Amor imprevisto

CAPITULO 19. “SOSPECHA”

Ha pasado una semana desde que el padre de Maggie sufrió su infarto y se hospitalizó. Pese a todo lo acontecido, Liz y Maggie debieron continuar con sus clases.

—Te ves lamentable para ser mitad de semana. — le dijo Darío a Liz.

Liz, como de costumbre, hizo caso omiso al comentario y apuró su paso para abandonar el aula. No comprendía como luego de dos semanas y de muchas indirectas, el profesor aún seguía intentando hablarle.

Liz había visto en primera persona lo inteligente que era su profesor. Sin embargo, esa inteligencia no parecía aplicarse al área social, ya que no era capaz de captar las indirectas de rechazo que ella emanaba cada vez que lo veía.

— ¿Te han dicho que te ves realmente linda cuando me ignoras? —bromeo Darío. No obstante, lo único que consiguió como respuesta fue una mueca de disgusto. No es que Darío no se diera cuenta del rechazo de Liz, simplemente no le daba importancia. El joven profesor tenia la esperanza de que en algún momento ella bajaría la guardia y podría volverse cercano a ella. Aunque sus intentos estaban demorando más de lo planificado.

Liz colocó los ojos en blanco y eso hizo reír a Darío. Cuando había pensado que era divertida, no estaba equivocado. Lizbeth era alguien muy interesante de observar.

Al ver que Lizbeth abandonaba el aula donde recién había finalizado la clase de neurología avanzada, Darío comenzó a caminar al lado de Liz. Ella aun lo ignoraba.

Luego de ver que el profesor la seguía, Liz detuvo su caminar. El consejo de Maggie sobre ignorarlo no estaba dando resultados, así que era hora de encararlo.

—Es usted una persona demasiado insistente—. Dijo Liz con irritación en la voz a la vez que giraba para encarar al profesor. —En primer lugar, ni siquiera sé por qué insiste en hablar conmigo. No somos amigos y no tengo interés en serlo—. Liz puso mucho énfasis en las últimas palabras.

Darío le sonrió de medio lado. Eso solo logró que Lizbeth se irritara más.

—Quiero que deje de mirarme fijamente en las clases y que deje de seguirme al salir del salón de clases. Usted es solo un profesor, no tengo intenciones de profundizar en una amistad. ¿Acaso no soy clara? —preguntó Liz mientras se volvía a girar y reanudaba su marcha.

Darío se quedó de pie, observando como la pequeña joven se alejaba de él a grandes zancadas. Darío sonrió y comenzó a caminar en la dirección contraria. Por hoy le daría espacio. Ya había cumplido con su cuota diaria al molestarla.  

Darío caminaba aun con una sonrisa en su rostro mientras tarareaba una desconocida canción. Su mañana había sido divertida, era una lástima tener que volver a encerrarse en esa estúpida habitación de hotel.

La mente de Darío le proyecto a Liz haciendo una mueca. La sonrisa del profesor se enanchó aún más. Cuando se dio cuenta de ello, Darío se detuvo y frunció el ceño.

Demasiado extraño. ¿yo estoy sonriendo al pensar en otra persona?

Un sudor frio recorrido la espalda de Darío. Era imposible. Su objetivo seguía siendo claro. Él estaba acercándose a Lizbeth por dinero. No había otro motivo. Darío negó con la cabeza y reanudó su paso.

Darío jamás podría admitir algo de lo que no era consciente. Lizbeth se había convertido en alguien significativo para él.

La había analizado por dos semanas y aunque la vida de la muchacha era aburrida era divertido estar con ella. Le divertía ver como sus expresiones de disgusto se reflejaban en su rostro cada vez que lo veía. Para ser sincero, había pensado en renunciar ya que dar clases era algo demasiado engorroso para él, pero el saber que Lizbeth estaría en sus clases hizo que se esforzara. Ella era el principal motivo por el cual permanecía en aquella universidad.

Se había repetido demasiadas veces que ella era solo un objetivo, pero esa misma chica, en tan solo dos semanas, fue capaz de hacerlo sonreír de manera sincera. Algo que no hacía desde que era un adolescente.

Darío aun no sabía que Lizbeth se estaba convirtiendo en algo que ni siquiera él era capaz de reconocer. Solo quedaba esperar que, no se diera cuenta demasiado tarde.

 

* * *

 

Liz en cuanto salió de clases se fue directo al hospital.

Maggie había optado por saltarse la de la mañana y Liz le prometió tomar apuntes y quedaron de juntarse en el hospital a penas Liz saliera.

Liz, se apresuró a salir del edificio, y como cada día desde que entró a clases, lo primero que vio fue el ya familiar deportivo de Gabriel. Liz sonrió mientras corría hacia el auto.

Liz se subió al asiento del copiloto, y con una amplia sonrisa le dio un beso en los labios a Gabriel a modo de saludo. Esta era sin duda la mejor parte de su día. Con solo ver a Gabriel algo dentro de ella se renovaba.

— ¿Maggie está en el hospital? — preguntó Gabriel mientras ponía en marcha el coche.

Liz asintió con la cabeza.

—Si. Me dijo en la mañana que no vendría a clases para hacerle compañía a su padre. Me explicó que su madre tenía algunos asuntos que atender y que luego pasaría al hospital. —Gabriel asintió ante la explicación de Lizbeth mientras fijaba su trayecto hacia el hospital.




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