Amor Inmortal

Capitulo 6

Después de que mi madre hubo saciado su sed, cobro en sentido, logro hilar las palabras y mantenerse en pie, pero un temor seguía en su mirada. Henry curaba mi herida y miraba a mi madre cada tanto, había algo que le molestaba de la misma manera que a mí. Pude verlo en sus ojos; era culpa, la misma culpa que a mí me recorría desde la noche en que perdí a mi familia; esa sensación de que algo andaba mal pero nunca quisiste verlo, y ahora que la venda era quitada de nuestros ojos, la luz era tan blanca que dañaba y dolía.

Habíamos vivido en una mentira, todas las cosas que nos habían sido enseñadas comenzaban a ponerse en duda, y saber que con nuestras propias manos matamos a muchos que talvez eran inocentes; las palabras de suplicas, gritos y llantos que tantas noches contemple e hice caso omiso me apuñalaban cono flechas ardientes, pero el daño estaba hecho, no podía  os traer a la vida a aquellos que ya no estaban aquí, de nada sirven las disculpas a eses alturas; lo único que podríamos hacer era intentar cambiar el presente; talvez si lográbamos sacar a mi madre de ahí, enseñarla a controlar sus instintos y vivir una vida tranquila sin lastimar a nadie, lográramos remendar el daño que habíamos hecho; pero para eso tenía que salir de ahí antes de que alguien nos encontrara.

Salimos de la celda con sigilo, aunque mi madre ya estaba en un mejor estado, caminar aun le era difícil, no sé cuántos días lleva sin alimento que un cantidad tan pequeña de sangre no le regresaría las fuerzas; la sacamos ambos con dificultad, ella se apoyaba de nuestros hombros, caminaba con pesades y en silencio, avanzo entre el oscuro pasillo, la única luz que no servía de guía provenía de las antorchas ya casi apagadas; llegar a  las salida no era lo difícil, sino pasar a los guardias era el verdadero reto; yo había entrado a hurtadillas en el momento justo que se hacia el cambio de turno por lo cual no me habían visto, pero faltaban horas para el siguiente cambio, sin mencionar que el sol ya estaría en el cielo cuando eso pasara,  y entonces sí, salir sería imposible.

Nuestro plan era sencillo, pero rogábamos al ángel que fuera efectivo; Henry se encargaría de distraer como le fuera posible a los guardias, mientras mi madre y yo saldríamos por la pureta principal; nos dirigiríamos a mi casa, evitando guardias y vigilantes, nada difícil; después nos reuniríamos ambos en mi habitación, la habitación que tenía cuando era niña; esta dejo ser utilizada cuando me volví mayor, pero estaba buen estado, además de que estaba fuera del alcance de cualquier persona. Una vez ahí discutiríamos como lograr que el jefe de la aldea nos escuchara; además de inventar alguna historia creíble para justificar la ausencia de mi madre; pues Henry no era el encargado de su estudio, por lo cual sería difícil cuando se dieran cuanta que ella ya no estaba en las catacumbas. Aunque sonaba imposible yo creí, creí que era posible. Todo iba bien, el plan estaba saliendo a la perfección, solo unos cuantos metros más y estaría afuera, ocultar en la oscuridad sería más sencillo; la puerta estaba ahí, justo enfrente, pero cerrada; solté  a mi madre para abrir la cerradura, cuando lo logre voltee  alegre, solo para mirarla a ella, con una espada sobresaliendo de su pecho, y sangre goteando de su boca; la espada fue retirada bruscamente y ella cayo hacia delante, yo quise detener su caída pero un fuerte golpe en la cabeza me dejo tirada en el suelo al igual que a mi madre; fue la última vez que vi su rostro, y la última vez que escuche su voz; todo se esfumo en un segundo.

Desperté en una celda, atada con grilletes en tobillos y muñecas, un fuerte dolor me atormento tan pronto abrí los ojos, y los recuerdos de la noche anterior me invadieron; el frio era glacial a pesar de que los algunos rayos del sol lograban colarse por la ventana que estaba en lo alto de la pared, era pequeña y cubierta de barrotes, pero era suficiente para dejar entrar la luz y el sonido; se escuchaban murmullos desde afuera, pasos y movimiento; el día no era normal, lo presentí y exigí saber que estaba pasando; lo primero que pregunte, que grite e incluso roge, fue saber que había pasado con mi madre, aunque sabía perfectamente que había pasado aun así quería saber, pregunte también por Henry, pero todo de mi fue ignorado; los guardia me miraban con desprecio, a mí, una de ellos, yo que tantas veces los había salvado, yo que crecí a su lado, yo que los creí amigos y familia, ahora no era más que escoria ante sus ojos; ninguno quiso oírme cuando les dije que estaban equivocados, cuando quise explicar lo que tanto trabajo me costó entender, lo que tanto me costó ver y aceptar, aceptar que nosotros éramos los monstruo, pero nada servía.

Sabía cuál era mi destino, seria culpada por alta traición y condena a muerte, eso docta la ley para todo cazador que se atreve a aliarse con los vampiros, yo había sacado a mi madre de su cautiverio y ante la ley merecía la muerte, pero yo no solté a un asesino, no libere a un demonio ni me alié con él, yo solo rescate a mi madre, alguien inocente.

-Comida para la prisionera – dijo una voz familiar. Henry.

Me levante de un salto, ¡él estaba vivo!, y ¿libre? No, no dudaría de él otra vez, esperaría hasta tenerlo frente a frente y saber que tenía que decir, que rayos había pasado.

-No se permiten visitas – sentencio el guardia.

-Todo es un caos haya afuera, temo que la ejecución se retrasará unas horas más, la prisionera debe comer o morirá de hambre antes de recibir su condena –

-Necesito confirmación para dejarte pasar –

-Solo es comida – dijo Henry molesto – no le llevo un arma –




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