Amor imprevisto

CAPITULO 24. “IMPOSIBLE”

—Oh querida, estás hermosa—. Dijo Trina, mientras envolvía a Liz en un cálido abrazo.

Liz, correspondió el gesto, avergonzada.

—Me alegro de que hayas podido venir pese a que la reunión fue tan encima.

—Vamos, pasemos al comedor. Mia ya está sentada y lista para comer.

Liz tomó la mano de Gabriel para sentirse más segura. Estaba nerviosa, no sabía que decir o cómo actuar. Si tan solo Gabriel le hubiese avisado con antelación habría tenido más tiempo para prepararse.

—Relájate. Estamos aquí para pasar un buen rato. Pese a todo, mi hermana es una buena persona—Dijo Gabriel para calmarla.

Liz sonrió ante el comentario. El nerviosismo se había con solo unas palabras de Gabriel.

Los tres hicieron su camino hasta el comedor, el cual era un espacio de gran tamaño, pero no lo suficiente como para ser abrumador.

Liz se asombró con la gran cantidad de comida que había depositada sobre la mesa.

—Viniste. Me guta que hayas vinido a jugar conmigo. —Saludó Mia.

Liz le sonrió y asintió a sus palabras. La niña se veía demasiado adorable con su vestido blanco.

—Vamos a sentarnos o la comida se enfriará. —dijo Trina, mientras tomaba asiento al lado de su hija.

Liz, se ubicó junto a Gabriel y comenzaron a comer.

Wooow. Esto está delicioso.

La comida era variada y había todo tipo de ensaladas. Los cuatro comieron en silencio por un momento, pero Liz seguía sintiéndose incomoda. Pese a que los padres no estaban, sentía que en cualquier momento comenzaría el interrogatorio. Y no se equivocó, porque de pronto la niña miró a Liz y preguntó.

—Oye. ¿Ahoda si eres la novia re mi tio? —preguntó Mia mientras la miraba con ojos curiosos.

Liz sonrió avergonzada, pero asintió. Mia sonrió.

—Me gustas y tamben me gusta que te guste mi tio.

Liz casi escupe su jugo. Miro a Gabriel y vio que estaba sonriendo.

—¿Llevan saliendo mucho tiempo? —preguntó Trina.

—Algunos meses. —respondió Gabriel.

—¿y has hablado con nuestro padre?

Gabriel negó con la cabeza. No había tenido tiempo para hablar con él. Había cumplido su parte del trato, y le preocupaba que se retractara. No obstante, Gabriel estaba dispuesto a luchar por su felicidad con Lizbeth. Si tenia que comenzar de cero con ella, estaba dispuesta a sumir ese riesgo. Lizbeth lo valía.

Liz escuchó la conversación con atención. Pese a que sabia los detalles, aun no podía creer que el padre de Gabriel fuera alguien tan cruel.

—Es mejor dejar claras las cosas. Sabes que papá es llevado a su idea y que, si no le agradan las cosas, se deshace de ellas. Pero eres su heredero, intentará hacer que cedas. Resiste, pero si quieres huir, no dudes y hazlo.

Gabriel cortó su carne y asintió. El respetaba a su padre por todo lo que había logrado. No obstante, no permitiría que controlara su vida.

—En fin. Decidan lo que decidan —dijo Trina mirando a la pareja. —, no dejen que mi padre arruine sus vidas. Porque lo va a intentar.

Gabriel y Liz la miraron. Ninguno pensaba rendirse. Si querían ser felices, tendrían que enfrentar obstáculos y estaban listos.

Una hora después y luego de dejar los temas sensibles a un lado. Trina, Gabriel y Liz hablaron de muchas cosas.

Liz descubrió que Trina tenia una tienda donde vendía sus diseños, los cuales eran exclusivos y muy solicitados, sobre todo por celebridades. Aunque todo funcionaba bajo un seudónimo ya que no quería hacer pública su imagen.

Trina igual supo más de Liz y hablaron sobre sus estudios. Gabriel más que nada se limitó a escuchar y ver como ambas se hacían más cercanas.

 

***

 

Faltaban cinco minutos para las una de la mañana cuando Gabriel arrancó su deportivo para llevar a Liz a casa.

—Se nos hizo más tarde de lo que estimé—dijo Gabriel.

—No importa, mañana no tengo clases. —Dijo Liz dando un gran bostezo. —Así podré dormir hasta tarde.

—Si quieres, puedes dormir. Te despertaré cuando lleguemos— ofreció Gabriel.

—Te tomo la palabra. Estoy muerta de cansancio—dijo Liz. Entonces, reclinó el asiento y se acomodó. NO tardó en quedarse dormida.

Unos suaves labios le obligaron a abrir los ojos.

—Por fin—dijo Gabriel con una sonrisa—, creí que tendría que hacer algo más para lograr despertarte.

Liz quedó colorada al escuchar esas palabras, pero se repuso y se reacomodó en el asiento.

—Será mejor que bajes—dijo Gabriel, mientras acariciaba la mejilla de Liz—. De lo contrario, no creo que pueda dejarte ir.

Liz sonrió.

—Entonces te veo mañana—respondió Liz antes de depositar un fugaz beso en los labios de Gabriel. —Que descanses.




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