Amor Mágico

Capítulo 16

Mi día pasó de peor a horrible en cuestión de horas. Después del receso tuve literatura inglesa en donde compartí tiempo con Eliot. Mantuve mi vista en la pizarra hasta cuando tuvimos que intercambiar ideas sobre la tarea que teníamos pendiente. Fue una hora casi normal, si no tomaba en cuenta las miradas de reojo y los miles de mensajes con los que Eliot bombardeó mi móvil cada segundo.

«¿Cómo era posible que ellos pudieran sacar el móvil y mandar mensajes en medio de la clase sin el temor de que les llamen la atención?», preguntó mi mente y yo no tenía idea de cómo lo hacían.

Suspiré y entré a los camerinos. Sabía que mi día iba a empeorar pues era pésima para educación física, y aunque no quise agarrar está materia en particular debía tener los créditos de la misma. En otras palabras, fui obligada a tomar la clase.

Dejé mi mochila en mi butaca y esperé que todas mis compañeras estuvieran vestidas y se dirigieran a la cancha de fútbol para poder cambiarme sin sentir sus ojos en mí. Me quité la ropa para colocarme algo deportivo que fuera lo suficientemente cómodo para correr o lo que sea que tuviera que hacer en esta clase. Me saqué mis habituales Convers para ponerme unas zapatillas de deportes que habían visto días mejores.

Tomé una fuerte respiración, cuadré mis hombros y salí del camerino en dirección a la cancha de fútbol. Había esperado y rogado que tuviéramos la clase en el gimnasio, pero el profesor tenía algo más en mente.

 ─¡Señoritas! ─gritó el entrenador Peters cuando llegué a mi destino─, si en los próximos dos minutos no están en una fila, reprobarán esta materia.

Gemí y no fui la única en hacerlo, la mayoría de mis compañeras no estaban felices de estar en esta clase. Caminé a donde dijo el profesor y miré a mi alrededor, éramos un total de unas veinte chicas. Lo bueno era que si hacía el ridículo sería enfrente de mujeres. «¿O ellas eran peor que los hombres?», quien sabe, tal vez sería igual o peor que tener una clase mixta.

 ─¡Señoritas! ─vociferó el entrenador y todas se apresuraron a ubicarse.

Arrastré mis pies para unirme al resto de chicas. El profesor caminó delante de la fila improvisada, un poco torcida si era sincera, y nos miró de pies a cabeza como si estuviera planeando cual iba a ser la prueba de fuego que teníamos que pasar.

 ─Van a correr diez vueltas a la cancha ─ordenó.

Miré el campo de fútbol, el cual era tan grande que a mitad de la primera vuelta estaría jadeando y lista para morir. Algunas chicas empezaron a protestar haciendo que el profesor les añadiera unas cuantas vueltas más al total que tenían que realizar. Era mejor tener la boca cerrada que dar una opinión y tener que dar más vuelta en esta tortura llamada educación física.

 ─Las diez primeras chicas que lleguen dentro del tiempo establecido serán preseleccionadas para ser parte del equipo de atletismo ─miró su cronómetro─, las demás seguirán viéndome como su profesor de educación física. A correr, ¡ahora!

Comencé a correr y estaba segura de que todas nos veíamos como una manada de leones detrás de un objetivo. Había leído en Internet que para no cansarse tanto se debía tomar una respiración cuando el pie izquierdo tocara el suelo y justamente haría eso.

Cuando llegué a mitad de las vueltas, mis músculos ardían por el esfuerzo y no me encontraba entre las primeras pero tampoco entre las últimas, en el medio era un buen lugar para estar y me iba a quedar ahí. Miré detrás de mí para ver a muchas de mis compañeras sin aire, apenas soportando el ejercicio que estábamos realizando.

Rebasé a dos compañeras y me vieron con envidia pues no me encontraba sudando como ellas lo estaban haciendo. Seguí corriendo hasta completar las diez vueltas exigidas. Me detuve inclinándome hacia adelante y colocando mis manos sobre mis rodillas para imitar lo que el resto de las chicas hacían. Jadeé ruidosamente y tomé bocanadas grandes de aire cuando realmente no me hacía falta ya que me sentía bien. No estaba exhausta como debería estarlo al correr por demasiado tiempo.

 ─¡Johnson! ─gritó el profesor y alcé mi cabeza para verlo. «Debía empezar a dejar de gritar o a alguien se quedaría sordo».

 ─¿Si? ─me erguí y caminé a donde él se encontraba con un grupo de alumnas.

 ─Ustedes diez han sido las más rápidas del día de hoy ─«¡¿Qué?!», gritó mi mente─. El día de mañana empiezan las pruebas para el equipo de atletismo después de clases.

Las otras chicas del grupo tenían pequeñas sonrisas de superioridad en sus rostros. Creo que era la única que en vez de estar feliz me encontraba como un ciervo frente a los faros de un vehículo totalmente asustada. No era posible que estuviera entre las diez mejores, estaba segura que era la onceava o la doceava.

 ─Las demás diez vueltas más y ustedes diez pueden irse ─dijo el entrenador.

Mis compañeras saltaron de la felicidad y corrieron a los camerinos a cambiarse de ropa. Tener unos minutos libres antes de la siguiente clase hacía que cualquiera se emocionara y más aún cuando estabas cansada del día que habías tenido o tenías una materia tan tediosa después de educación física, cualquiera fuera el caso.




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