Amor Mágico

Capítulo 4

Llegué a casa en tiempo récord pues deseaba estar muy lejos de mi nuevo compañero. La profesora nos había dejado los últimos minutos de la clase para que habláramos con nuestra pareja de proyectos y que nos pusiéramos de acuerdo en cómo trabajaríamos por el resto del año, pero principalmente en la tarea que nos había asignado para la próxima semana.

No podría tener ningún contacto con él sin sentirme sin aire, así que le había pedido permiso a la señora Taylor para ir al baño con urgencia. Ella me miró despectivamente y después de rogarle un par de veces, hasta de bailar como si realmente no aguantara las ganas, ella aceptó dejarme ir al baño.

Había entrado a la habitación de baño con una misión en mi cabeza. Revisé debajo de cada cubículo para estar segura de que nadie estuviera en el lugar antes de cerrar la puerta con llave desde adentro. Solo necesitaba unos segundos.

Me acerqué al lavabo rápidamente y resoplé mirando mi reflejo en el espejo, mi cabello estaba en diferentes direcciones y pasé mis manos por él intentándolo peinar sin deshacer la cola de caballo. Suspiré dejando caer mis manos para meter una en el bolsillo de mi sudadera y sacar un pequeño recipiente vacío lleno de aire. Abrí el grifo para dejar que el agua fluyera, tomé una fuerte respiración y abrí el envase, lo acerqué al agua para que el aire que estaba en él se uniera simbólicamente con el agua para poder recitar un hechizo.

 ─Fluit aqua et aer adhuc. Da mi animi pacem in reliquum diei[1].

Terminé de decir la frase y la paz invadió mi ser, recorriendo lentamente cada rincón de mi cuerpo. Mi alma estaba en sosiego haciendo que me sintiera un poco más ligera como si fuera una pluma volando en el viento. No tenía preocupaciones ni locos pensamientos en mi mente.

Sabía que mi abuela y mi madre no estarían muy contentas si se enteraban que había utilizado magia en público y mucho menos si supieran la razón por la que tuve que utilizarla. Un hechizo de tranquilización no era algo de vida o muerte. La magia solo debía ser usada en caso de emergencias.

 ─Nunca ocupes magia en público, Alana ─siempre me advertía mi mamá─. Es por tu propia seguridad.

Esa frase estaba tatuada en mi mente pues la había escuchado millones de veces. Si una bruja quería mantenerse a salvo del ojo curioso no debía utilizar magia en público. Era la primera regla que se aprendía cuando la magia se hacía presente en tu vida.

Sin embargo, en ese momento para mí era más importante estar tranquila que cualquier advertencia que sonara en mi cabeza.

Salí del baño y caminé hacia el salón justo en el momento que la campana sonaba ruidosamente avisando la finalización de la hora clase, sonreí por dentro al saber que no iba a hablar con Eliot ese día.

Anduve con prisa hacia el aula para poder recoger mis cosas y dirigirme a mi siguiente clase. Eliot estaba parado a un lado de la puerta esperando por mí, le di una sonrisa rígida y entré al salón por mis libros. Agaché mi cabeza para que la señora Taylor no me llamará la atención ya que me había demorado demasiado en el baño.

Coloqué mi mochila sobre mi espalda y empecé a arrastrar mis pies hacia la salida. Cuando llegué a la puerta Eliot se paró frente a mí haciendo que me detuviera de golpe para que no chocara con su cuerpo. Alcé mi cabeza para verlo y el aire abandonó mis pulmones y el cosquilleo hizo acto de presencia. Podía tener un hechizo sobre mí pero aun así seguía reaccionando a él. Tragué saliva ruidosamente mientras mi mente estaba en calma pero el resto de mi cuerpo, no. Eliot provocaba en mi algo que todavía no entendía.

 ─Tenemos que ponernos de acuerdo sobre el trabajo de Literatura ─dijo Eliot mirándome a los ojos.

 ─Uh, tengo otra clase, lo siento ─balbuceé desviando mi mirada hacia el suelo.

 ─Está bien, po…

Esquivé su cuerpo para seguir con mi camino. Él podía pensar que era una maleducada y caprichosa, pero tenerlo frente a mí no era lo mejor. Huí de ese lugar rápidamente ya que mi siguiente clase era al otro lado del edificio y todavía tenía que ir por los libros a mi casillero.

Sacudí mi cabeza alejando los recuerdos de la gran mañana que había tenido, ahora ya estaba en casa y podía olvidarme de lo sucedido.

Inserté la llave en la cerradura y giré la manija de la puerta para abrirla, me sorprendí al encontrar objetos volando por toda la casa mientras mi abuela y mi madre caminaban de un lado al otro. Era muy anormal encontrarme con una escena de ese tipo pues ellas eran muy precavidas al utilizar la magia.

Quité la mochila de mi espalda para dejarla en el sofá más cercano. Fruncí el ceño porque no entendía que estaba sucediendo en mi casa y mucho menos con mi familia. Mi madre y mi abuela estaban enfrascadas en una discusión y hablaban a una velocidad extraordinaria que apenas era capaz de seguirles el ritmo.

 ─Acabo de llegar ─murmuré.

 ─¡Qué bueno, pequeña! ─dijo mi abuela.

Ella se acercó al comedor para guardar el libro rojo en su gran cartera negra, la cual siempre llevaba cuando se iba de viaje y lo que me confirmaba que ellas estarían saliendo de casa, o por lo menos mi abuela lo haría, no estaba muy segura de si mi madre la acompañaría. Todo esto me estaba dando un pequeño dolor en mi sien.




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