Cinco minutos más tarde, bolso en mano, me encontraba en la puerta buscando el auto de Jimin. De repente, el vidrio polarizado de uno de los autos aparcados comienza a bajar y ahí está él, de incógnito como siempre.
— Vamos, cariño. No tenemos toda la noche —me llama desde dentro, con notable impaciencia.
No tengo ni la menor idea de qué clase de auto es, no entiendo nada de eso. Lo único que puedo entender a simple vista, es que no es uno de los más baratos del mercado. Me acerco al auto y desde adentro me abre la puerta. «Allí vamos...», pienso con un poco de ansiedad.
— Buenas noches, caballero enmascarado —digo entre risas.
— Buenas noches, mi amor. Sabes que es esto o que nos persigan hasta el fin del mundo.
— Lo sé, aunque no me termino de acostumbrar a tener que ver tu hermosa cara toda cubierta. Ya me acostumbraré —«Otra no me queda» —Te extrañé Jimin-Ah
— Y yo a ti, preciosa. ¿Vamos?
— Vamos...
Jimin es un gran conductor, presta mucha atención y se concentra en lo que está haciendo. Me siento segura con él al volante.
— Sí que te tomas en serio esto de conducir... ¡Conduces muy bien!
— Tengo que concentrarme, sobre todo con esta preciosa carga que llevo en el asiento del pasajero —gira su rostro para mirarme, guiñándome un ojo por debajo de la visera de su gorra.
— Entonces mejor te dejo concentrarte. Quiero llegar de una vez para poder ver el hermoso rostro que tienes escondido debajo de todo eso.
— Ya falta poco, casi llegamos. Quiero poder sacarme todo esto y saludarte apropiadamente. Además, ya me está costando tomar aire con esta porquería puesta.
— Si, todavía recuerdo cuándo todos teníamos que usarlos las veinticuatro horas. Preferiría no tener que tocar una cosa de esas nunca más —pequeños recuerdos de la pandemia que asoló a la humanidad unos años atrás...
— Sí, yo tampoco. Pero que más da. Si no me cubro hasta las orejas no puedo vivir en paz. En unos minutos voy a poder ser libre nuevamente.
— Pobrecito de ti. Debe ser difícil ser famoso. Lo digo en serio.
— Lo es, pero también es muy gratificante, supongo que depende por dónde lo mires.
— Pues, lo miro desde mi propio lado. Todavía desconozco cómo es tu vida diaria, después de todo —ciertamente, no tengo la menor idea de cómo es su vida, aparte de que trabaja una cantidad exagerada de horas.
— Ya te enterarás, preciosa...
En lo que quise darme cuenta, estábamos subiendo por una colina totalmente poblada de edificios de lujo. Jamás en mi vida estuve siquiera cerca de pisar "Hannam the hills". Sé dónde estamos, simplemente porque es una de las zonas más caras de Seúl y está construida sobre la ladera de una colina. Me imagino la vista del río Han que debe tener desde su apartamento. Mil veces mejor que la mía (y eso que mi zona no está nada mal).
— ¿Qué pasa Noona? Calladita te has quedado —me mira curioso.
— Simplemente estoy admirando el paisaje nocturno desde aquí. Jamás pensé que terminaría conociendo este lugar, aunque sea de noche.
— ¿Sabes dónde estamos?
— Si, lo sé perfectamente... —cualquiera que viva en Seúl sabe sobre este lugar. Uno de los más exclusivos de la ciudad.
— Pues disfruta la vista, ya casi llegamos cariño.
De repente aparece frente a nosotros un lujoso edificio de apartamentos, de arquitectura súper moderna. Una estructura con balcones curvos que prácticamente parece imitar la forma de la colina en la que está asentada. Jimin entra el auto al aparcamiento y ocupa su lugar cerca de los ascensores.
— Déjame abrirte la puerta, Noona.
Se baja rápidamente, pasa por delante del auto y muy caballerosamente, me abre la puerta para que baje, dándome su mano. Al cerrar la puerta, oprime el botón del cierre automático en su llavero. Todavía de la mano, nos acercamos a uno de los ascensores, pero este es diferente, tiene un panel para colocar un código numérico en él. «O sea que es un ascensor privado», pienso, totalmente descolocada. Me pregunto que me espera una vez que lleguemos a destino.
Jimin coloca el código y la puerta del enorme ascensor se abre, sin hacer un sólo sonido. Una vez dentro, Jimin se saca la gorra y el barbijo. Para mí sorpresa, su pelo está de un gris plata totalmente brillante. Decir que le queda hermoso sería subestimar su belleza. No tengo palabras para describirlo en este momento.
— ¡Ahora si! Al fin libre. Hola, mi amor... — se acerca a mí, colocando su mano sobre la pared del ascensor, justo al lado de mi cabeza. Pone su rostro tan cerca del mío que me está a punto de estallar el cerebro. No sé cuánto tiempo más voy a aguantar...
— Hola, hermoso... Te ves tan... —no encuentro la palabra. No hay una que me sirva para dar una definición exacta.
— ¿Me veo tan? —su rostro se acerca un poco más al mío, mientras en él se dibuja una mueca tan sensual que me dan ganas de saltarle encima por enésima vez en la semana.
— Supongo que la palabra, más o menos exacta, sería Sexy....
— ¿Eso crees? —se coloca a un milímetro de mí. Esta cosa no llega nunca a destino. «AUXILIO»
— Eso creo...
En el momento en el que sus labios rozan los míos, la puerta del ascensor se abre. Resulta ser que el ascensor es, directamente, la puerta de entrada a su apartamento. Jimin vive en el Pent-house de edificio.
— Llegamos —plantando un beso rápido en mis labios, toma mi mano para guiarme fuera del ascensor.
Hoy es el día de quedarme sin palabras. Apenas salir, puedo ver una panorámica de Seúl, el puente Hannam, sobre el río Han, se levanta a la lejanía completamente iluminado. Mi mirada se pierde por completo, esta habitación es igual de grande que mi apartamento entero. Quizás más.
Una gran mesa de roble ocupa el centro de la habitación, las sillas tapizadas en cuero negro son un perfecto complemento. En una de las paredes de la habitación, hay una TV curva que debe ser de unas 65 pulgadas. Delante de ella hay un enorme juego de sillones, uno de cuatro cuerpos y dos de un cuerpo a cada lado. También hay una mesita ratona vidriada, dos veces más grandes que la mía.