Pentágono
«Me gustaría ser un pájaro y poder volar lejos de todo». El pequeño nido de pájaros sobre las ramas del árbol junto a mí me hace pensar en eso. Centro la vista en el cielo, por la cantidad de nubes que hay puedo percibir que se acerca una tormenta.
—¿En qué piensas, Gin-tonic?
Me giro hacia dónde proviene la voz. Es Mason.
—Quisiera ser un pájaro —menciono regresando la vista al cielo.
—¿Un pájaro?
—Sí, un pájaro. De ese modo podría volar a donde yo quisiera y olvidarme de todo —extiendo la mano hacia el cielo.
—A veces dices cosas raras Gin-tonic —Mason extiende su mano hasta llegar a la mía—. Sí fueras un pájaro me gustaría ser uno también, de ese modo podríamos volar juntos —dice.
La sinceridad en su mirada me hace sentir un leve cosquilleo en el pecho y eso no me agrada, así que desvío la mirada.
—¿Puedo preguntar algo sobre el pentágono? —cambio el tema lo más rápido que puedo. Mason hace una mueca y asiente acostándose junto a mí en el jardín.
—¿Por qué participas en carreras clandestinas? ¿No tienes miedo a morir en una de ellas?
Guarda silencio un momento y sonríe. Su mera sonrisa hace que mi corazón de un vuelco.
—La muerte es lo único seguro que tenemos en esta vida Gin-tonic, así que, ¿Por qué no morir haciendo lo que nos gusta? —me dice con voz tranquila—. Participo en las carreras porque la renta del departamento y mis gastos no se pagan solos —añade al ver mi expresión de terror.
Sus palabras me recuerdan a Richard y extrañamente el vuelco que sentí hace un momento se convierte en una punzada en el pecho.
—¿Estás arriesgando tu vida solo por unos cuantos billetes? —pregunto irónica.
¿Acaso es consciente de que no vale la pena arriesgar la vida por un poco de dinero? Mason suelta una carcajada acostándose de lado.
—¿Estás preocupándote por mí? —inquiere coqueto.
—Eso quisieras —ruedo los ojos. ¡Por supuesto que estoy preocupada por ti idiota!
—Ven a mi siguiente carrera, verás que no es tan malo como parece —me pide con una sonrisa sincera.
Suspiro sentándome en el césped. Justo porque conozco todo lo relacionado con ese mundo estoy preocupada.
—Lo pensaré… —digo buscando el paquete de chicles entre mis cosas—. Las carreras son cada semana o ¿Cómo funciona eso? —le extiendo el paquete ofreciéndole uno y este niega con la cabeza.
—¿Para qué quieres saber eso? —inquiere, colocando ambos brazos detrás de su cabeza.
—Simple curiosidad. Tal vez así pueda entender mejor por qué lo haces —vuelvo a meter el paquete a mi mochila.
—Son 4 carreras al mes, una cada semana, aunque hay veces que surge alguna entre semana, pero eso solo pasa si hay competidores nuevos. Cuando es así Tyler se contacta conmigo o con Chad —menciona sentándose de nuevo a mi lado.
—¿Chad también corre? —frunzo el ceño. Recuerdo que Sarah me dijo hace tiempo que ella nunca saldría con alguien que participara en carreras clandestinas.
Mason niega serio.
—No, Chad no corre, él solo se encarga de las finanzas.
Asiento, asimilando toda la información. Necesito conocer que tal están las cosas por aquí y que tan probable es que pueda encontrarme con alguien que me reconozca.
—¿Vienen personas de todos lados o solo cercanas al lugar?
—La mayoría son de aquí, pero como te digo, hay veces que suelen venir de lugares alrededor de California, esto solo sucede cuando los organizadores te invitan a participar —dice, encogiéndose de hombros.
Me levanto de golpe. Agarro mis cosas y me cuelgo la mochila al hombro. Mason me mira sin entender.
—Te veré luego Mason —digo caminando hacia los edificios.
Las carreras funcionaban de manera similar que en Phoenix. La diferencia más grande es que para correr aquí tienes que ser invitado por alguien de los organizadores. No puedes llegar y participar por tu cuenta como en Phoenix. Eso quiere decir que no hay probabilidades de que Richard me encuentre aquí. Respiro aliviada y me adentro en el aula donde es mi siguiente clase. El profesor Rodríguez entra por la puerta llamando la atención de todos.
—Bien clase hoy repasaremos los temas que vendrán en el examen —dice, hablando un español perfectamente fluido.
Saco mi computadora y comienzo a hacer anotaciones sobre los puntos más importantes. La clase transcurre tranquila, el profesor responde todas las dudas que hay sobre los temas, incluso al final nos deja ejercicios parecidos a los que vendrán en el examen, «¡Gracias dios!». El español no es mi mayor fuerte. Al finalizar la clase guardo mi computadora y salgo de ahí para encontrarme con Sarah, la veo cerca de su casillero y acelero el paso para llegar a ella sin ser vista.
—Hola, guapa —susurro en su oído con voz gruesa.
Gira rápidamente con una expresión de susto llevándose una macho al pecho. Haciéndome soltar una carcajada. Es tan divertido molestarla.
Editado: 21.10.2021