las propuestas para su reunión de mañana. Solo tengo que corchetearlas y ponerlas en las carpetas. Ya mañana me encargo de ordenar la sala de reuniones para que todo se lleve a cabo de la mejor manera posible. —dijo Liz con una sonrisa.
Gabriel asintió y se acercó más a ella.
—Te extrañé—confesó Gabriel antes de darle un abrazo.
Liz dejó sus quehaceres y correspondió gustosamente el gesto.
—Puedes dejar eso para mañana. Vamos, te llevo a casa.
Liz asintió. Después de todo, ella solo se había quedado haciendo eso para matar el tiempo y ver si acaso podía verlo antes de volver a casa.
—Entonces voy por mis cosas. —dijo Lizbeth. Estaba feliz de poder pasar mas tiempo con Gabriel. Maggie hoy no podría ir a buscarla porque estaba arreglándose en el salón de belleza. Hoy era un día especial para ella y Liz no quería que gastara de su valioso tiempo en irla a buscar.
Ambos dejaron juntos la empresa y como siempre, no faltaron miradas curiosas. Ni Liz ni Gabriel les dieron importancia.
Los dos llegaron al deportivo de Gabriel, y como siempre, le abrió la puerta a Lizbeth en un gesto de caballerosidad.
El viaje fue ameno. No hablaron mucho y solo dejaron que la música les hiciera compañía.
Cuando llegaron a casa de Liz, Gabriel estacionó su auto y desabrochó su cinturón de seguridad. Liz, que estaba imitando su acción abrió los ojos con pánico.
—¡No! —gritó Lizbeth de la nada. —Espere aquí y no se mueva. Tengo que hacer algunas cosas primero. Saldré a buscarlo cuando todo esté listo. —dijo y salió corriendo del auto.
Gabriel se quedó con la boca abierta y una mano estirada, como si con eso pudiera hacer que Lizbeth volviera.
Liz entró en su casa como alma que lleva el diablo. Incluso su gata se espantó al sentir el fuerte puertazo que dio al entrar.
—No, no, no. Como se me ocurre traerlo cuando todo está hecho un chiquero. —se regañó Liz mientras recogía la ropa sucia y limpia que estaba amontonada en su sillón. Corrió a su habitación y tiró la ropa sobre la cama. También se apuró en quitarse la ropa de trabajo. No tenia tiempo para buscar ropa y al ver que gracias a dios tenía las piernas depiladas, tomó unos shorts deportivos negros con franjas blancas y una playera oversize con estampado de la mujer maravilla. Mantuvo su coleta, pero se la rehízo para que no le tirara tanto el cabello.
A toda velocidad volvió a la sala de estar y recogió la basura y loza sucia. Al menos no era muchas cosas que lavar. Pasó la aspiradora por donde pudo y regó desodorante ambiental. Cuando vio que todo lo había hecho en seis minutos, se sintió orgullosa.
Liz, con una sonrisa de satisfacción le hizo señas a Gabriel para que pudiera entrar.
Gabriel se detuvo frente a Liz y recorrió su cuerpo con la mirada. Trago saliva al ver su aspecto, pero ella no se dio cuenta de la intensidad de su mirada ya que su atención estaba puesta en que él no encontrara su casa demasiado desordenada.
—Vamos, entre. Hice que esperara porque tenia que ordenar algunas cosas y también quería cambiarme. —Liz jadeaba y Gabriel se preguntó que tanto había ordenado. Con una sonrisa dirigida a Lizbeth y con paso seguro entro una vez más en casa de Liz.
Se deleitó cuando el familiar olor primaveral inundó sus fosas nasales.
Gabriel caminó por la residencia con soltura y una vez más las fotografías llamaron su atención. En realidad, eran muchas fotos, pero solo eran Lizbeth y una chica rubia. Ni indicios de familia.
Liz estaba detrás mirando la ancha espalda de Gabriel mientras él miraba las fotos junto a Maggie.
Su amiga era una fanática de los viajes y las fotos. Además, Maggie había insistido en “inmortalizar” su amistad.
Sin darse cuenta, sus manos comenzaron a sudar. Maggie era la única constante en su casa. También había venido Lucas, pero él no la ponía tan ansiosa como Gabriel. ¿Qué pensará de su casa? ¿era muy pequeña?
Liz negó con la cabeza. Su casa era pequeña pero linda. A ella le gustaba porque se sentía cómoda en este lugar. Tampoco tenia más familia o hermanos como para aspirar a algo mas grande. Además, era barata.