El timbre suena insistentemente, mientras preparo la ropa que voy a ponerme esta noche en el borde de la cama, echándole una última mirada al conjunto para asegurarme de que está todo correcto. El pequeño "Chimmy" descansa en la cabecera de mi cama y el resto de los peluches forman una fila sobre mi cajonera. Les dedico una sonrisa antes de salir corriendo a ver quién estaba colgado del timbre como si no hubiera un mañana.
El visor del portero eléctrico me deja ver un gran ramo de rosas, en manos de un repartidor de visera azul.
— ¡Ya voy! Un minuto por favor.
Aparentemente estaba apurado, porque no había sacado el dedo del timbre en esos poco minutos que tardé en llegar a atender. Apresuradamente me calzo con las primeras zapatillas que encuentro y llamo al ascensor, que se toma su tiempo en llegar hasta el piso 10 en el que me encuentro. Cinco minutos más tarde, estoy recibiendo un ramo de flores de manos de un muchacho joven con muchísima cara de fastidio.
— ¿Es usted Victoria? —pregunta en medio de un bufido, aunque tratando de mantenerse educado.
— Si, soy yo —le sonrío un poco para disipar la tensión y al instante me devuelve la sonrisa, suspirando con resignación.
— Esto es para usted, firme aquí por favor —el repartidor me extiende un formulario en el que estampo mi firma, tomando inmediatamente aquel ramo entre mis manos.
— Gracias... Que tenga buen día
Aquel hombre hace una leve reverencia mientras sostiene la visera de su gorra, se da vuelta y desaparece de mi vista en un instante a toda velocidad, apenas arrancar su moto. Una vez dentro del ascensor, subiendo a mi piso nuevamente, noto el sobre rojo pegado con un moño del mismo color al papel celofán cubierto de corazones, que envuelve las flores. Entierro mi nariz en ellas, aspirando fuertemente su dulce aroma e inmediatamente procedo a despegar el sobre. "Noona", reza el espacio dónde va el destinatario.
Torpemente, me deshago de mis zapatillas ni bien entro a mi apartamento. Tan torpemente que por poco me tropiezo y termino de cara en el suelo, pero retomo el equilibro y consigo llegar a salvo hasta la cocina. Tomo un viejo florero que nunca usé de una de las alacenas, llenándolo con agua para colocar las flores en él. Honestamente nunca me gustaron las flores, me da mucha lástima que terminen muriendo sin haber servido a un propósito, más que el de ser admiradas fuera de su espacio natural. Siempre preferí los regalos duraderos. Ahora no me quejo, vienen de parte de Jimin que, para mi desgracia, no está aquí en este momento. Estoy más que intrigada por aquel sobre que me quema las manos, llamándome a abrirlo.
Me acomodo en el suelo, con la espalda apoyada contra mis almohadones, acariciando el sobre con mis dedos como si de la piel de Jimin se tratara. Al abrirlo, encuentro una hoja de papel reciclado finamente doblada y, en ella, una carta escrita a mano bastante larga. Me sorprende que se haya molestado en hacer todo esto para reconfortarme, sabiendo que no iba a estar presente en este día. «Las películas de romance se están quedando cortas », pienso sonriendo mientras reconozco que este gesto me llena el alma de felicidad. Ya daba por perdido el romance, el amor, los detalles. Pensaba que esas cosas existían sólo en el cine o quizás le pasaran a algunos pocos afortunados, pero no a mí. Mis ojos se pasean por su caligrafía, recogiendo palabras sueltas hasta que por fin me decido a leer el contenido completo.
"Mi hermosa Noona:
Si, lo sé, no iba a volver a llamarte así, pero en este día especial esa palabra me resulta más que adecuada. Es mi primera palabra cariñosa hacia ti, mi primera demostración de afecto verbal, así que voy a usarla por esta vez.
Primero debería decirte ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! Lamento mucho no poder estar allí contigo. Hubiera amado despertarte llena de besos, hacerte el amor y desayunar contigo. Me entristece el sólo pensar que esos planes quedarán para el año próximo, si es que todavía me soportas para ese entonces. Ya llevo un mes y dos días separado de ti, puedo imaginarme tu expresión de sorpresa ahora mismo, pero sé que estás contando... Yo también lo hago.
Supongo que querrás saber cómo me encuentro. Me encuentro bien, estoy disfrutando tal y como te lo prometí aunque hubiera disfrutado mucho más si hubieses estado aquí, pero qué más da, pronto voy a disfrutarte todos los días. Te extraño como no tienes idea... El estar tan lejos de ti, aquí en tu país, sabiendo que tú estás en el mío esperándome, me causa una horrible ansiedad. Este agujero que siento en mi pecho se niega a retirarse de él hasta que no vuelva a verte.
Quisiera decirte ahora, algunas de las cosas que no pude decirte en persona. Quiero que sepas que desde aquel día que te vi entrar al restaurante, con tu vestido negro y la sonrisa clavada en el rostro, ya no pude dejar de verte. Tu simpleza y tu pequeña reverencia al verme, me robaron la mirada en el instante. No hablemos del momento en el que abriste la boca, dejando ver tu inteligencia y tu sentido del humor, sumando a esto que desde hace mucho tiempo nadie me trataba como un ser humano real. Tomaste mi corazón en ese restaurante, sólo lo quería de vuelta y ahora que no estás aquí, me siento vacío. No puedo notar sus latidos dentro de mí, cuando lo dejé latiendo en tus manos.
Sé que al principio te sentías confusa. Que una vez que supiste quien era, no terminabas de entender el porqué de mi insistencia y mis acciones apresuradas. Creo que temía que alguien más se diera cuenta del tesoro que eres, aunque tú no veías lo que yo veo.
Si me hubieran dicho que el amor a primera vista era una realidad, me les hubiese reído en la cara. Sobre todo después de la cuantiosa cantidad de mujeres que conocí en mi vida. Pero tú cambiaste eso... En palabras tuyas (o al menos lo que me imagino que dirías): "Somos la demostración empírica de que el amor a primera vista existe". Lo somos porque este sentimiento dentro de mí, no tiene ningún otro nombre más que ese y sé que te sientes igual que yo.