Me despierta un estruendo proveniente de mi celular. Miro la hora: las dos de la tarde. ¡Mierda que estaba cansada! Entre las pocas horas de sueño que llevaba encima y los nervios que me atacaron en el medio de la entrevista, no había lugar más que para dormir. Con los ojos todavía entrecerrados tomo mi teléfono, tenía un mensaje del señor Lee: "Si le parece bien, mañana nos reuniríamos a las 21hs para cenar, ese el único horario disponible para todos. Por favor confirme apenas pueda, para que le envíe los detalles"
«Al fin una reunión que no es a las seis de la mañana y que me da tiempo de hacer mis cosas»
Presioné el botón de responder: "Por supuesto, no hay ningún inconveniente con ese horario. Espero los detalles entonces. Que tenga un buen día."
Dejé mi teléfono en la mesa de luz, para cerrar los ojos al menos otros veinte minutos. Me cuesta sostener mis párpados separados, pero cuando al fin lo consigo pongo música en mi celular y me dispongo a levantarme. Nada mejor que empezar mi día escuchando música agradable mientras me lavo la cara y me preparo para empezar. Suelo tomarme el momento de despertar, con mucha calma. No me gusta andar a las apuradas y no tener tiempo de que mi cerebro reaccione. Normalmente, me toma un par de horas conseguir que se ponga en funcionamiento.
Me dirijo a la cocina, tomo una taza del estante y me sirvo un café recién hecho. « Bendito sea el temporizador de la cafetera», pensé en voz alta. Más o menos sé cuántas horas extra voy a dormir, así que soy lo suficientemente precavida como para dejar la cafetera preparada. No hay día bien comenzado, si no tiene ese condimento inicial. No tengo sillas en mi departamento, sólo unos cuantos almohadones contra la pared y una mesa ratona que uso para todo, ese es mi espacio de "desayuno" elegido para este momento. Mientras la música sigue sonando, sorbo mi café en silencio y mirando a la nada. Acabo de darme cuenta de que ni siquiera pregunté el nombre de la banda para la que tengo que trabajar, pero en fin, ya me enteraré. No es nada grave.
Una hora después de mirar la pared en completo silencio, el café terminado y la voluntad recuperada, decido darme una ducha para terminar de despejarme. En lo que me estoy desvistiendo suena mi celular nuevamente: "Restaurante Flavors, 21hs, le enviaré la ubicación exacta del lugar. Nos vemos mañana, Victoria ssi"
No tengo más que un escueto "Ok. Hasta mañana, señor Lee" para responder.
La ducha estaba deliciosa... ¿ahora qué hago?, debería ponerme a trabajar pero todavía no tengo ganas, además suelo hacerlo de noche. Probablemente me dedique a limpiar mi casa, ordenar mi espacio de trabajo y salir a hacer algunas compras porque, después de todo, tengo que comer y no puedo vivir en un chiquero.
Después de todo un día de hacer mis quehaceres hogareños, haber cenado y trabajado por unas cuantas horas, es momento de relajarse. Son las tres de la mañana. Un sahumerio, música relajante, un libro interesante y a dormir. Estoy un poco nerviosa por la cena de mañana, me pregunto con quienes trabajaré y si les caeré bien. A pesar de gustarme mi soledad también me gusta llevarme bien con mis clientes. De todos modos, no tiene sentido ponerse ansiosa por eso ahora. Mejor relajarse e intentar descansar, los años de insomnio por culpa de la ansiedad quedaron atrás. Prefiero no recordar eso.
Doce del mediodía, mi alarma suena. Mi rutina vuelve a empezar. Cerrar los ojos 20 minutos, poner música, lavarme la cara, tomar mi café con cara de nada mirando la pared y pensar que hago hoy. Aunque, hay una pequeña diferencia, esta noche es la cena con el señor Lee y los chicos de la banda y NO SE QUE MIERDA PONERME. Es un buen momento para empezar a hurgar en mi ropero porque no sé qué hacer. El instante en el que la pila de ropa empieza a acumularse, es aquel en el que una se da cuenta de que no tiene idea que tipo de reunión va a ser. No quiero ir demasiado formal y pasarme de la raya, nada demasiado llamativo, nada de colores estruendosos... YA SE. El vestido negro suelto a la rodilla, unas botas de taco medio con caña baja y por supuesto, abrigo hasta la cabeza porque todavía estamos en invierno. No me tengo que olvidar de las medias porque las piernas se me van a quedar como dos columnas de hielo. SI, así está bien.
Pelo suelto, los rulos al viento, maquillaje sutil para no parecer una loca y obviamente el infaltable perfume porque no puedo salir sin él. Dejo todo listo arriba de la cama, guardo el tiradero que dejé y ya con la mente despejada puedo empezar con mis tareas. No suelo planificar el día, ni la semana, ni el mes, ni nada. Soy una improvisadora, así que decido en el momento según lo que tenga ganas de hacer y hoy... No tengo ganas de hacer nada. Es día de series y procrastinación, al menos hasta que tenga que empezar a prepararme. Todavía tengo unas cuantas horas disponibles.
Miro la hora en mi celular, ya son las ocho y cuarto, llegar al restaurante me lleva unos veinte minutos si tomo un taxi. Todavía me queda un poco de tiempo para ultimar detalles, acomodo mi cabello y me pongo mi perfume favorito, ese del olor dulce que deja una leve estela de aroma cuando paso. Hora de salir, no sin antes comprobar por enésima vez que me veo bien.
Llego al lugar a las nueve en punto, entro y la recepcionista muy amablemente me indica la mesa que el señor Lee había dejado reservada. Hay una sola persona sentada ahí, el mismo hombre que había mirado embobada la mañana del día anterior. Me acerco a la mesa y lo saludo, aunque preferiría que me tragara la tierra.
—Buenas noches, soy Victoria — le dedico una pequeña reverencia. En cuanto levanto la cabeza lo veo sonriendo, muy divertido. Me estira la mano para que la estreche y así lo hago.
— Buenas noches, soy Park Jimin, un gusto conocerla. Me hablaron mucho de usted, el señor Lee nos contó todo sobre su reunión de ayer.