Seúl. 2028.
Eran las seis de la mañana de un frío día de invierno y, si bien faltaba poco para que terminase, todavía estaba amenazando con nevar. Corea es un país con crudos inviernos y duras nevadas, así que nunca está demás salir con un abrigo extra guardado en la mochila y bien informada acerca del pronóstico del tiempo. A mi edad, es parte de ser adulto prestar atención a ese tipo de cosas.
Llevo viviendo aquí unos tres años, llegué desde Argentina buscando un futuro mejor, un lugar adonde pasar mis años de adulta lo más tranquila posible. Mi trabajo me permite manejar mis propios horarios y ser todo lo solitaria que yo quiera, así que Seúl es una gran ciudad si uno quiere no ser notado. Las personas se preocupan por sus propias cosas y no andan fijándose en los demás, una situación ideal para mí.
Vivo en un hermoso departamento con vista al río Han, es pequeño pero confortable. Lo único que necesito es una habitación extra para usar de oficina en mis horas de trabajo, que también suelo usar para leer y relajarme cuando es necesario. Una cocina espaciosa tampoco está demás, me gusta cocinar aunque sea para mí sola, vivir de delivery no es lo mío definitivamente.
Ser una persona nocturna también es bueno en esta ciudad, puedo conseguir lo que necesito a cualquier hora de la noche y suelo estar despierta hasta altas horas, por lo que tengo la costumbre de dormir hasta recién entrada la tardecita y levantarme a la mañana temprano es lo último que me gusta hacer.
Supongo que estar despierta y en la calle a las seis de la mañana, con este frío, no es más que una pequeña piedra en mi rutina. Lamentablemente hay que hacer un sacrificio de vez en cuando si lo que se quiere es progresar en la vida, así que acá estoy, en la puerta de una gran compañía disquera esperando para mi entrevista con el gerente general. No es que vaya a dejar de ser autónoma, nada de eso, pero una oportunidad de ganar buen dinero se acaba de presentar y no soy quien para desaprovecharla.
Trabajo como traductora, especializada en videos musicales. Siempre quise que la música en otros idiomas pudiera llegar a la mayor cantidad de personas posible y, con mis cuatro idiomas a cuestas, tengo altas posibilidades de llegar a un mayor público; eso hizo que mi nombre empezara a ganar notoriedad entre toda clase de músicos y bandas. Desde que llegué a Corea he trabajado duro tanto con músicos japoneses como coreanos, subtitulando sus videos musicales al inglés y al español (y también entre sí). Aparentemente mi nombre llegó a oídos de una gran empresa que está interesada en expandir su mercado y están en la búsqueda de una traductora oficial para sus bandas de K-pop. Quieren alcanzar tanto el mercado latino, como el estadounidense de manera masiva y prometen una buena compensación por mis conocimientos al respecto de estos lenguajes.
Una vez dentro de la gran puerta giratoria vidriada, vislumbré el lobby del edificio. Corea es un país moderno sin lugar a dudas, quedando perfectamente demostrado en el estilo del interior. Paredes blancas adornadas con fotos y cuadros de los artistas de la empresa, cubrían los pasillos de paredes pulcramente pintadas de blanco. Los mullidos sillones del lobby, contrastaban con las paredes gracias su color rojo bermellón. Grandes ventanales de vidrio cubrían la extensión de la pared que daba a la calle y, por supuesto, las medidas de seguridad eran dignas de un banco suizo. Me acerqué a la recepción, una hermosa y joven chica se aproximó a mí con una amplia sonrisa, dibujada en sus labios pintados de color rosa pastel.
— Buenos días, mi nombre es Victoria Johnson, estoy aquí para una entrevista con el gerente general— Dije en un coreano fluido.
— Buenos días Victoria ssi, por favor espere un momento por allí— dijo, señalando un sector donde los sillones se agrupaban frente a una mesita ratona, repleta de revistas—le avisaré cuando pueda pasar. Tome esta tarjeta para ser presentada ante el personal de seguridad.
— Gracias... —girando sobre mis tobillos, me acerqué al sillón que más mullido me pareció, quedando de frente a la puerta giratoria. Me resultaba entretenido ver el ir y venir de la gente. Mucho más que las revistas apiladas frente a mí.
Un grupo de hombres jóvenes atraviesa la puerta giratoria, charlando y bromeando entre sí. Pasaban de los treinta por poco. Todos ellos eran muy atractivos. Todos en ese lobby lo eran, ahora que lo pienso, pero este grupo en particular captó toda mi atención.
Por un momento me había olvidado que estar mirando a los extraños directamente, es mala educación y supongo que mi cara habrá dejado todo dicho en el preciso momento en el que los vi. Sobre todo a uno de ellos de cabello rubio y labios carnosos. Bastante alto, delgado pero parecía fibroso, una cara de ángel que cualquiera miraría sin detenerse a pensar en lo que hace (como eso de mirar a los extraños)... En fin, el espécimen humano más hermoso que haya visto.
— Victoria ssi —la recepcionista me llama, sacándome de la concentración con la que miraba a aquel hombre —El señor gerente ya está listo para recibirla.
— Muchas gracias —respondí sonriendo
— Pase por esas puertas de vidrio de la derecha y desde ahí el personal de seguridad le indicará el camino —haciendo señas de azafata, la secretaria me indicó muy amablemente el camino.
Me levanté, tomé mi tarjeta y fui hacia las puertas vidriadas sin dudar un segundo. Por alguna razón no me sentía nerviosa, siendo yo una persona ansiosa eso era mucho decir. Después de todo, en estos momentos no estoy económicamente mal y si esto no sale, no tengo nada de qué preocuparme. Le mostré mi tarjeta al empleado de seguridad que se encontraba sentado en el escritorio, apenas pasé las puertas. Con una sonrisa me indicó el camino que debía seguir hasta la oficina del gerente, Los coreanos no suelen sonreírle a la gente, mucho menos porque sí, así que me sentí gratamente sorprendida.