Amor Inmortal

Capitulo 5

Narra Emily:

Fui seriamente reprendida por mi manera de actuar, pues no tuve el valor de matar a mis padres y los lleve a Suterdlot en estado de transe, tenía la esperanza de que el cura pudiese hacer algo por sus almas, pero me dijeron que ya se habían perdido y que fue imprudente llevarlos a ese lugar, no se me permitió volver a verlos; sus cuerpos fueron cremados sin que pudiese estar presente, el funeral de mi familia se realizó y yo solo pude visitar sus tumbas días después; Henry me acompañó en todo momento, dándome su apoyo incondicional, sin el creo que hubiese perdido la razón. Las noches se volvieron un tormento, tenía pesadillas sobre lo sucedió ese día, las palabras del chico me atormentaban sin parar, me veía a mí misma en medio de la oscuridad, intentaba alcanzar a mis padres, pero por más que corriera seguían estando lejos, como un eco escuchaba esas palabras una y otra vez, “busca la verdad, busca la verdad ¡busca la verdad!”. Cuando al fin lograba alcanzarlos sus ojos eran rojos y de sus bocas corría un líquido carmesí, sentía gran terror y despertaba de un sobresalto, el sudor pegaba mi ropa al cuerpo, y un escalofrió me recorría todas las mañanas. Pensaba que el tiempo era la única cura para lo que sea que me estaba pasando, pero no era cierto, en el fondo sentía que había algo que no estaba viendo, pero no sabía que; no fue hasta esa noche que bajé a las catacumbas en busca de Henry cuando encontré aquella verdad tan siniestra.

No había pasado ni un dos meses desde la muerte de toda mi familia cuando entre a la sección prohibida de las catacumbas, el lugar donde Henry trabajaba haciendo pruebas y buscando nuevas formas de terminar con los vampiros, a pesar de ser muy joven en el área fue considerado un gran prodigio, pues descubrió las propiedades de la “Adonis annua”, comúnmente conocida como gota de sangre, gracias a ella las cacerías eran más efectivas, ya no era necesaria tanta armería, un solo dardo con Adonis annua y los vampiros morían en minutos; sin embargo, desde el día que lo descubrió comenzó a actuar raro, me visitaba con menos regularidad y evitaba a toda costa hablar de mi familia, creía que era su manera de protegerme ante el dolor de la perdida, pero cada vez lo sentía más distante, incluso dejo de acompañarme al cementerio, él era la única persona que me quedaba en mi vida, no quería perderlo, por eso rompí las reglas e ingrese a las catacumbas para darle un sorpresa, pero la sorprendida fui yo.

Las catacumbas guardaban un oscuro secreto, no era lo que todo el pueblo creía, era un calabozo de vampiros, en cada celda se encontraban cuerpos en descomposición, pero extrañamente no emanaban mal olor, algunas celdas parecían escenas de terror, sangre en las paredes, extremidades esparcidas en todas partes, herramientas extrañas abundaban en aquel lugar; un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando me tope con una puerta de hierro, estaba abierta y tuve miedo de lo que podía encontrar, más aún a si seguí avanzando; la sangre se helo en mis venas al toparme con un rostro conocido. Una mujer de cabellos oscuros se encontraba al otro lado de la puerta, esposada a la pared con grilletes de acero y un cuerpo demacrado, la piel blanca como la cera, su mirada estaba perdida y apenas si lograban escapar leves murmullos de su boca; mis piernas tambalearon y caí al suelo llevándome las manos a la boca, aquella mujer estaba en los huesos, no parecía un persona sino un cadáver, entre todas las cosas que cruzaron por mi mente solo una era segura, aquella mujer era mi madre; mi madre estaba ahí, frente a mí, no parecía viva pero tampoco muerta, no sabía que hacer o que pensar, estaba en shock; hacía casi dos meses que la enterraron, o al menos eso me dijeron.

-E-Emi...ly –

Como un sollozo escuché a mi madre, o al menos la que parecía ser mi madre hablar, alce la mirada y la vi, no había duda, era ella; ¿Por qué seguía con vida? ¿Qué hacía en las catacumbas? ¿Porque me mintieron? ¿Henry sabia sobre esto? ¿esta es la verdad que tanto debía encontrar? ¿Qué otras cosas desconozco?; eran tantas las preguntas que se formaban en mi mente, un tras de otra tan rápido que no tenía tiempo de pensar una posible respuesta; cuando al fin había decidido dejar todo atrás, continuar con mi vida, mi mundo se desmoronaba de nuevo, con la misma facilidad y brutalidad con la que la lo hizo cuando di por muerta a mi familia; un sentimiento de deseo se apodero de mí, deseo de recuperar aquello que  me fue arrebatado, deseo de volver el tiempo atrás, deseo de ver a mi madre, de abrazarla, de besarla, y de nunca soltarla; me levante animosa para ir hacia ella cuando algo o más bien alguien me detuvo, voltee temerosa y al hacerlo, me cruce con aquellos ojos azulados que me habían traído a ese lugar desde un inicio, Henry.

-Que rayos haces aquí Emily, ¡¿acaso quieres morir?!, ¡¿estas loca?!, sabes que la entrada está prohibida, ¡¿en que estabas pensando?!- aunque su voz era fuerte sus ojos mostraban más temor que furia.

-¡No me hables así Henry!, ¡soy yo la que esta confundida!, ¡soy yo la que debería gritarte a ti! – dije furiosa soltándome de su agarre.

-Te explicare todo, pero primero salgamos de aquí- dijo con una voz más tranquila.

-¿Explicarme?, ¿tú lo sabias?, ¡¿sabías que mi madre estaba viva y no dijiste nada?! -

-Ella no es tu madre Emily-

-¿Qué? – mi voz era débil, sentí como si una espada atravesara mi pecho, ella estaba frente a mí, como podía decir que no era mi madre, ¿acaso este sueño comenzaba a tornarse pesadilla?

-Emily mírame, - Henry me tomo de los hombros, en su rostro había preocupación y tristeza, me conoce mejor que nadie, sabe cuándo estoy a punto de quebrarme; finalmente dejo salir esas palabras que habían quedado atoradas en su garganta – no es tu madre, piensa con claridad, los vampiros son demonios que se apoderan del cuerpo humano, dotándolos de poderes y fuerza, pero ya no tiene alma, no son las personas que amamos y añoramos, ellos han muerto, no son más que cascarones vacíos, no les queda un ápice de bondad; no es tu madre – miro sobre mi hombro y pude notar que apretaba su mandíbula, el mirarla le era tan duro como para mí.




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