La sangre manaba por el abrazo de Enzo y siente que en cualquier momento puede desmayarse.
—Después de lo que usted me ordenó, —se queja un poco. —Subí inmediatamente. Hice una inspección de seguridad por la oficinas ejecutivas. De repente se escuchó un disparo en una de ellas. Un hombre extraño le había disparado al señor Tareq en el estómago y justo cuando iba a dispararle a la señora Nailea yo le disparé a él primero, pero me devolvió el primer disparo hiriéndome en el brazo y le disparé nuevamente, matándolo.
—Tareq, ¿está vivo?
—Sí, señor, pero no sé si sobreviva.
—¡Por Alá! —Suelta un golpe en el asiento.
—Ahora mismo lo están atendiendo los paramédicos y van a atenderme en este instante. Debo colgar, señor. Nos llevarán al hospital. —Corta la llamada. Rayan le marca a Hasan.
—Hasan, localízame a Ghadabi. Estoy seguro de que fue él quien mandó a matar a Tareq. Luego muévete hacia el hospital y mantenme informado.
—De inmediato, señor.
—Llévame a la oficina. —Le ordena al chofer cambiando de rumbo. Ya no está de humor para estar con Alina.
Desde hace varios años, Rayan había rentado todo un piso en uno de los edificios ejecutivos más lujosos de Madrid. Allí tiene alrededor de 120 personas trabajando para él, pero la sede de su empresa está en Marruecos.
Las horas siguientes se las pasa en su oficina resolviendo uno que otro problema. Espera un poco ansioso alguna noticia de su primo, Tareq. No iba al hospital porque ese ambiente lo ponía nervioso y estresado. Hasan había localizado a Ghadabi, se encontraba rindiendo su declaración a la policía. Tal parece que el hombre que le disparo a Tareq y a Enzo trabajaba para Ghadabi. Rayan sabe que está en lo correcto. Él es el responsable y más le vale que su primo no se muera porque las repercusiones serán execrables. Ya se encargará de él.
—Ya salió de la operación, señor. Esta en cuidados intensivos. El doctor dice que el pronóstico es reservado, pero que hay altas probabilidades de que se recupere.
—Gracias, Hasan. ¿Enzo, está bien?
—Sí, mañana le darán el alta.
—Perfecto. Mantenme informado.
Rayan sale de su oficina rumbo al apartamento de Alina. Ahora si necesita desestresarse. Llega rápido y se aproxima a la puerta. No necesita tocar ya que Alina lo ha visto por cámara de seguridad y le abre la puerta antes de que toque.
—Deberías de aprenderte el código de acceso. —Dice ella, mirándolo con deseo.
—Hola, Alina. —Responde, sin emoción. —Sabes que no me interesa aprendérmelo.
—Hasta cuando seguirás con esa actitud falsa de desinterés. —Pone las manos en la cintura detonando molestia. Rayan, ríe y pasa al apartamento.
—No es falsa. —Le dice, sin delicadeza. Rayan conoció a Alina hace un año cuando ella gestionó un evento importante de su empresa.
—Entonces, ¿qué haces aquí? —Pregunta, dolida.
—Mi interés por ti es únicamente sexual y lo sabes desde el día uno. —Ella cierra la puerta y se acerca a él.
—Y si mi interés por ti no fuera solo sexual. —Toca su pecho encima de la ropa haciéndole suaves caricias.
—Creo que no entiendes. No me importa lo que te interese. —Ella agranda los ojos. —Mira, Alina, mi intención no es ofenderte ni hacerte sentir mal. He sido claro respecto al tipo de relación que quiero tener contigo. Tu aceptaste. —Toma sus manos. —Ahora, dime, ¿ya no quieres? ¿No te satisfago sexualmente? Solo dímelo y me iré. Jamás haré algo en contra de tu voluntad. No funciono así y lo sabes. —Ella lo mira a los ojos. Es absurda la manera en que cada día le gusta más.
—Tan poco dramatices, Rayan. No te quiero para novio. —Expresa, tratando de mostrar insensibilidad. —Así que, tranquilo.
—Solo quiero que estes clara. —Enfatiza.
—Lo estoy. —Enrolla las manos en su cuello.
Sin dudarlo la besa con pasión apretando su cuerpo contra el suyo. Lame su cuello hasta el lóbulo de su oreja y ella gime. La carga e ingresan a la habitación. Lo que sucede en las siguientes dos horas no es más que sexo desenfrenado y pasional. Rayan quema tanta energía que se siente renovado. Al finalizar se mete a la ducha para darse un baño ligero, se viste y sale de allí lo más rápido que puede. A Alina no le da tiempo ni de despedirse, pero ella está tan satisfecha y cansada que no le importa en lo absoluto.
Los siguientes días, Rayan, se la pasa con su hermano ayudándole a resolver los problemas financieros. No entiende cómo pudo llegar a ese punto y lo reprende. No le queda de otra que invertir en la empresa de su hermano para ayudarle a levantarla de nuevo.
—Ali, te daré cinco años para que me devuelvas la inversión. —Le dice, molesto.
—¿No quieres formar parte de mi impresa? —Bromea.
—Hablo muy enserio. Además, ya firmaste los documentos, no hay marcha atrás. Comienza a organizarte. —Sale de la oficina de su hermano rumbo al hospital, le interesa saber cómo sigue Tareq.
Al llegar se encuentra con Akram el mejor amigo de Tareq. Este lo mira como si fuera un bicho raro, pero trata de ser amable con él. Rayan está seguro de que pretende a una de las hermanas de Tareq. Solamente espera que no sea Sonya, pues ya está decido a dar el primer paso con ella y cumplirle a su tío Mounir su último deseo. Habla con Akram de la recuperación de Tareq, pero todavía no despierta. La señora Fátima, madre de Tareq y Nailea se acercan a ellos.