Amor Inmarcesible

Capítulo II. Zina

“Día del accidente aéreo”

—Te hemos esperado por más de una hora, Tareq. Sabes que odio la impuntualidad.

—Y yo odio la injusticia padre. La verdad es que no se que hago aquí. —Se dispone a darse la vuelta.

—¡Tareq! —La voz imponente de su padre Mounir hace que se detenga. —Hijo, escucha. Es importante que viajes con nosotros. —La sala VIP del aeropuerto tiene una zona especial para ellos donde nadie más puede ingresar.

—Creo que fuiste claro en la última conversación que tuvimos hace dos años. —Los ojos violetas de Tareq lo miran con decepción, de la misma manera que los ojos violetas de su padre Mounir lo miran a él. Ambos padecían el síndrome de Alejandría, por supuesto que Tareq heredó la enfermedad de su padre. —¿Recuerdas? —Ahora sus ojos emanan dolor.

—Mustafá está preso. ¿Qué más quieres?

—¿Qué que más quiero, padre? Quiero que entiendas que te equivocaste y que la vida de Halima era importante. Que no debiste prohibirme querer hacer justicia y que tu tío —señala a su tío, Kamal, padre de Halima —debiste ser el primero en pedir que ese malnacido de Mustafá se pudriera en la cárcel. —Su tío agacha la cabeza avergonzado.

—Te pido, Tareq, que hablemos de esto durante el viaje. Este no es el lugar para ventilar cosas de la familia. —Era raro que su padre estuviera tan dócil. Es más, no recordaba cuando fue la última vez que le pidió algo. Pues él no pide solo ordena.

—De acuerdo. —Cede y los tres suben al avión privado.

Recién abordaban cuando una llamada importante cae al celular de su padre. Por las respuestas que daba; “Entiendo, de acuerdo, él me representará”, parece ser algo grave.

—Tareq, necesito tu apoyo más que nunca. No viajarás con nosotros. Ve inmediatamente al corporativo hay un problema grave en la empresa y no puedo suspender este viaje.

—Pero padre…

—Se que renunciaste a todo lo que te corresponde y entiendo lo que sentiste al momento de hacerlo. Hijo, se lo que sentiste. —Tareq se asombra ante sus palabras. Jamás le había hablado de esa manera tan sentimental. Él hubiera jurado que su padre no tenía sentimientos pues nunca los demostraba. —Te necesito. Hazte cargo, por favor.

—Esta bien, padre. Pero cuando regreses debemos hablar. —Mounir dibuja una leve sonrisa y palmea levemente el hombro de su hijo.

—De acuerdo, hijo. —Son sus últimas palabras y Tareq baja del avión.  

“Actualidad”

—¿Por qué Tareq no está muerto? ¡Por qué! —Grita.

—Señor, Amir. Él estaba en el avión. Es decir, lo vimos subir. Tuvo que haber bajado en el último momento. —Amir se enfurece y lo golpea en reiteradas ocasiones.

—“Tuvo que haber bajado en el último momento”. —Lo imita con sorna mientas lo golpea una vez más. —¡Eres un imbécil! ¿Tienes idea de cuánto tiempo llevamos planeando esto? ¿De lo difícil que fue ponerlos a los dos en ese avión? —El hombre lo mira con su rostro ensangrentado. Sabe que está perdido. —Encárguense ustedes. —Indica a dos sus hombres que le acompañan y sale solo de la bodega en donde lo citó.  Afuera se escucha que el hombre comienza a gritar.

Luego de que Rayan dejara a su padre en casa rápidamente se fue directo a su apartamento para reunirse con Hasan. La información que le había enviado parecía una broma.

—¿Qué es esto, Hasan? —Le grita a su jefe de seguridad mientras le muestra el informe que le envió hace media hora a su celular.

—Es el informe que pidió, señor. —Responde, sin intimidarse. Era la única persona que sabía quién era Rayan y no le tenía miedo.

—¡Eso ya lo sé! ¿Cómo demonios es posible esto? ¡Alá! —Simplemente no podía ser. No era lógico. —¿Desde cuándo?

—No lo sabemos con exactitud, señor. Calculo que desde hace un año. —Rayan lo toma de los hombros con enojo.

—¡Los muy malditos me vieron la cara! ¡A mí y a mi padre! —Hassan lo mira con sorpresa. Era la primera vez que lo veía tan furioso y sin control. Rayan siempre escondía sus emociones. —¿Mi padre lo sabe?

—No estoy seguro. En algunas grabaciones se ve que él la sigue, pero nunca baja del coche. —Rayan lo suelta. Se pasa la mano por el cabello y luego con su dedo índice se da golpecitos en la cien. Esto como distractor para pensar mejor.

—Muy bien. Vigílala y cuando salga de casa, me avisas. —Hasan afirma con la cabeza y sale del apartamento.  

Rayan no quería aceptar el contenido del informe. Esto no lo imaginó ni en un millón de años y por primera vez no sabía qué hacer. Nadie se había atrevido a engañar a Rayan Marrash y menos alguien del linaje. Esto no se ha visto nunca. Pero quienes tuvieron las agallas para hacerlo lo planearon durante meses y muy bien. La venganza para algunas persona se disfruta mejor cuando se planea lentamente.

En casa de la familia de Rayan las cosas marchan con normalidad. La señora Gentola se prepara para salir. Se pone un poco de crema para su rostro mientras su esposo duerme profundamente, pues le había colocado unas cuantas gotas para dormir en el té que le dio. Se pone perfume, mira su reloj y se acomoda su cabello lacio en el Hiyab. Es una mujer bellísima para su edad. Ya pasa los 50 años y de verdad que no los aparenta. Los genes le han favorecido mucho a pesar de haber tenido cinco hijos. Tres varones y dos mujeres. Rayan es el menor.




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