La familia Falú han llegado a su casa de Marruecos. Mirah esta contenta a pesar de sentirse triste y preocupada por lo que sucedió con Rayan. No sabe cuanto tiempo más podrá ocultarle lo sucedido a su hermano. Está segura de que se decepcionará de ella y eso golpea constantemente su corazón.
Toda la servidumbre de la casa los recibe con cantos y aplausos. Nani Suhaila la abraza con mucho cariño. Ella fue su niñera y la de Tareq. Desde hace un tiempo se está encargando de enseñarle todos sus secretos de cocina, ya que Mirah ama cocinar.
La casa está hecha de barro y mármol. Fresca y cálida a la vez. Parece un castillo antiguo. Por dentro el lujo y la elegancia se notan en cada detalle. Mirah siente nostalgia al recordar su infancia. A su padre le gustaba pasar más tiempo en Marruecos que en España, aun no entiende porque su papá se llevaba tan bien con Rayan y el por qué le dejó esa carta. Mirah sube a su habitación. Todo está como lo dejó. Feliz de estar en casa se mete al baño a refrescarse rápidamente y baja a la cocina.
Todas las mujeres de la casa se están reuniendo para preparar la cena. Ella saluda a las muchachas de la servidumbre dándoles un abrazo y enseguida se pone a cocinar con ellas. La señora Fátima su madre no para de chismorrear con Lila, su prima, Zayda la madre de Lila y Badra su hermana que no hace absolutamente nada. No le gusta la cocina. En realidad, no le gusta nada.
Mientras preparan la comida Nailea y Nani Suhaila entran a la cocina con emoción. Mirah les sonríe mientras parte un pimiento.
—¡No me digas que nos ayudarás a cocinar! —Comenta la señora Fátima en tono de burla. —Estoy segura de que no tienes ni idea de qué y cómo cocinar, pero Lila podría enseñarte. —Dice, con diversión. Es evidente que no tolera a la esposa de Tareq.
—¡Madre, deja en paz a Nailea! —Le solicita, Mirah, un tanto incómoda.
—Pero si no he dicho nada malo. Ven, estamos haciendo la comida favorita de Tareq. —Continúa, burlándose. Nailea guarda silencio y mejor se retira.
—¡No lo puedo creer! ¿Hasta cuándo dejaras de molestarla? —Alza su voz por primera vez. —¡Alá te observa madre!
—¡No me alces la voz niña! Que Alá sabe la paciencia que le he tenido. —Se limpia las manos en el delantal y toma la carne para condimentarla.
Mirah opta por ignorar la actitud de su madre y se enfoca en preparar la cena. No le agrada que se comporte de esa manera con la esposa de Tareq. Le es difícil controlarla.
En menos de una hora tienen lista la cena. Lila toma los platos y las cucharas para colocarlos en el comedor, pero se le caen al suelo. Ya es la quinta cosa que tira. Mirah la nota extraña y algo nerviosa.
—¡Lila, deja eso allí! Tú —Dice, la señora Fátima señalando a una de las muchachas del servicio. —Recoge eso. —Le ordena. —Lila, no te preocupes y coloca otros platos en el comedor. Yo llevo la comida. —Indica y toma un recipiente de barro donde va la carne. Mirah lleva algunos panes. Lila obedece y velozmente coloca todo mientras las demás traen la comida. Después toma el recipiente de barro y comienza a servir.
—¿Por qué repartes la carne en los platos si aún no estamos sentados en la mesa? —Pregunta, Mirah a Lila.
—‘Ana asf (Lo siento). Tienes razón, prima. Se me pasó por alto, pero ahora ya está servida. —Sonríe.
—¡Alá! Corre a llamarlos a todos porque como ya les serviste ahora se enfriará la comida. —Le ordena. Lila obedece sin rechistar y sale corriendo a llamarlos.
Minutos después están todos en la mesa comiendo. Ríen y disfrutan de la deliciosa comida. La sazón de la señora Fátima, Nani Suhaila y Mirah es espectacular. De repente Nailea comienza a sentirse mal. Suda a mares y parece que casi no puede respirar.
—¡Mi Rohi! ¿Qué te sucede? —Pregunta, Tareq, examinándola desesperado.
Nani Suhaila se pone de pie y revisa su rostro de cerca. Nota lo pálido de sus labios y lo mucho que le cuesta respirar. Enseguida sabe que es lo que le está pasando y sin perder un minuto más corre hasta su habitación. Busca como loca entre sus cosas un frasco y regresa en segundos a la mesa. Nailea está a punto de perder el conocimiento. Nani vierte rápidamente el contenido del frasco en la boca de Nailea.
—¡Llama al médico! ¡Ahora! Es envenenamiento. —Le asegura Nani Suhaila a Tareq y le ayuda a sostener a Nailea quien yace desmayada en sus brazos.
La tensión en la casa explota. Tareq llama al médico y sube en brazos a Nailea a la habitación. Mirah angustiada corre a la puerta atenta a que llegue el doctor. La servidumbre, Lila y Zayda la mamá de Lila, se esconden en sus habitaciones. El doctor llega y rápidamente atiende a Nailea. Tareq está furibundo. Mirah no sabe qué hacer para calmar a su hermano mientras esperan la confirmación del médico afuera de la habitación y su madre no ayuda en nada con sus comentarios.
—Seguro que fue que le cayó pesada la comida hijo. No te preocupes. —Asevera, restándole importancia.
—¡No te atrevas madre! No tengo la paciencia de antes. Así que mejor guarda silencio. —Ordena, Tareq. Mirah la ve con reprobación.
Mirah conoce a su hermano y sabe que, si resulta ser envenenamiento, él va a mover hasta la última piedra para saber quién tuvo las suficientes agallas de cometer semejante acto hacia su esposa. Minutos después el doctor sale y confirma lo que todos suponen. Tareq sale como loco hacia la habitación de Lila. Su madre trata de detenerlo, pero es en vano.