Amor Inmarcesible

Capítulo XV. La carta

—¡As-salaamu alaikum! Qué bueno que me llamas, Nailea. —Contesta, Mirah.

—¡Wa Alaikum As-Salaam! ¿Cómo estás?

—Necesito hablar contigo no sé qué hacer. —Le comenta, desesperada.

—Claro, podemos vernos mañana.

—Bien, mañana iré a verte temprano.

—¿Pasó algo grave? —Le preocupa su desesperación.

—Prefiero contártelo en persona. Eres la única en quién confío. —Expresa, Mirah, angustiada.

—Está bien, Mirah. Te espero mañana. —Se aclara la garganta. —Mirah, ¿Tareq está con ustedes?

—No, es decir, estuvo aquí, pero hace más de una hora que se fue.

—A lo mejor se retrasó por trabajo. Lo esperaré. —Dice y se despide.

Muy temprano por la mañana la señora Fátima corre de tienda en tienda con Badra mientras organiza la cena por el celular. Badra luce más amargada que nunca. Se mide los vestidos de mala gana y reniega por todo.

—¡No quiero casarme! —Grita a viva voz.

—¡Cállate niña! ¡Por Alá! No te atrevas a enfrentar a Tareq, Badra. —La señala con el dedo.

—¿Por qué yo no tengo derecho a elegir y Mirah sí? ¡Ella debería casarse primero, no yo! —Le reprocha.

—Mira Badra esas son decisiones de mi hijo y agradécele a Alá que tendrás marido. —Badra la ve con odio.

—¿Agradecer? ¡Yo no quiero marido! —La señora Fátima alza su mano y le da una fuerte bofetada.

—¡Ya basta! ¿Qué es lo que quieres? ¿Quedarte seca y en el olvido? Ya no más berrinches y elige un vestido. Hoy te comprometerás te guste o no. —Sentencia, mientras Badra se acaricia la mejilla.

Rayan finaliza una de sus usuales reuniones. Se retira de la sala de conferencias e ingresa a su elegante oficina donde Hasan ya lo espera.

—Buen día, señor. —Inclina su cabeza.

—Hasan, te escucho. —Indica mientras se quita su saco.

—Hoy habrá una cena de compromiso en la casa Falú. —Rayan se pausa. —Tareq va a casar a su hermana Badra con Gibran Malec.

—Entiendo.

—También va a presentarle un pretendiente a la señorita, Mirah. —Rayan, lo mira esperando más información. —Se llama Khaled Zidan.

—¿El hijo menor de Khaled Haidar? —Pregunta y Hasan afirma con la cabeza. —Es una familia honorable. —Se sienta en su silla, pensativo.

—Estoy a sus ordenes señor. —Indica.

—Yo me hago cargo, Hasan. Puedes retirarte. —El tiempo para Mirah había acabado.  

En la suite Nailea y Mirah tratan de encontrarle solución al grandísimo problema en que se había metido.

—Tienes que hablar con Tareq. No hay otra salida. —Le pide, Nailea. Mirah niega con la cabeza.

—¡No puedo! ¡No puedo! Nailea, Tengo miedo. —Dice casi llorando.

—Mirah, se lo que es tener miedo, pero te aseguro que por mucho que se enoje Tareq, te ayudará en encontrar una solución. —Ella agacha su cabeza.

Se siente muy confundida. No sabe si quiere o no casarse con Rayan a pesar de que todos hablaban mal de él, ya que él no se ha comportado bien. Algo en ella se remueve cuando sus miradas se cruzan. Quizá esa fue la razón por la cual acepto firmar el Nikah. En sus adentros percibe alguna conexión con él.

—Tienes razón. Hablaré con él después de la cena de compromiso. —Nailea, respira, aliviada. No quiere ocultarle nada a su esposo.

El resto del día se la pasan buscando que ponerse para la cena. Se arreglan y maquillan. Mirah es una mujer muy hermosa. Su cabello negro brillante cae hasta sus caderas. Sus cejas gruesas, negras y tupidas son el perfecto complemento en su delicado rostro. Las pestañas larguísimas adornan sus ojos grandes color miel que a veces cambiaban a amarillos. Su nariz respingada parece esculpida y su boca pequeña, pero de labios carnosos la hacen ver como una muñeca de porcelana. Por su belleza muchos hombres no se atreven a pedir su mano temiendo que los rechacen; ya que varios habían sido descalificados por ella y para un musulmán esa es una humillación grande.

—Iré ayudar a Nani a prepararse. —Dice, Mirah, ya lista.

Todos llegan con anticipación a la cena. La entrada esta adornada con luces y se escucha música árabe adentro. Entran y todo está listo como Tareq indicó. Badra se mira preciosa con su vestido, aunque su rostro muestra amargura total. Tareq se coloca frente a ella.

—¡Alá derrame múltiples bendiciones en tu vida hermana! —Besa sus manos y ella agacha su cabeza, sumisa. —Luces como una estrella; brillante y preciosa. —Ella le sonríe, si bien, aunque quisiera estar furiosa con su hermano, no puede, en el fondo sabe que él busca lo mejor para ella.

—¡Gracias, hermano! —Toma la mano de Tareq, besa su dorso y se la lleva a la frente como señal de saludo y respeto.

La señora Fátima, incómoda, observa a Nailea, pero ella no le dirige la mirada. La señora Zayda se mantiene en segundo plano. No habla, ni opina, ya que en ese momento su prioridad es la recuperación de su hija quién sigue internada en el hospital psiquiátrico.




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