Amor Mágico

Capítulo 17

Decidí ir a casa con mi conjunto de educación física pues tenía pereza de cambiarme de ropa cuando apestaba a sudor. Necesitaba una ducha con urgencia. Todavía no podía creer que me encontraba entre las diez más rápidas de la clase. La prueba solo era el comienzo, de ahí venían algunas más para elegir a las más idóneas para el equipo de atletismo. Rogaba no clasificar, no me interesaba ser parte del grupo de seleccionadas.

Abrí la puerta principal y el aroma a pollo frito invadió mis sentidos haciendo que mi estómago gruñera. Reí y mi abuela miró sobre su hombro, ella sonrío al verme parada en el umbral de la puerta. Entré a la casa cerrando la puerta detrás de mí y caminé a la cocina para abrazar a mi abuela.

 ─Huele delicioso.

 ─Y tú apestas, pequeña ─dijo frunciendo la nariz.

 ─Tienes razón ─la solté─. ¿Dónde está mamá? Tengo una gran noticia que contarles ─dije con sarcasmo.

 ─¿Algo bueno en la secundaria? ─preguntó con curiosidad.

 ─No sé si sea algo bueno ─me encogí de hombros.

 ─Anda a bañarte. Realmente apestas.

 ─Lo sé, nana ─giré para dirigirme a las escaleras.

Deseaba tallar cada parte de mi cuerpo y sacar el sudor junto con el mal olor que llevaba encima. Los músculos de mis piernas dolían cada vez que alzaba la pierna para subir un escalón y esperaba que el agua ayudara a calmar un poco el malestar que padecía.

Ingresé a mi habitación y me percaté que algunas de las fotos que tenía en mi pared detrás de mi cama estaban esparcidas por todos lados. Fruncí el ceño porque estaba totalmente segura de que había pegado muy bien las pinzas en el cordel.

Dejé caer mi mochila en la silla giratoria antes de acercarme a la cama y empezar a reunir las fotos que estaban cerca. Mi madre le encantaba hacer manualidades y hace algunos meses había encontrado un video donde había un «tendedero» para «tender» las fotos. Me encantó el resultado final que mi mamá decidió hacerlo para mí.

Aferré una de las fotos, era la de mi madre junto a mi cuando yo había cumplido quince años y su tatuaje se veía naranja. Si una bruja o hechicero se tatuaba, esté se tornaría de color naranja, violeta, rojo, amarillo o verde según diferentes factores como la luz y el ánimo de la persona.

Cada vez que veía ese tatuaje me daban ganas de tener uno en mi piel. Todavía no tenía idea de un diseño en particular o en qué zona de mi cuerpo lo quería. Sin embargo, esperaba que cuando tuviera la mayoría de edad pudiera hacérmelo.

Continué «colgando» las fotos según el orden que había creado en mi mente. Poseía fotografías variadas, algunas con Rachel, con mi madre y otras con mi abuela, había vacaciones familiares y eventos importantes de mi niñez, al igual que cumpleaños. Era como tener mis recuerdos a mano.

Me levanté de la cama para alejarme de ella y poder observar que todo estuviera en su lugar. Me sorprendí al encontrar un espacio vacío pues me encontraba segura de que había reunido todas las fotografías. Agarré mis almohadas para alzarlas y observar debajo de ellas, pero no había nada. Me agaché para colocarme en cuatro y mirar debajo de la cama antes de alargar mi brazo y tocar toda la superficie que fuera posible, tampoco estaba ahí.

Suspiré y me levanté limpiando mis rodillas. Miré detrás de mí esperando que la ventana estuviera abierta y fuera la explicación de cómo había sucedido este lío. Sin embargo, estaba cerrada. Tendría que preguntarle a mi mamá o mi abuela si habían agarrado la fotografía que faltaba, justamente era en la que me encontraba en el mar caminando, la de nuestras últimas vacaciones.

Hice tronar mi cuello y caminé hacia el baño, tenía que ducharme esperando que eso aclarara mis pensamientos pues ya estaba imaginando muchos escenarios de donde podría estar la foto. Saqué mi top por mi cabeza y pateé mis zapatos lejos de mí, arrastré mis pantalones cortos por mis piernas y me despojé de mi ropa interior en un rápido movimiento antes de dirigirme al baño.

La casa era de dos plantas y poseía dos baños en este piso, uno era un baño compartido entre dos habitaciones y el otro era un baño privado. Mi madre tenía el baño privado mientras que el mío era el compartido. Lo bueno es que realmente no lo compartía con nadie, la otra habitación estaba vacía y la puerta que llevaba a esa alcoba, a través del baño, rara vez se abría.

Ingresé en la ducha y abrí el grifo para que el agua cayera en mí, suspiré cuando mis músculos recibieron un rico masaje proporcionado por el agua fría. Restregué todo mi cuerpo con la esponja. Después de estar un buen rato debajo del agua, agarré la toalla y me sequé. Me envolví en la misma para dirigirme a mi habitación y vestirme con ropa cómoda.

Cepillé mi cabello antes de dejarlo suelto para que se secara con el viento. Aferré mi móvil en mi mano después de sacarlo de su escondite en mi mochila y guardarlo en el bolsillo de mi chándal.

Bajé las escaleras pasando mis dedos por el pasamanos, me encontraba inmersa en mis propios pensamientos que el viaje a la cocina había sido demasiado corto. Mi abuela estaba en la estufa preparando el puré de papas.




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