Amor Mágico

Capítulo 15

Mi día empeoraba en vez de mejorar. Anatomía fue un borrón de órganos internos que no tenía ni pies ni cabeza para mí. No llegaba a comprender como los doctores podían aprenderse todo lo que había en el cuerpo humano y los fármacos que debían recetar para cada cosa, yo apenas podía recordar los órganos más importantes o aquellos que servirían si quería hacer un hechizo en particular.

«Siempre todo estará relacionado con la magia», pensé. Y era verdad, cada cosa que aprendía en la secundaria o en mi vida en general siempre sería vinculado con mis poderes mágicos. Al final todo se resumía a la magia que poseía.

Me acerqué a la línea de la cafetería con una bandeja en mis manos esperando que fuera mi turno para agarrar un pedazo de pizza junto con una soda. Mi cuerpo necesitaba las calorías.

Sonreí a la cajera, no porque mi día había sido una mierda debía desquitarme con alguien inocente, ella me sonrió de vuelta y le di la tarjeta de crédito que todos los estudiantes poseían para pagar la comida. Era más seguro que llevar dinero en efectivo en los bolsillos.

Agradecí y giré para dirigirme a mi mesa de siempre. Saqué la silla para dejarme caer en ella, estaba cansada y hambrienta. Agarré mi pizza y le di un gran mordisco.

 ─Veo que alguien tiene hambre ─dijo Josh sentándose en su lugar habitual.

 ─Mi día va de mal en peor ─murmuré─, la comida ha sido lo único bueno.

 ─¿Qué paso ahora, Alana? ─preguntó.

 ─¿Qué es lo que no me ha pasado el día de hoy? Esa sería una mejor pregunta.

 ─Hola gente ─dijo Rachel sentándose e interrumpiendo mi conversación con Josh.

 ─Hola tú ─dijo Josh sonriendo hacia ella y olvidándose de que yo existía.

 ─¿Cómo les ha ido? ─preguntó.

 ─Bien, pero ha mejorado ahora que te he visto ─dijo Josh coqueteando con ella.

 ─Uh, gracias ─dijo mi amiga sonrojándose.

Puse mis ojos en blanco. No quería saber nada del amor y me daba un dolor de cabeza al pensar en las complicaciones que había en una relación, tampoco deseaba ver como ellos se comían con los ojos y todavía no estaban dispuestos a hacer algo al respecto. Por lo menos su primera cita sería el viernes, siempre y cuando tuviera el permiso de mi madre, pero como iba mi día, dudaba que la respuesta fuera positiva.

 ─Alana ─dijo Rachel y dirigí mi mirada hacia ella─, ¿hablaste con tu mamá?

 ─Uh, sí ─tartamudeé.

 ─¿Qué te dijo? ─preguntó esperanzada.

 ─Ella dijo… ─suspiré cansada─, que lo iba a pensar y en la tarde me daba su respuesta.

 ─Oh ─su semblante cambió.

 ─Espero que me dé permiso para ir. No le gustó que yo no supiera quién era mi cita.

 ─Uh, eh ─balbuceó Rachel mirando a Josh y desvíe mi mirada hacia él. Pero su comida estaba más interesante que la conversación que teníamos.

 ─¿Sucede algo? ─mascullé.

 ─Hola ─dijo Eliot sin tener idea del ambiente tenso que había en la mesa.

Bajé la cabeza rápidamente y miré mi comida. Rachel y Josh debían estar aliviados de que Eliot se hubiera unido a nosotros cuando lo hizo. Escuché la silla de mi lado siendo arrastrada por el suelo para que un cuerpo se sentara en ella y por el rabillo del ojo observé como él abría el envase plástico donde venía su ensalada fría. Cerré mis ojos y tomé una respiración, su olor característico hizo que todo diera vuelta a mi alrededor.

 ─¿De qué hablaban? ─preguntó Eliot.

 ─Nada ─dijimos los tres al unísono y abrí mis ojos soltando el aire.

 ─Uh, de acuerdo.

 ─¿Cómo ha estado tu día, Eliot? ─preguntó Rachel olvidándose del tema anterior.

 ─Muy bien, gracias por preguntar.

Seguí comiendo mientras mantenía mi mirada en la mesa. Mi respiración se atascó en mi garganta cuando Eliot rozó su codo contra la piel desnuda de mi brazo. En clase de química lo había soportado porque tuvimos que trabajar juntos, pero ahora era totalmente diferente.

Comencé a toser ruidosamente haciendo que todos en la habitación se voltearan a verme. No podía respirar y las lágrimas inundaba mis ojos. Sentía una fuerte opresión en mi garganta pues la comida se había quedado atascada.

 ─Alana, ¿estás bien? ─preguntó Josh y me dieron ganas de darle un puñetazo. Estaba mal y cualquiera podía ver que me estaba faltando el aire.

 ─No está bien, genio ─dijo Rachel molesta─, no está respirando.

 ─Alana, levántate ─dijo Eliot y lo hice automáticamente.

Sentí los brazos de alguien a mi alrededor para que después empezara a empujar mi pecho con sus puños, estaba recibiendo la maniobra Heimlich. La comida salió expulsada junto con un montón de saliva, «¡qué asco!». Tosí por el ardor de mi garganta y alguien me pasó una botella con agua, la aferré llevándola a mi boca. El hambre se había extinguido después de ver mi comida medio masticada medio engullida en mi plato.




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