─Buenos días ─saludé cuando entré a la cocina.
Me había alistado en menos tiempo de lo estimado para poder desayunar en paz y sin contratiempos. Esperaba que mi tía no decidiera hacer acto de presencia porque no me iría sin comer, y más aún cuando mi estómago estaba rugiendo del hambre.
─Buenos días, pequeña ─dijo mi abuela y me acerqué para abrazarla con fuerza.
─Las extrañé ─murmuré. Mi abuela rara vez viajaba.
─Y nosotras a ti, mi niña ─besó mi frente cuando me alejé de ella─. Ahora siéntate para que puedas desayunar.
─Gracias ─sonreí y caminé hacia el comedor.
─Te vestiste en tiempo récord ─dijo mi madre.
─Uh, sí.
Mi abuela colocó un plato lleno de tocino y huevo frito frente a mí. Sonreí en forma de agradecimiento mientras mi madre se sentaba a mi lado para tomar su taza de café.
─Coral me dijo que irás a la secundaria ─dijo mi abuela viéndome fijamente.
─Aja ─tragué lo que tenía en mi boca─. Tengo que entregar un trabajo importante.
Miré mi desayuno y ese era tan buen momento como cualquier otro para pedirle permiso a mi madre para la cita doble. Alcé mi mirada y tomé una fuerte respiración, mordí mi labio inferior pensando en las palabras correctas que debía utilizar. Esperaba que todo saliera bien y que ella no me hiciera demasiadas preguntas. No sabía si era muy buena mintiendo y rogaba que fuera mejor que ella en ese aspecto.
─¿Mami? ─pregunté dulcemente.
─Dime, cariño
─Rachel me pidió que la acompañara a una cita doble.
─¿Una cita doble? ─enarcó una ceja dejando la taza sobre la mesa.
─Sí.
─Explícame, ¿por qué una cita doble?
─Está bien ─mordí un pedazo de tocino y lo tragué antes de hablar─: ¿Se acuerdan de Josh? ─ambas asintieron─. Él ha invitado a Rachel en una cita, pero la mamá de mi amiga le ha dicho que le daba permiso siempre y cuando sea una cita doble. Rachel me pidió que la acompañara y que iba a buscar una cita para mí.
─¿Y quién será tú cita? ─preguntó mi abuela enarcando una ceja mientras tomaba asiento frente a mí.
─Uh, no lo sé ─me encogí de hombros y tomé un sorbo de jugo de naranja─. Rachel no me quiere decir quién es.
─Entonces no vas ─dijo mi madre con un filo de enojo en su voz.
─Pero mamá…
─Si no sabes quién es tú cita, lo mejor es no ir ─me miró fijamente─. Fin de la discusión, Alana.
─Mamá ─gemí haciendo que los platos se elevaran en el aire.
─¡Alana! ─bramó mi madre horrorizad.
Parpadeé mirando a los objetos en el aire. No entendía cómo podía haber sucedido esto cuando solo había gemido una palabra. Ni pensé en magia cuando había hablado. A veces, mi propia magia me asustaba. Tomé una respiración y lentamente bajé los platos.
─¿Cómo hiciste eso, Alana? ─preguntó mi abuela preocupada.
─No lo sé ─murmuré.
Ellas se miraron por unos tortuosos segundos olvidándose de que yo estaba junto a ellas. Suspiré y alejé el plato de mí, el hambre había salido por la ventana. Miré la hora en el microondas y me levanté de un salto, la conversación se había prolongado demasiado. Ubiqué mi mochila en mi espalda ya que tenía que ir a clases.
─Alana ─dijo mi mamá.
─Lo siento ─dije con sinceridad─. No sé qué paso, mami. Nunca antes había hecho algo así.
─No te preocupes ─me abrazó reconfortándome.
─Coral, creo que deberías darle permiso a Alana para su cita ─dijo mi abuela sorprendiéndonos a mi madre y a mí. Esperaba que ella estuviera de parte de su hija, no de la mía.
─Mamá ─gruñó mi madre─, no es lo mejor para ella en este momento.
─Estoy llegando tarde ─musité.
Mi abuela murmuró unas palabras y todo se congeló a nuestro alrededor. Suspiré esperando que todo esto terminara rápido. Mi abuela se tambaleó, y mi madre y yo nos apresuramos a ella para agarrarla antes de que se desmayara y cayera al piso.
─Estoy bien ─murmuró mi nana.
─Te mareaste ─dije.
─Congelar el tiempo siempre consume mucha energía.
─Llevémosla al sofá ─dijo mi madre y asentí en acuerdo.
─Estoy bien ─repitió mi nana de nuevo.
─No lo estas ─fruncí el ceño ayudando a que mi abuela se sentara en el sofá─. Voy por un vaso de agua.
─Colócale una cucharada de azúcar, por favor ─dijo mi mamá.
Asentí. Las calorías de la azúcar harían que mi abuela se sintiera mejor y también ayudaría a que recuperara energía para que pudiera romper el hechizo. Batí con la cuchara la azúcar en el agua para que todo fuera consistente antes de acercarme al sofá. Le pasé el vaso a mi abuela y ella asintió en forma de agradecimiento. Tomó un gran sorbo del líquido dulce.
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Editado: 15.05.2021