Amor Inmortal

Capitulo 9

Lía y yo tuvimos que iniciar una nueva vida sin Emily, para ese entonces ya no éramos dos completos desconocidos, pues la muerte de Emily nos había unido demasiado, nuestra relación se convirtió en una amistad sincera, con la cual pudimos superar la perdida.

Durante los dos meses en que estuve acompañando a Emily en su enfermedad, no salí de su casa en ningún momento, pues tanto Lía como yo temamos que algo pasara si la dejábamos sola, Lía era la única que visitaba el pueblo, a mi jamás me habían visto por esos rumbos, por eso no me extraño recibir miradas cuando visite el pueblo la primera vez, era un lugar pequeño con poco habitantes, todos se conocían entre sí, cualquier extraño era fácilmente ubicado entre ellos.

Era la primera vez que salía a plena luz del día, Lía se había esforzado enormemente por crear la dichosa formula que su padre había dejado, yo tenía miedo de tomarla, pero ella insistió en que lo hiciera, que al final accedí, cuando el líquido entro en mis venas y viajo rápidamente por todo mi organismo, sentí como si una fuerte fiebre me atacara, la temperatura de mi cuerpo comenzó a elevarse, el corazón parecía latir, era débil, pero estaba ahí; mis sentido por otro lado no se vieron alterados, seguían siendo los mismo, amplio y sobre humanos; lo que si cambio fue mi apetito; durante todo el tiempo que llevaba siendo vampiro jamás me sentí lleno o satisfecho; pablo dijo que era causa de la dieta que me obligue a llevar, la cual no me nutria como era preciso, y por eso siempre me sentía hambriento; pero cuando esa cosa entro en mi cuerpo, puede sentir que mi apetito disminuía, incluso más de lo que hacía después de alimentarme.

Aun había algo que me aterraba, eso que tanto me aterraba era lo mismo que tanto anhelaba; el sol; extrañaba sentir los rayos del sol sobre mi piel, quería sentir su roce nuevamente; esa calidez que llenaba mi cuerpo cada mañana se convirtió en un peligro en cuanto cambie, ya no era calidez la que el sol dejaba en mí, sus rayos no me calentaban, me quemaban, como brazas del infierno que tocaban mi piel; por eso deseaba tanto volver a sentirlo, pero a la vez me aterraba. Lía me insistió en que debía salir para poner aprueba todo de una vez por todas y dejarme de miedos, no tendría por qué arriesgarme a morir en un solo acto, un solo roce de sol sería suficiente para probar si era seguros, para probar si aquella dichosa formula era efectiva o solo una falsa esperanza.

Recuerdo que esa mañana llego como de costumbre, el sol apenas y comenzaba a iluminar el lugar; tenía una hora que aquella invención de Henry estaba en mi cuerpo; yo permanecía frente a la ventana; Lía estaba a mi lado, no había necesidad de palabras, sus ojos me dieron todo el valor que necesitaba; con temor acerque mi mano a la ventana de madera que impedía que el sol se filtrara al interior de la cabaña; la abrí ligeramente, lo rayos entraron como invasores al instante y yo me aparte por inercia; tenía miedo, miedo de que todo fuera falso y el sol aun me repudiara; Lía pudo notar mi temor, sujeto mi mano con la suyo, y ambos la acercamos a las luz del sol, lentamente mi mano sintió su tacto, su calidez, su aprobación. El sol no me quemaba, me aceptaba nuevamente, y sentí que no era ya más un maldito. Sali corriendo alegremente de la cabaña, quería sentir el sol tocar cada parte de mi piel sentir su abrazo una vez más; me sentía completo, me sentía aliviado, me sentía vivo.

Esa sensación no duro mucho, los pueblerinos nos miraban con recelo, desconozco si lía no lo notaba o fingía no hacerlo; ella parecía tranquila, escogía verduras entre los puestos de las gentes, yo me encontraba a sus espaldas mirando mi entorno, había extrañado tanto las mañas que creí que me sentiría contento al poder disfrutarlas nuevamente, pero me llene de amargura al escuchar los susurros de las gentes.

Sabía que esto era posible, que la gente comenzara a hablar de la repentina aparición un joven en el pueblo, más aún si este joven no se aparta de una jovencita que acaba de quedar huérfana; los chismorreaos comenzaron tan pronto nos vieron, eran como víboras buscando una nueva presa, y habían escogido a Lía para ello; la miraban con desagrado, con desaprobación, como si hubiese cometido un crimen; fingían ser discretos, cuando se la cruzaban le sonreían y hablan con naturaleza, pero cuando se alejaban comenzaban a hablar, creían que no los escuchaba, y era cierto; ella no podía oírlos, pero yo si podía, la llamaban zorra, cualquiera, mustia; eso hizo hervir mi sangre, creí que por ser conocidos no serían crueles con ella, pero parece que espere demasiado de ellos; estaban difamando a Lía a sus espaldas, solo porque la vieron acompañada de un hombre, solo porque no parecía correcto.

No pude soportar más estupideces, tomé a Lía del brazo con discreción, ella se volvió para mirarme.

-¿Qué pasa? - pregunto sosteniendo la canasta llena de vegetales.

-Vámonos - respondí en voz baja. Mas miradas se dirigieron a nosotros.

-Aun no termino de comprar, si te aburriste puedes regresar por tu cuenta- dijo

-Vámonos - repetí.

-Aun no…- tire de ella y la arrastre fuera del bullicio -¡oye! - protesto -¡tenía cosa que hacer! -

-Pues no sea hoy - respondí molesto - ni nunca.

-¡Pero que …!-

-Camina- le interrumpí.

Ella pareció molesta, pero guardo silencio, no dijo nada más en el resto del camino, yo seguía furioso por las cosa que habían dicho de ella; también habían hablado mal de mí, pero eso no me importaba, de mi podían decir lo que quisieran, pero no ella, no podían meterse con ella. Llegamos a la cabaña y lía dejo la canasta en la mesa, yo me senté en una de las mesas que estaban cerca mientras ella guardaba las pocas cosas que había alcanzado a comprar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.