Akram y Sonya, se han casado hace dos semanas y Rayan lo tomó con total tranquilidad. Su actitud anterior simplemente fue por la falta de sinceridad y del poco respeto mostrado por parte de la familia Falú. Por otro lado, todos estos días ha estado muy entretenido saliendo con Miranda, la amiga de Nailea, pero se está dando cuenta de que ella cada vez está más interesada en él y necesita poner distancia. Él no puede corresponderle, aunque le gusta tanto físicamente y como también su personalidad chispeante, pero una relación entre ellos es imposible. Para Miranda él está despertando sentimientos en ella que nunca había sentido. Su forma de tratarla, su caballerosidad y el hecho de que ni siquiera ha intentado darle un beso hace que quiera saber más de él.
—Mejor cuéntame, ¿a quién conociste? —Pregunta, Nailea, luego de estar hace más de una hora platicándole a su amiga de sus problemas. Miranda también necesitaba verla y contarle sobre los suyos, que ahora tienen nombre y apellido.
—¿Te acuerdas con el hombre con el que chocaste en el restaurante y te devolvió la pulsera que se te cayó? —Nailea abre los ojos con asombro.
—¿Hablas de Rayan? —Miranda afirma con la cabeza, emocionada.
—Si, nos hemos visto un par de veces y al parecer hay química.
—Pero Miranda él es musulmán y estuvo comprometido con la hermana de Tareq. —Le comenta, alarmada.
—Si, me comentó eso. ¿Cómo pudo ella rechazarlo? Es un hombre maduro y guapo. —Dice, con ojos brillosos.
—¿Maduro? Miranda, por favor, ten cuidado con él. —Le pide. No quiere que salga lastimada.
—¿Por qué? ¿Sabes algo? —Ella quiere saber más de él, pero solamente han conversado cosas triviales de la vida y muy brevemente lo que sucedió con Sonya.
—Pues lo mismo que tú. Solo que él no me da confianza.
—No te preocupes. No somos novios, ni nada. —Dice, sin importancia. Nailea niega con la cabeza. Su amiga sí que no tenía ni la más remota idea acerca de los musulmanes.
—Miranda, los musulmanes no tienen novias. Si les gusta una mujer se casan con ella y la conocen en el matrimonio. —Ella pone cara de terror.
—¡Qué! ¡No, no, no! Yo no estoy lista para casarme. —Asegura y comienzan a carcajearse. Definitivamente no lo estaba, pero moría por acercarse más a él y conocerlo íntimamente.
Mientras tanto, sentado con su postura recta y semblante serio, Rayan, firma unos documentos. Su asistente principal espera frente a su escritorio.
—Ten. —Le da los documentos. —Quiero que comiencen el proyecto hoy mismo. La casa debe estar lista en menos de un mes. —El muchacho pone cara de preocupado. —¿Entendiste?
—Sí, señor. —Toma los papeles y sale apurado. Su secretaria toca la puerta con discreción.
—Señor, Marrash. El señor Hasan está aquí.
—Hazlo pasar. —Ordena y ella le indica con la mano a Hasan que pase.
—¡Buenos días, señor! —Se acerca hasta su escritorio.
—¡Hasan, buenos días! Por favor, toma asiento. —Hablan en árabe.
—Antes que nada —dice, sentándose —quiero decirle que con la nueva tecnología que tenemos nos ahorramos mucho tiempo. Le he enviado anoche todos los informes.
—Los he leído. Excelente trabajo. —Expresa, Rayan rara vez reconoce el buen trabajo de su gente. Está acostumbrado a solo exigir y pedir. —Así que Mirah viaja con su familia a Marruecos.
—Sí, señor. En dos días —Señala, Rayan se levanta de la silla.
—Prepara el viaje para Marruecos en cinco días. —Rayan no deja de pensar en Mirah y mucho más con el informe que leyó anoche sobre ella. Lo tiene desconcertado. Se graduó de la universidad con honores, no tiene vida social, no tiene amigas, no sale de compras y no es ostentosa. Se la pasa leyendo y haciendo quehaceres del hogar. Todo eso no le da buena espina. Siente que ella algo oculta.
—Entendido, señor. —Continua la reunión y revisan varios temas.
Después terminar de almorzar con Nailea, Miranda, toma la tarjeta que le dio Rayan con su número para ver la dirección y decide visitarlo en su oficina. Su amiga lejos de quitarle el interés en él causó el efecto contrario. Se ha dejado llevar por sus emociones. Llega al edificio y pulsa el botón del elevador que lleva a la oficina de Rayan. Entra con el corazón latiendo a todo vapor.
Cuando las puertas del elevador se abren Miranda camina con decisión hacía el primer mostrador. Los tacones hacen ruido por todo el lugar. El silencio es demasiado para un lugar lleno de tanta gente. ¿Cómo puede haber tanto silencio? Todos parecen trabajar en modo silencioso. Observa que la mayoría usan audífonos inalámbricos.
—¡Buen día! Señorita, disculpe. Quisiera ver a Rayan Marrash. —Dice, amablemente. La muchacha alza su rostro con seriedad.
—¿Tiene usted cita con él?
—No, yo…
—Lo siento. Sin cita es imposible. —Le expone, sin una gota de gentileza.
—¡Pero él es amigo mío! Repórteme por el teléfono, ¡por favor! —Pide, haciendo carita de lastima.
—El señor Marrash no tiene amigos. —Se ríe, en su cara.