Amor inesperado /pjm

34.

16 de Junio, nueve de la mañana en el aeropuerto de Seúl. Me encuentro  esperando a que Jade salga por la estúpida puerta. Debería haber llegado hace una hora, pero por alguna razón su vuelo se retrasó. Eso, junto al sueño que cargo, me tiene un poco fastidiada. De repente la veo venir, justo frente a mí, alta e imponente como siempre. La sonrisa de su rostro se me antoja más agradable que de costumbre, debe ser porque hace tres años que no nos vemos las caras. 

— PERRAAAAAAAA —se acerca a los gritos y agitando las manos, mientras medio aeropuerto se da vuelta a mirar el escándalo que la susodicha viene haciendo «Menos mal que era yo la que la iba a avergonzar», pienso riéndome mientras le devuelvo el saludo.

Jade se acerca apresuradamente hacia mí, dejando su maleta casi chocar contra el piso por la fuerza con la que la abandona. Un abrazo fuertísimo me quita el aire de repente, ahogándome entre sus brazos y su pecho como si fuera un muñeco de peluche. Casi jadeando, le golpeo el brazo para que afloje el agarre, me está empezando a poner morada, por lo visto sigue sin darse cuenta de la fuerza que maneja. Jade es una mujer alta y bastante corpulenta. Su pelo negro y lacio que llega casi hasta su cintura, está todo revuelto por la corrida y los grandes ojos marrones que me miran detrás del marco de sus lentes, se ven tan emocionados como nunca los había visto.

— Oye, desde cuándo tan sentimental, Zorra — ahora que aflojó un poco, soy yo la que la toma por la cintura apretándola como si fuera un pomo de pasta dentífrica,  para que sepa lo que se siente. A su lado soy pequeña, pero fuerza me sobra.

— Está bien, está bien. Ya entendí —dice, entre risas —Sólo es que te extrañe. ¿Dónde están mi alfombra roja y mis luces de neón, eh?

— Menos mal que no las traje, ya bastante lograste llamar la atención por tus propios medios. Yo también te extrañaba, estúpida. Vamos a mi casa primero, desayunemos juntas y de paso nos ponemos al día — tomando su maleta que había quedado cerca de nosotras, giro en dirección a la salida.

— Ese era mi plan desde un principio. Mi auto debe estar esperándome en la entrada, según la empresa lo mandaron con un empleado —se toma de mi brazo y sale casi arrastrándome por el salón del aeropuerto —Quiero salir de aquí. Después de casi cuarenta horas en el avión, no quiero estar aquí ni un minuto más.

En la entrada del aeropuerto, un Hyundai blanco está esperando por nosotras. Un hombre joven, de cabello castaño y muy bien parecido, espera impacientemente con las llaves en la mano, apoyado contra el capó mientras da unas caladas a su cigarrillo.

— Parece que va a matarme... —dice Jade con un gran OOPS dibujado en todo su rostro.

El joven, enfundado en un traje gris topo y con cara de pocos amigos, nota que nos estamos acercando hacia él. Con una mueca de fastidio tira el cigarrillo al piso, aplastándolo con la punta de uno de sus zapatos de charol contra el cemento de la calle. Dirigiendo su mirada hacia nosotras, comienza a alejarse del capó llaves en mano, fulminando a Jade con los ojos en el proceso. Una vez estamos a escasos metros de distancia, nos dirige la palabra con total frialdad.

— ¿Jade Ssi? — pregunta, dirigiéndose directamente hacia ella, dejando ver su evidente malhumor por haber esperado una hora más de lo debido.

— Si... Lamento mucho la demora, el avión tuvo problemas técnicos y tuvo que hacer una parada de emergencia —Jade está excusándose, cosa que jamás hace porque nada le importa. Sus ojos recorren de arriba abajo a aquel hombre trajeado con cara de pocos amigos, despertando un malévolo brillito en su mirada.

— Tome, aquí están sus llaves —cortante como una navaja recién afilada, el hombre extiende su mano izquierda, sosteniendo las llaves en su dedo índice. Dicho esto y habiendo Jade tomado las llaves que colgaban de su dedo, se da media vuelta y se va sin siquiera despedirse. Lo último que vemos de él, es su trasero subiéndose a un taxi.

— Ay Vicky, si no hubiera sido tan lindo lo hubiera mandado a la mierda. Seguramente me lo cruzaré por ahí —sonríe pícaramente mientras me empuja por los hombros para dirigirme al auto — Vamos. No va a tener oportunidad en la que lo vea.

— ¿Recién llegas y ya estás haciendo de las tuyas? —Río a carcajadas mientras me siento del lado del copiloto, una vez que Jade destraba la puerta —Toma, aquí te va mi dirección. Por cierto ¿Cómo sabía que eras tú?

— La compañía envió mi foto. Sencillo como eso...

Le paso la ubicación a su celular, el cual coloca sobre el soporte del panel delantero para dirigirnos hacia mi apartamento. El viaje es un cotorrerío total. Que la comida era un espanto, que la espera en el aeropuerto, que el avión tuvo que cargar combustible, que menos mal que el vino era decente y banalidades por el estilo. Banalidades hasta que hace la pregunta de rigor.

— Supongo que voy a conocer a tu novio... ¿No?

— No está aquí ahora, está en un viaje de negocios pero llega un par de días. Puede que tengas suerte y lo conozcas... Como puede que no.

— No me pienso ir de aquí sin saber quién es el hombre que logró sacarte del celibato voluntario —responde, mientras volantea para sobrepasar un coche que iba demasiado lento para su gusto.

— ¿Te vas a quedar a vivir en Seúl? —mi sarcasmo es captado al instante por ella, que me da una mirada de soslayo intentando asesinarme con sus rayos láser invisibles.

— No te hagas la estúpida. No sé por qué tanto lo escondes. Ni que te lo fuera a robar...

— Ya Jade, calla y conduce. Lo vas a conocer, no seas fastidiosa.

— Hablando de otra cosa ¿Adónde fue la otra mitad de mi amiga? Estás demasiado delgada Vic. ¿Estás bien?

— Estoy bien, sólo unos reajustes aquí y allá. No te preocupes que no voy a morir de desnutrición. Simplemente creí que ya era momento de poner cada cosa en su lugar, incluyendo mi cuerpo.




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