Abrí mis ojos, y los colores se veían más nítidos y claros de lo normal, pasar mucho tiempo en la oscuridad provocaba esto. Me levanté de la cama lentamente para dirigirme a la cocina. Tenía hambre y mi estómago rugía. Mi abuela había preparado cazuela de carne con verduras y no lo iba a desperdiciar por nada del mundo. Me serví una porción en un plato para después calentarlo en el microondas.
Me tensé cuando un frío helado recorrió mi espina dorsal haciendo que me abrazara a mí misma intentando quitar esa sensación de mí. Salté del susto cuando el timbre del microondas sonó alertándome de que mi comida estaba lista.
Sentí la mirada de alguien en mi nuca y miré sobre mi hombro para comprobar que realmente estuviera sola en casa. Suspiré sacudiendo mi cabeza antes de abrir la puerta del microondas para sacar mi plato de comida y hacer un movimiento con mi mano para que una botella de agua apareciera en ella. No estaba muy cómoda en la cocina, así que me iba a refugiar en mi habitación para comer y empezar con mis deberes escolares.
Di una última mirada a toda la planta baja para asegurarme de que estaba completamente sola, y me asombré al observar que todas las ventanas se encontraban cerradas y que era muy difícil que el aire de afuera se filtrara. La corriente de aire que había sentido no podía ser producto de mi imaginación, fue demasiado real para serlo. Fruncí el ceño sin entender nada y subí las escaleras en dirección a mi habitación.
Después de terminar de comer suspiré para acercarme a mi escritorio pues tenía algunas tareas que realizar y debía concentrarme en ellas. Encendí mi laptop y esperé que cargara para abrir el navegador y teclear lo que necesitaba buscar para mi deber de Historia Americana. Mi móvil sonó haciendo que me inclinara sobre el escritorio para leer la pantalla y saber quién me estaba llamando, una sonrisa apareció en mi rostro al ver que era mi amiga. Deslicé el dedo y coloqué el altavoz.
─Hola, Rachel.
─Alana ─dijo entre risas─, tengo que contarte algo.
─Dime ─murmuré e hice clic en un link de un artículo que serviría para mi investigación.
─Josh me invitó a salir ─soltó otra risita. Sabía que estaba emocionada y nerviosa a la vez.
─¿Y qué respondiste?
─¡Qué sí, obvio! ─mordí mi labio para no reír por su respuesta.
─Estoy feliz por ustedes ─y era verdad, estaba feliz por ellos pues ya era hora que Josh la invitara a salir.
─Te llamaba para pedirte un favor ─escuché la súplica en su voz.
─De acuerdo ─susurré.
─Josh y yo tuvimos la magnífica idea de que sea una cita doble ─dijo sarcásticamente.
Me quedé en silencio unos segundos procesando sus palabras antes de morder mi labio inferior intentando contener la gran carcajada que quería salir de mí. Sin embargo, terminé rompiendo en risa. Tenía que ser un mal chiste lo de la cita doble, ¿quién quiere un chaperón en su primera cita? Rachel y Josh por supuesto que no. Seguí riendo hasta que el aire me faltó y una lágrima se derramó lentamente por mi mejilla.
─Si me has hecho reír ─limpié mi rostro.
─No es una broma, Alana ─dijo con la voz rota.
─¿Es en serio lo de la cita doble? ─pregunté sintiéndome un poco mal por reírme a su costilla─. Cuéntame todo desde el inicio porque no entiendo nada.
─Josh me invitó a salir y acepté. Llegué a casa emocionada con la noticia y le conté a mi mamá. Ella me dijo que no me dejaría ir sola con él después de ver las noticias de hoy.
─¿Noticias de hoy?
─Sí. Al parecer la policía encontró los cuerpos de dos jóvenes que estaban desaparecidos. Ambos tenían más o menos nuestra edad.
─Tu madre está preocupada de que te pueda llegar a suceder lo mismo ─supuse.
─Sí ─murmuró resignada─. Me dijo que podía ir siempre y cuando seamos cuatro las personas que fuéramos, que más personas era mejor y la madre de Josh piensa igual.
─Soy tu salvavidas ─murmuré para mí misma.
─Lo siento por pedirte este tipo de cosas ─dijo apenada─, pero eres nuestra amiga y sé que nos ayudará.
─Si acepto ir, ¿quién será mi cita? ─cuestioné.
Sabía que mi madre me daría el permiso para ir a la cita doble sin ningún problema, ella quería que tuviera toda la experiencia de una adolescente normal y eso incluía las citas.
─Josh dijo que le iba a pedir a Peter.
─¿El chico que habla francés como lengua materna? ─pregunté rogando que no fuera él.
─Ese mismo.
─Oh, no ─gemí─. Si voy a ser parte de esto, quiero a alguien que por lo menos hable nuestro mismo idioma. No quiero pasar toda la cita descifrando que me quiere decir.
Peter no era una mala opción para una cita si era sincera conmigo misma. Había sido su compañera de clases el año pasado y era una buena persona. Sin embargo, él era conocido por exponer en francés y cada vez que lo hacía tenía que concentrarme en lo que estaba diciendo para entender algo porque ese idioma no era mi fuerte. Sus padres eran franceses que por cosas del destino se habían mudado a nuestro pueblo hace dos años, y hasta el día de hoy Peter seguía hablando francés como si estuviera en su país natal.
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Editado: 15.05.2021