Está es la reunión número cinco en el día y Rayan no luce para nada agotado. Su cabeza trabaja como una maquina sin descanso. En esta ocasión se ha reunido con los miembros del linaje para tocar temas secundarios ya que los temas confidenciales se tratan en un lugar privado y bajo estrictas otras normas de seguridad.
En la sala privada del restaurante el ambiente que se vive es circunspecto. Un ambiente digno de hombres de negocios. Todos con sus trajes pulcros, perfumes caros y comportamiento elegante. Con algunas que otras miradas desafiantes entre ellos mismos y risas cínicas, ignorando a los simples mortales a su alrededor. Solicitan los platos más caros y los mejores licores. Teniendo todo un ejército de meseros a sus órdenes.
—Te felicito, Marrash. Para ser honesto tuve mis dudas cuando tomaste el mando del linaje, pero estos números son fantásticos. —Dice, uno de los miembros con más edad y todos afirman con la cabeza.
—Yo también tuve mis dudas, pero respecto a ustedes. —Todos se pausan. —Adaptarse a otro tipo de liderazgo no es sencillo. —Mencione sonriendo y ellos bajan la guardia. —Pero las cosas se demuestran con acciones y el respeto se gana. —Toma un trago de su agua tónica con limón.
La cena procede con total normalidad y al finalizar comienza a irse uno a uno, hasta que por fin el último de los miembros se despide con muestras de subordinación y se retira. Rayan se recuesta en la silla un poco más relajado. El mesero trae la cuenta y otra agua tónica con Limón. Él sin mirar la cantidad saca su billetera y coloca su American Express Centurión. El mesero se va mientras él sorbe de su agua. Su mente ahora mismo está en Mirah. ¿Qué pensará de él? Tal vez si se hubiese fijado en ella desde un principio no estaría en esta situación actual. El mesero rápidamente aparece y le entrega la tarjeta.
Rayan se levanta y se acomoda elegantemente su saco gris. Camina sin observar a nadie como si solo estuviese él en el restaurante. Las miradas no tardan en llegar. Es muy guapo y además de eso atractivo. Sumado a una personalidad fuerte y firme, por lo que es normal que llame la atención de hombres y mujeres.
El restaurante es de dos niveles. Arriba es un restaurante y abajo es una vinoteca. Al llegar al primer piso Rayan sigue su camino hacia la salida hasta que una acalorada discusión lo hace detenerse y girar.
—¡Cerdo! ¡No vuelvas a ponerme una mano encima! —Grita una mujer al mismo tiempo que le proporciona una cachetada al tipo que esta con ella en la mesa.
El hombre se pone rojo de la furia y se levanta. La toma del brazo haciendo que ella se ponga de pie y haga una mueca de dolor en su rostro por la forma en que la sujeta.
—Más te vale que calmes. —Dice, entre dientes. —¡Siéntate puta y deja de dar un espectáculo! —Le susurra al oído para que nadie escuche.
La mujer intenta alejarlo de un empujón, pero él no la suelta de su agarre. —¡Suéltame! —Le exige. Rayan camina hacia ella. Su rostro se le hace conocido.
—Suéltala. —Le ordena, Rayan y ella lo ve con ojos de súplica.
—Te aconsejo que no te metas. —Espeta, con rabia y uno de los meseros se acerca.
—Señor, le voy a pedir que suelte a la señorita y salga. —La voz del mesero tiembla. Es un joven delgado y de estatura media.
—Tu a mi no me das órdenes. ¡No eres nadie! ¿Quién te crees? —El enojo del hombre va subiendo de nivel.
—No es lugar para dar este tipo de escenas y yo no repito las cosas dos veces. —Asegura, Rayan, desabrochándose los botones de su saco.
—Ah, ¿Sí? —Expresa, soltándola con tanta fuerza que ella cae sentada. Se para firme frente a Rayan con desafío. —¿Y qué harás? —Ambos tienen altura similar.
Rayan sonríe y en un ágil movimiento le da un golpe seco en el cuello; muy cerca del oído y el hombre en cuestión de segundos se desmaya cayendo al suelo de golpe. Las pocas personas que están en el lugar dicen cosas con asombro.
—Despertará en unos segundos. Llamen a la policía y denle agua. —El mesero tiembla de nerviosismo y corre a llamar a la seguridad del lugar. —Señorita, gusta acompañarme. —Le brinda su mano como un caballero. Ella lo ve completamente embobada y tarda unos segundos en darle la mano. La lleva al segundo piso regresando justo al lugar donde estaba hace unos minutos.
Saca la silla para ofrecerle asiento. Ella accede y se sienta sin dejar de verlo. Rayan toma asiento también y hace una señal al mesero quien está listo a su indicación.
—¿Desea tomar algo? —Ella no dice nada. —Para que sus nervios bajen y no se preocupe que conmigo está segura. No tiene nada que temer. —Sonríe y a ella le brillan los ojos.
—Un gin a tonic. —Pide con voz suave. Él afirma con la cabeza al mesero y este se retira. —¡Muchas gracias por salvarme de ese patán!
—Tiene que cuidarse. Las mujeres son más frágiles. —Ella se pone seria. —Me refiero en cuanto a fuerza física. —Un mensaje le cae a su celular y Rayan lo lee rápidamente. Su seguridad le acaba de enviar toda la información del hombre al que acaba de pegarle.
—Yo lo conozco. —Suelta sin más y él la observa intrigado. —Usted fue quién le regresó la pulsera de oro a mi amiga en el restaurante. —Rayan levanta las cejas con sorpresa.