Amor imprevisto

CAPITULO 17. “CERCA”

Liz ladeó la cabeza al ser consciente del pesado ambiente que se había formado entre Gabriel y Darío.

— ¿Quién eres tú? — preguntó Gabriel sin rodeos y con la mirada fija en el desconocido hombre frente a él.

Darío podía sentir como la mirada de Gabriel lo asesinaba. Sin embargo, esbozó su mejor sonrisa y estiró su mano para presentarse.  

—Soy Darío Klein, un placer.

Gabriel dudó, pero tomó la mano de Darío y la estrechó con un fuerte agarre, el cual transmitía una advertencia.

Liz, para romper la tensión tomó el brazo de Gabriel. Él la miró a tiempo para ver su radiante sonrisa.

—No te esperaba, pero me alegro de que hayas venido—. susurró Liz mientas recostaba su cabeza en el brazo de Gabriel. Eso inmediatamente lo relajó.

—La idea era darte una sorpresa. Me alegra que haya funcionado—Gabriel sonrió, pero de inmediato su mirada volvió hacia la persona de pie tras la joven.

—Sin duda, esto ha sido la mejor parte de mi día. Te extrañé mucho—confeso Liz. De verdad estaba muy feliz al ser capaz de tenerlo junto a ella.

—Ejem. Supongo que estoy sobrando aquí—dijo Darío con una sonrisa de medio lado. Después de todo, él solo estaba tanteando terreno. No obstante, antes de abandonar a la feliz pareja le dio una última mirada a Liz y guiñó un ojo en su dirección. —Nos vemos en clases—Darío se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a la universidad.

A Liz le subió un escalofrío por la espalda y miro a Gabriel, quien miraba a Darío fijamente.

Liz suspiró. Solo esperaba que las cosas no se complicaran demasiado.

 

* * *

 

Gabriel estacionó su deportivo en la acera, bajó y caminó hacia el lado del copiloto donde estaba Liz para abrirle la puerta.

Liz a su vez, estaba concentrada buscando las llaves de su casa. Esta vez no se sorprendió al ver el caballeroso gesto de su novio. Aunque eso no significaba que no lo valorara. Liz amaba esos pequeños gestos.

Liz una vez fuera del deportivo, caminó hasta su casa y deslizó la llave en la cerradura. Su casa estaba fría debido a que llevaba todo el día fuera.

Liz hizo pasar a Gabriel una vez más a su morada mientras ella tiraba su bolso sobre el sofá.

Mila, la gata de Liz pareció desde el pasillo y le maulló a su humana.

—Ya llegué—le dijo Liz a la felina. Mila la miró unos segundos y con la gracia que poseía, la ignoró y caminó hacia el invitado.

Gabriel sonrió mientras veía como la gata salía de la casa tras restregarse en sus pantalones un par de veces.

—No te lo tomes muy personal, Mila tiene aires de grandeza—bromeo Liz refiriéndose a Mila.

Gabriel cerró la puerta y se sentó en el sofá.

—Iré a cambiarme de ropa ya vuelvo—dijo Liz con una sonrisa de disculpa.

—Anda, yo no iré a ningún lado—respondió Gabriel mientras le sonreía.

Liz desapareció y con la velocidad de un rayo se cambió a su habitual ropa deportiva. Cuando apareció en la sala, Gabriel hablaba por teléfono.

Con paso ligero para no interrumpir a Gabriel, Liz se encaminó hacia su pequeña cocina para prepararse una taza de café, la cual necesitaba debido al agotador día. Aunque el café también era una excusa, ya que se moría de ganas por probar las galletas que le había traído Maggie desde su casa. Anna, la cocinera de la familia de Maggie era una excelente repostera que hacía postres de dioses.

 

Gabriel colgó el teléfono y se encogió de hombros cuando su mirada se encontró con la de Lizbeth.

—Era una llamada de mi hermana. Mía quiere entradas para el concierto de una cantante llamada Mariana Grande o algo así. —Dijo Gabriel con el ceño fruncido.

Liz no lo pudo evitar y se rio. Gabriel frunció aún más su ceño.

—Querrás decir Ariana Grande—Liz aún se reía.

Gabriel sonrió al ver como Lizbeth se limpiaba una lágrima que se había escapado por haberse reído tanto.

—Esa misma. No es mi culpa, Trina tampoco sabe cómo se llama la cantante. Mia cambia su fanatismo cada tres meses. Es imposible retener tantos nombres—dijo Gabriel a la vez que caminaba hacia donde estaba Liz.

— ¿Qué haces? —le preguntó cuando vio que Liz sacaba dos tazas trasparentes.

—Haré café. Quiero comer las galletas que Maggie me trajo ¿Te unes? —preguntó Liz con una sonrisa.

—Claro, eso suena genial. —Gabriel le sonrió de vuelta.

Ambos prepararon el café y diez minutos después, los dos estaban sentados en el sofá disfrutando de las galletas de Anna. Ahora los dos se encontraban mirando la primera película de Harry Potter luego de que Liz lo convencer de iniciar la saga de películas.

—Si no las quieres ver, ahora es momento de arrepentirse. Mira que después no habrá vuelta atrás—advirtió Liz mirándolo a los ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.