Amor involuntario

Recuerdos del pasado.

Capítulo VIII

 

Me remuevo entre las sabanas. Abro los ojos y trato de enfocar, ¿Dónde estoy? Observo a mi alrededor. Mason está recostado en la cama junto a mí. Estoy en su habitación. Miro por la ventana, aún es de noche. ¿Cuánto tiempo he dormido? Me siento en la cama. Esta se hunde detrás de mí, al parecer he despertado a Mason.

—¿Gin? —susurra.

Puedo notar un atisbo de miedo en su voz. Me giro hacia él.

—¿Qué pasó?

Flashazos de Taylor hablando con Mason vienen a la memoria y me tenso.

—Te desmayaste al salir de las carreras —menciona en voz baja.

—Oh —es lo único que logro pronunciar.

Mi cabeza está a mil por hora. Al parecer Taylor vende drogas y lo que es peor, lo he visto dos veces en un intercambio. Ahogo un jadeo al caer en cuenta de la situación.

—¿Te siente mal? ¿Quieres que te lleve al hospital? —pregunta preocupado.

Niego lentamente. Sus ojos son intensos y me examina detenidamente.

—¿Estás segura? Te has puesto pálida —dice acariciando mi mejilla.

El contacto de su mano con mi piel me hace estremecer. Asiento, no muy segura. Vuelvo a mirarlo fijamente. Este me sonríe cálidamente.

—¿Cuál es tu relación con Taylor? —pregunto repentinamente.

Puedo notar como se tensa al escuchar mi pregunta, duda por un segundo y después habla:

—Somos compañeros de fraternidad, ¿Por qué? —dice bruscamente—. ¿Te ha hecho algo? —su tono de voz se suaviza.

—No, no me ha hecho nada. Simple curiosidad —digo sin levantar la mirada.

Mason agarra mis manos y las sujeta entre las suyas. Su tacto se siente cálido. Me agrada.

—Por qué siento que no me estás diciendo la verdad —da un ligero apretón a mis manos—. Puedes ser honesto conmigo Gin.

Muerdo mi labio inferior indecisa sobre si contarle lo que he visto o no. Me decido por la segunda opción. Honestamente no quiero volver a verme involucrada en algo como eso.

—No me da buena espina. Por favor, cuídate de él —es lo único que puedo decirle.

Puedo sentir a través de su agarre como este se tensa.

—¿A qué te refieres con eso? —inquiere.

—No lo sé exactamente es solo una corazonada —digo mirándolo a los ojos—. Prométeme que en el momento en que notes algo extraño te alejarás de él.

Mason me mira con una expresión seria. Su mirada se torna oscura, tras varios segundos asiente. Suelto la respiración que he estado conteniendo y me levanto de la cama.

—¿A dónde vas? —pregunta levantándose detrás de mí.

—Al baño, necesito lavarme los dientes y la cara. Regresa a la cama, ahora vuelvo —digo saliendo de la habitación.

Me adentro en el baño y me miro al espejo. Tranquila ginebra, respira. Siento como el peso sobre mis hombros se desvanece. Mason no tiene nada que ver con los negocios de Taylor. Sonrío agradecida de que así sea. Después de algunos minutos salgo y regreso a la habitación. La lámpara sobre la mesa de noche es lo único que ilumina la habitación. Mason está recostado dentro de las sábanas, me desvisto y me coloco el pijama. Camino hasta la cama y me adentro en esta. Coloco la almohada entre nosotros y me dejo envolver en los brazos de Morfeo.

*

 

La luz llena la habitación, persuadiéndome desde el sueño más profundo hasta la realidad. Me estiro y abro los ojos. A mi lado Mason está profundamente dormido. Parece un niño pequeño abrazando la almohada. Deslizándome de la cama, alcanzo mi sujetador y me lo pongo. Camino a través de la puerta y me dirijo a la cocina. Del refrigerador saco algunos huevos y tocino. Coloco agua en la cafetera y mientras esta se calienta procedo a preparar el desayuno. Estoy cantando una canción de Katy Perry mientras coloco el tocino en el sartén. Muevo mis caderas al ritmo de la canción, me giro para alcanzar un plato y veo a Sarah conteniendo la risa recargada en la entrada de la cocina, asustándome como el infierno.

—Joder Sarah, me has asustado —digo llevándome la mano al pecho.

—Lo siento —dice soltando a reír.

Se adentra en la cocina y me ayuda a preparar el desayuno. En cuento este está listo Sarah va a hablarle a Chad y yo a Mason. Me adentro en la habitación y camino sigilosamente hasta la cama. Acaricio su cabello lentamente y este se remueve bajo mi mano.

—Mason, el desayuno está listo.

—Cinco minutos más Gin-tonic. Es domingo —dice acurrucándose dentro de las sábanas.

Verlo actuar así me recuerda a un niño pequeño. Sonrió tiernamente.

—Bien. Pero si en cinco minutos no te levantas comerás solo —digo apartando mi mano de su cabello.

Mason se quita las sábanas y me agarra de la muñeca tirándome encima de él. Me rodea con sus largos brazos y pone su rostro en mi cuello.

—Hueles muy bien.




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