Amor imprevisto

CAPITULO 13. “CONTENCIÓN”

Gabriel hasta el momento, nunca fue testigo de una expresión tan fría e indiferente como la que ahora tenía el rostro de Liz.

Estaba confundido. Lizbeth presentó a la mujer como su madre. Entonces, ¿por qué el lenguaje corporal de Lizbeth se veía incómodo?

—Vete por favor. — dijo Liz, con voz ronca.

—Lizbeth...—suplicó la mujer. Aunque no fue capaz de terminar su oración ya que, con un gesto de su mano, Liz la hizo callar.

—No quiero verte. Por favor vete. No me hagas repetirlo una vez más. —La voz de Liz era desgarradora, pero Gabriel solo se limitó a observar.

En silencio, Gabriel analizó a la persona que estaba frente a Lizbeth. Parecía rondar los treinta. Sin embargo, si era la madre de Lizbeth y ella actualmente tenía veintitrés, era imposible que fuera tan joven. Tenía que ya estar entrada en los cuarenta.

El parecido entre ambas era impresionante. Ambas con el cabello oscuro y el color de piel lechoso, e incluso tenían la misma figura, siendo Lizbeth un poco más delgada. Lo único diferente era el color de ojos.

— Lizbeth, ¿Está todo bien? — se atrevió a preguntar Gabriel. No podía quedarse callado y observar si Liz tenía tal expresión de dolor.

Liz abrió los ojos al percatase de la presencia de Gabriel.

¿Tenía que pasarme esto justo hoy?

—Yo...yo solo…— Liz miró a Gabriel sin saber que excusa dar.

Liz quería ser sincera y sabía que tarde o temprano hablarían de ello, pero pensó que tendrían tiempo. En su ingenua cabeza esperaba que eso sucediera cuando Gabriel la quisiera aún más. En el fondo, solo tenía miedo de que Gabriel huyera de ella cuando supiera que era una chica rota y con miedo al abandono.

Ver a su madre después de tantos años era la última cosa que esperaba. Y estar ahora frente a ella le provocó una ola de desagradables sentimientos.

Quería desahogarse y gritar un montón de cosas. De pronto, quería llorar y reír por las malditas vueltas de la vida. Porque a veces, la vida podía ser una perra y arrojarte la peor mierda cuando por fin estabas comenzando a disfrutar de la felicidad. Sin embargo, no haría nada. No quería mostrarle su lado patético y débil a Gabriel. Sobre todo, no quería que su madre la viera llorar. Lo hizo demasiadas noches y ya no le daría esa satisfacción.

— ¿Eres el novio de mi hija? — preguntó la mujer con una mirada expectante.

Gabriel miró a Liz en busca de una señal de aprobación para poder hablar, pero ella tenía la mirada en el suelo.

—Gabriel Wells, un placer. —respondió estirando su mano, con cortesía, ya que no sabía que más hacer.

Los ojos de la mujer brillaron ante la revelación del nombre.

—Lamento mi imprudencia. Como te habrás dado cuenta, soy la madre de Lizbeth, mi nombre

es Rose Phillips— ella tomo la mano de Gabriel para estrecharla y le sonrió.

—¡No seas hipócrita! No tienes ningún derecho a venir a mi casa y fingir ser una buena madre. ¡No después de haberme abandonado hace siete años! —escupió Liz con la voz cargada de odio.

—Hija…yo…— la voz de Rose se escuchaba herida.

—No me vengas con falsa tristeza. Tengo veintitrés años, no seis. Te conozco bien. —dijo Liz con la voz quebrada. Maldita sea, estaba a punto de llorar. —Y creo haber dicho que te fueras. — Liz apretó sus ojos. Definitivamente no le daría el lujo de llorar frente a ella. ¿Quién se creía al aparecer así, como si nada hubiese pasado?

Su madre se había marchado hace siete años. Se marchó sin dar explicación o dejar una nota. Liz la lloró más noches de las que podía recordar y aunque no le gustaba admitirlo, ya tenía edad suficiente y ya no era esa adolescente que lloraba en los rincones porque necesitaba a su madre. Liz aprendió por las malas a sobrevivir sin ella.

Liz miró a su novio y éste pudo ver la tristeza reflejada aquellos hermosos ojos verdes que tanto le gustaban. Estaba herida y ahora comprendía porque no había fotos familiares. Ella no tenía familia.

Gabriel nunca imaginó aquella situación.

¿Qué puedo hacer por ella? Pensó Gabriel con desesperación.

— ¿Nos vamos? — preguntó Liz con la voz firme y la mirada clavada en sus ojos.

Gabriel la observo con el ceño fruncido.

—Íbamos a ir al cine. — agregó Liz con mirada suplicante. Ella solo anhelaba que esa mujer desapareciera de su vista.

Gabriel capto su mensaje y asintió con la cabeza.

—Claro, pero será mejor que te vistas rápido. La película comienza en veinte minutos.

Liz suspiro de alivio. Le dio una última mirada a su madre y se giró para volver a la calidez de su hogar. Dudó sobre dejar a Gabriel a solas con su madre, pero huir era su principal objetivo, así que no dudó.

Gabriel miro su reloj fingiendo que no estaba incómodo. No sabia que decir y la señora parecía no querer marcharse.

Por favor, Lizbeth. ¡Apúrate!

Después de lo que pareció una eternidad, Liz apareció con ropa casual y un abrigo en las manos.




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