Un par de cuadras después, aparece un hermoso parque frente a mí. Necesito sentarme unos minutos a descansar y disfrutar, aunque sea un poco, del primer día de primavera. No quiero pensar en lo que acaba de pasar hace unos minutos, no quiero pensar en nada.
El parque está repleto de árboles de cerezo, son una especie muy apreciada tanto en Corea como en Japón y ver su floración es uno de los espectáculos más hermosos del planeta. Estamos cada día más cerca de que esos pimpollos estallen en flores blancas, los veré sola, como todos los años.
«Como sea, lo voy a disfrutar de todos modos»
Una media hora después de tomar aire sentada en el parque, decido que es hora de irme. Ya no tengo ganas de seguir caminando, prefiero tomar un taxi, llegar a casa y descansar. No tengo ánimos para nada más.
Le hago señales a un taxi en la avenida, le doy las indicaciones y vuelvo a mi música. «Espero que Jimin esté bien», es todo lo que se me ocurre pensar, a pesar de sentirme como la misma mierda.
Al llegar a mi apartamento, dejo mis zapatillas en la entrada junto con mi bolso. Saco las cosas que necesito y me dirijo a la cocina a prepárame un té de hierbas, en este momento sólo quiero relajarme, aunque no sé si pueda hacerlo.
Una vez tengo mi té, me acomodo en los almohadones sosteniendo la taza calentita en mi mano. Debería tomar una decisión acerca de Jimin, antes de que las cosas se vayan al garete. La tomaré luego del té y de dormir un rato. Estoy cansada, mi cabeza no está en condiciones de pensar en nada en este momento.
Tomo mi té a pequeños sorbos, dejando la mente en blanco mientras miro a través de la puerta balcón. Cada vez que un pensamiento intenta asaltarme, lo reprimo inmediatamente.
Dejo mi taza vacía sobre la mesa y, una vez en mi habitación, miro mi celular.
JM: Noona, estoy preocupado por ti, por favor aunque sea dime que estás bien.
Jimin había dejado un mensaje de texto hace unos minutos. No voy a contestarle, quiero que se aleje de mí.
Apago el celular inmediatamente, la tentación de contestar es fuerte, pero en este momento no me siento en condiciones de hacerlo. Cierro las cortinas de mi habitación, me acuesto y abrazo una de las almohadas. Todavía huele a él... Inmediatamente las lágrimas empiezan a fluir sin parar, sé lo que tengo que hacer... No quiero hacerlo. Así, llorando, caigo en un sueño profundo. Un sueño del que no quisiera despertarme...
Cuando abro los ojos, ya es de noche. No sé qué hora es, mi teléfono está apagado sobre la mesa de luz. Al encenderlo, tengo tres llamadas perdidas y unos cuantos mensajes de Jimin, esperando a ser leídos, en la bandeja de entrada. No sé si aplaudir su insistencia o enojarme por ella, hoy no estoy de humor para esto.
Jimin no tiene la culpa, lo sé, pero estoy segura de que si hablo con él ahora, va a hacer que me arrepienta de la decisión que acabo de tomar. Primero tengo que ponerme fuerte y convencerme de que dejarlo ir es lo mejor para los dos, sobre todo para él. No quiero ser una carga en su existencia y yo estoy acostumbrada a sobrevivir por mis propios medios, bajo ningún punto de vista voy a exponer a Jimin a ninguna clase de discusión como la de hoy. De ninguna manera.
Ya son las nueve de la noche, todavía no he comido nada. No tengo hambre de todos modos, prefiero tomar un café y quizás intentar relajarme un poco. Debo pensar de qué manera decirle que ya no quiero seguir con esto. Una excusa convincente, algo que me sirva de ayuda para que no insista; una cara de piedra que no demuestre el dolor que me causa dejar esto así, apenas comenzado. ALGO.
El timbre de mi apartamento interrumpe mis pensamientos, es Jimin. Lo reconozco debajo del barbijo y la gorra con visera, al acercarme al visor.
— Jimin... ¿Qué sucede?— respondo con desgano a través del portero eléctrico. El estómago se me hizo un nudo apenas vi la imagen que me llegaba desde la puerta principal del edificio.
— Noona, déjame entrar por favor. Salvo que quieras que me reconozcan y se arme un escándalo aquí mismo— «¡Maldita sea!», pienso.
Coloco el código y escucho el chirrido del cierre electrónico, sé que en cinco minutos va a estar aquí arriba, así que dejo la puerta entreabierta y lo espero parada cerca de la entrada.
Jimin ve la puerta semi abierta y la empuja para entrar. Apenas la cierra, se queda parado apoyado en ella, sólo mirándome de arriba abajo. Supongo que quiere comprobar que estoy sana y salva. No parece estar enojado conmigo por no haberle respondido, más bien tiene cierta mirada de culpabilidad en sus ojos. No sé por qué razón, no tiene la culpa de nada.
Habiendo comprobado que estoy bien, se saca los zapatos, cuelga su bolso y se acerca a mí. Sólo puedo mirar el suelo, en la que levante la mirada no voy a poder decirle nada. Me toma por la cintura, acercándome a él, dejando que hunda mi cabeza en su pecho. No puedo moverme, mis brazos están colgando a los costados, mi corazón está dando saltos dentro de mí, resonando en mis oídos nuevamente.
— Noona, háblame por favor. Estuve todo el día preocupado de muerte, pensando que podría haberte pasado algo— su voz suena a una mezcla entre tristeza y alivio.
— Estoy bien, Jimin...
— No estás bien. Si estuvieras bien no estarías escondiendo tu rostro de mí. No estarías intentando evitarme a toda cosa y mucho menos no me abrazarías cuando yo lo hago. — «¿Cómo es que se da cuenta de todo? Es más observador de lo que parece» — Déjame prepararte un té y habla conmigo. Dime que sientes. No podemos dejar esto así.
— Está bien, pero luego de que hablemos déjame sola, por favor— me suelto de su abrazo con delicadeza, para dirigirme hacia mis almohadones. Sólo puedo levantar mis rodillas, tomarlas con mis brazos y meter mi cabeza dentro cual avestruz.
Escucho el pitido de la pava. Jimin, en total silencio, está preparando el té, asumo que para los dos. Oigo sus pasos acercándose a mí, deja las tazas en la mesa y siento el peso de su cuerpo acomodándose a mi lado. Una de sus manos se posa en mi espalda, acariciándola con cariño como si quisiera calmarme.