Amor Inmortal

Capitulo 26

El cielo estaba despejado, era un hermoso día soleado, solo una suave brisa se sentía el lugar mientras amigos y conocidos se reunían para despedir a Lía, ni un solo familiar estaba presente, porque ella no tenía familia. El aire estaba cargado de tristeza y melancolía, sus amigos cercanos lloraban su partida; Hiroshi era de los afectados, su corazón tan débil difícilmente soporto la noticia.

No fui capaz de estar presente en su velorio, llámenme cobarde si así lo prefieren, pero ver bajar ese ataúd me haría perder el control, me destruiría mas de lo que ya estaba, y no habría forma de reconstruirme. Kanato fue un gran apoyo para mi durante esos días, el se encargo de todo mientras yo seguía sumido en mi miseria. Cuando llego el momento de llevar su cuerpo al cementerio, seguí a la multitud a la distancia, podía escuchar cada palabra de despedida y sollozo de la gente, y a cada segundo sentía mi corazón resquebrajarse

Me quedé en las sombras, fuera de la vista de todos. Observe cómo bajaban el ataúd con cuidado, como si fueran conscientes de la fragilidad de su contenido. La tierra que había sido removida dejaba un hueco, una herida en la tierra que parecía reflejar el vacío que ahora sentía en mi pecho, pero que este, no podría llenarse. Cerré los ojos, intentando bloquear el sonido de lamentos, pero era inútil. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, amenazando con escapar dejando a relucir mi fragilidad. La gente se dispersó poco a poco, dejando la tumba sola.

Cuando finalmente me acerqué, me quedé allí en silencio, mirando la lápida que llevaba su nombre. Era difícil creer que ya no estaría aquí, que ya no escucharía su risa o sentiría su presencia. Mi garganta se apretaba, luchando contra el nudo de emociones que se estaba formando.

-Lo siento -murmuré en voz baja, mis dedos rozando la superficie fría de la lápida -. Lamento no haber estado allí para ti cuando más te necesitabas. Lamento no haber sido lo suficientemente fuerte para protegerte-

Me arrodillé, sintiendo el dolor en cada fibra de mi ser. Las lágrimas finalmente cayeron, deslizándose por mis mejillas mientras hablaba en un susurro roto.

-Juro que nos volveremos a encontrar, no importa cuanto que esperar o donde tenga que buscarte, juro que te encontrare, y cuando lo haga, no seré el mismo cobarde que huye de sus sentimientos, sonreiré para ti cada día como tu hiciste para mí, no perderé mi tiempo en inseguridades ni miedos, te amare como no pude hacerlo en esta vida-

Después de un tiempo que pareció eterno, me puse de pie secando mis lágrimas. Miré una vez más la tumba antes de girarme y alejarme lentamente. Kanato y Hiroshi me esperaban a cierta distancia, respetando mi necesidad de estar solo en ese momento.

-No te encierres en tu dolor Jackson, ni te culpes por lo que estuvo en tus manos -dijo Kanato suavemente mientras me acercaba -A ella no le gustaría verte así-

Hiroshi ascendió, su mirada llena de comprensión y empatía -Se que ella no te culpa de nada, sabia los riesgos de estar a tu lado y aun así escogió quedarse-

Quería creer sus palabras, porque sabía que tenían razón, Lía jamás me culpo de nada, tampoco tuvo miedo cuando la muerte toco a su puerta, era ella supiere su destino y lo hubiese aceptado antes que yo, pero aun así no podía dejar atrás el sentimiento de culpa, porque en el fondo me responsable, porque cuando pierdes a un ser amado, siempre piensas que pudiste hacer algo.

Con pasos lentos y pesados, nos alejamos del lugar. Regresé a la casa que solíamos compartir, pero ya no sentía como un hogar, solo eran paredes frías y solitarias. Cerré los ojos y podía sentir su presencia en cada habitación, como si su risa aún resonara en el aire. Pero ahora todo eso era solo un eco, un recuerdo doloroso de lo que alguna vez fue.

Sentado en el sillón que solíamos compartir, miré a mi alrededor. La casa estaba llena de un silencio opresivo, un silencio que parecía gritar su ausencia. El dolor era abrumador, casi insoportable. Sabía que no podría quedarme allí, ese lugar era un contante recordatorio de ella y de lo que alguna vez compartimos.

Tomé la decisión de marcharme, dejar atrás esa casa y todo lo que estaba asociado con ella. No sabía a dónde iría, pero necesitaba un nuevo comienzo, un lugar donde el recuerdo de Lía no fuera tan abrumador.

Kanato y Hiroshi estaban ahí para apoyarme, no hicieron nada por detenerme o convencerme siquiera de quedarme más tiempo, ellos sabían que el dolor que ellos sentían por la muerte de Lía no se comparaba al mío, no era que le restara importancia al cariño que le tenían, pero no es lo mismo querer a amar. Me ayudaron con las maletas y me dieron palabras de aliento, recordándome que no estaba solo en esto.

Caminé por los pasillos de la casa una última vez, mirando cada rincón como si quisiera grabarlo en mi memoria. No pude evitar detenerme en la habitación que solía ser de Lía, donde compartíamos risas y sueños. El dolor era aplastante, y una lágrima solitaria cayó por mi mejilla.

Finalmente, me dirigí a mi despacho, sabía que había llegado el momento de partir, dejar atrás los dolorosos recuerdos, no era que huyera de ellos, pero necesitaba tiempo en soledad para aceptar su muerte, regresaría en algún momento, hasta entonces me mantendría alejado, había una sola cosa que faltaba por guardar, algo muy valioso como para ir en una valija, el collar de Lía. Abrí el cajón de mi escritorio y saqué el estuche donde lo había guardado.




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