Amor Inmarcesible

Capítulo IX. Nikah Secreto

Rayan terminaba de ejercitarse. Es lo primero que hace al despertar y cuándo no lo hace su mal humor crece y no puede tolerar a nadie. Mucho menos un día como hoy. Después de la llamada que le había hecho Badra anoche, terminó por convencerlo de hacer algo que había pensado todos estos días. No permitirá que nadie más se burle de él. Demasiada paciencia ha tenido con todo esto. Coge su celular y le marca a Hasan.

—Necesito reunirme contigo inmediatamente. —Ordena, caminando hacia la ducha. —Te veo en una hora en mi oficina. —Corta la llamada y procede a ducharse.

Luego de cambiarse no desayuna, toma su auto y parte a su oficina. Todo el trayecto habla con sus hermanos sobre proyectos que tiene en marcha, su vida no se detiene. Rayan baja de su auto. Camina con una mano en el bolsillo y su mirada fija hacía el frente; como si ya tuviera medido cada paso siguiente. Al entrar a su edificio no saluda a nadie y camina directo a su oficina sin mirar a los lados. Está harto de la gente. Harto de todo.

—Señor. —Su secretaria corre atrás de él con los tacones retumbando en todo el pasillo. —Su jefe de seguridad está esperándolo en la sala de reuniones. —Rayan se frena y ella por poco choca en su espalda.

—¿Por qué? —Pregunta, con poca paciencia.

—Pensé que no era adecuado pasarlo a su oficina sin su autorización. —Rayan se da la vuelta y la mira con desprecio.

—La próxima vez no pienses y mejor pregunta. ¿De acuerdo? —Camina hacia la sala de reuniones mientras su secretaria baja la cabeza con vergüenza.

—No te olvides de mi té. —Ordena, cerrando la puerta de la sala de reuniones.

—Hasan. —Saluda y él se pone de pie.

—Señor. —Responde con respeto.

—Lo que voy a pedirte sé que va más allá de tu integra labor, pero cuando te cuente la razón estoy seguro de que me apoyarás. —Expresa, sentándose.

—Estoy para servirle, señor.

—La familia Falú se ha burlado de mí de todas las maneras posibles y han machado el honor de mi tío Mounir. Su hija Sonya había aceptado casarse conmigo y ahora resulta que ya no quiere hacerlo. —Ríe con sarcasmo. —No solo eso, sino que va a casarse con el mejor amigo de Tareq. —Esto último lo dice con rabia. —¡Entiendes lo risible de todo esto!

—¿Qué desea hacer, señor?

—La voy a obligar a cumplir su palabra. 

Sonya y Mirah han ido de compras en busca del vestido de compromiso. Sonya esta tan emocionada que no para hasta recorrer tienda por tienda. Mirah está completamente agotada. Los guardaespaldas que les asignó Tareq las siguen de cerca.

—Iremos al baño. —Les indican a los guardaespaldas.

Terminaban de lavarse las manos cuando dos mujeres las sujetan por la fuerza y las meten a uno de los baños grandes para discapacitados.

—¡Si gritan se mueren aquí mismo! —Les susurraran, mostrándoles un arma. Sonya y Mirah, se llenan de miedo. —Ahora, cámbiense de ropa y pónganse esto. ¡Rápido! —Les ordena una de las mujeres y ellas no tienen más opción que hacerlo. Entran en pánico y comienzan a llorar.    

—¡No lloren! No estamos bromeando o las mataré aquí mismo. Cúbranse bien con el hiyab y agachen la cabeza al salir. —Las dos obedecen sin hacer preguntas. Están muertas de miedo. Los guardaespaldas no se dan cuenta cuando salen por la ropa que llevan puesta. Van casi trotando hacia el parqueo.

Las suben a una camioneta color gris con vidrios polarizados. Nerviosas observan a todos lados e intentan abrir la puerta del coche, pero esta con seguro.

—¡Arranca el coche! —Ordena una voz de hombre que ya conocen. —¡Hola, mi amor! —Dice, Rayan, dirigiéndose a Sonya y ella lo ve con rabia.

—¿Qué significa esto? ¡Por Alá! ¿Por qué haces esto? —Pregunta, Sonya.

—¿Y todavía lo preguntas? Vaya que eres descarada. —Tiene tanto enojo acumulado que ya no siente ningún tipo de respeto hacia ella. Mirah no dice nada. Esta sorprendida por la actitud de Rayan.

Rayan las lleva a una cabaña no muy lejos de la ciudad. Las obliga a entrar y a sentarse frente a una mesa redonda; una a la par de la otra. Mirah sostiene la mano de su hermana dándole apoyo. Increíblemente una vez supo que era Rayan el que las secuestro el miedo desapareció y solo quedan los nervios por no saber qué es lo que pretende con todo esto.  

La cabaña luce muy acogedora para la situación que están viviendo. Hay mucha gente armada: cinco hombres adentro y diez afuera. La actitud de él es iracunda. Uno de los guardaespaldas le pasa un papel. Ryan lo toma, se lo coloca enfrente a Sonya junto con un bolígrafo. 

—Firma. —Le ordena.

—¡No voy a firmar nada! —Exclama, furiosa.

—Entonces, no te importa que Akram parta de este mundo.  —Le dice con crueldad mientras le muestra un video dónde se ve a Akram comiendo con su familia. —Será muy fácil. Solo tengo que dar una orden y listo. Un disparo certero. —La frialdad de Rayan impacta a Mirah. Nunca creyó que fuera un hombre vengativo.

—¡Por Alá, Rayan! ¿Cómo puedes hacernos esto? —Le expresa, Mirah, llorando de los nervios.

—¿Cómo pudo ella cambiarme por ese imbécil? —Señala a Sonya y le grita. —¡Él no es mejor que yo!  —Se pone de pie temblando de enojo.




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