PREFACIO

—Qué bueno… —susurró, desplomándose al suelo, sintiendo el frío de las baldosas de este sobre sus muslos, con una ligera sonrisa ladina, y lágrimas decorando sus mejillas.

Era bueno.

¿Lo era?

—Es genial… —gesticuló con conmoción y una fingida cálida voz, sostuvo el móvil con dureza y fragilidad, forzó una risa mientras lágrimas caían, el sonido turbio que provocaba la ducha contra el suelo hizo que su consciente domara por sobre sus emociones, era verdad, él lo llamaba, él…—Sí, estaré ahí… —musitó, su voz cada vez quebrándose con cada palabra que soltaba, sin poder dejar un atisbo de sinceridad en sus incoherentes oraciones, maltratándose vilmente, poco importaba sin embargo sus sentimientos hacia Ethan Holmes.

Gimió entre llantos, reprimiendo el ruido impetuoso que generaba el llanto, la mucosidad y los jadeos con la manga de su casacón beige de lana tejido a mano por su abuela, que se lo obsequió a sus quince años de edad. Las gotas de agua de la ducha golpeaban contra su espalda, salpicando en las paredes, pudiendo sentir el tajante frío gélido de su llegada.

Eran las 7:39 AM

Con sus delgados dedos aprisionó el casacón, justo por sobre su pecho, dejando una sensación atosigante, llevándose únicamente ella los sentimientos reprimidos sin poder ser consensuados.

Era ella la única culpable por querer cosechar frutos en un campo infértil, y por aún seguir persistiendo habiendo ya visto el fracaso. Jaló de sus cabellos mientras sus pies tocaban las cerámicas de la pared.

¿Qué ganaba negándolo? Lo amaba a pesar de ver cómo este no.

Lo amaba…

Lo amaba con tal intensidad que olvidó el significado de la negación, él no la amaba, ella debía dejarlo partir de su corazón perteneciente a este, era suyo, pero él, no deseaba tenerlo.

—Sí… —vociferó con risas agudas—, también te extrañé —sus facciones decayeron—. Adiós.

Soltó el móvil tras terminar con la llamada; jadeó y golpeó su pecho como si este fuese la causa de su dolor, tal vez, sí lo era.