Amor Mágico

Capítulo 25

Ella frunció el ceño acercándose lentamente al lugar donde se vería con su pasado. No quería estar ahí, pero por el bien y la protección de quien más amaba lo tenía que a hacer. Él apareció a la vista y el aire abandonó los pulmones de la mujer, después de tantos años él todavía podía dejarla sin aire y con las piernas temblando. No quería imaginar cómo se volvería si la llegara a tocar.

Con paso decidido ser acercó al árbol, era el mismo donde se habían conocido cuando eran pequeños, y donde todos los buenos y malos recuerdos se había suscitado entre ellos. Ella se paró frente a él y le frunció más el ceño.

 ─Cala me dijo que querías verme ─cruzó sus brazos sobre su pecho─, aquí estoy. Habla.

 ─Siempre directa al grano, bebé ─dijo él soltando una carcajada.

 ─No tengo todo tu tiempo, Vernon ─gruñó.

 ─Bebé, siempre tuviste tiempo para mí ─alargó la mano para tocarla pero ella se alejó.

 ─Eso era antes ─dijo con ira─. Empieza a hablar o me iré ─giró lista para huir de ese lugar.

 ─Quiero verla ─murmuró él dolido.

Ella se congeló en su lugar pues tenía la pequeña y remota esperanza que esa reunión fuera para hablar de otra cosa, no de quien los unía para siempre. Ella lo encaró y lo apuntó con el dedo, todo lo que había sucedido era la culpa de él, cada decisión que ella había tomado después de ese fatídico día era culpa de la persona que tenía delante.

 ─Nunca la verás ─ladró─. Tú sólito decidiste que así fuera.

 ─Tengo derecho de verla, Coral.

 ─No lo tienes, ella no es tuya, Vernon. Nunca lo ha sido y nunca lo será.

 ─¡Lleva mi sangre! ─vociferó.

 ─Si por mi fuera, no llevaría nada tuyo.

Eso fue peor que darle una cachetada y ella lo sabía demasiado bien. Él arremetió contra ella y la agarró por los brazos. Sus ojos verdes azulados se convirtieron en amarillos rojizos y la magia exudaba por cada poro de su cuerpo. Él se encontraba más allá del enojo y ella sabía de lo que el hombre era capaz de hacer cuando se ponía de esa manera, así que decidió quedarse quieta. Si hacía cualquier movimiento para defenderse iba a ser peor, a él no le daba miedo lastimarla en medio de un parque infantil y mucho menos lastimar a la única persona que sabía dónde estaba lo que él más deseaba conocer.

 ─¿Dónde está, Coral? ─gruñó.

 ─No te lo diré, Vernon ─murmuró ella.

 ─Dime ─la sacudió─, ¿dónde diablos está?

 ─Por mí nunca sabrás nada de ella.

Sus fosas nasales se dilataron como un animal siendo puesto a prueba y ella alzó su barbilla con terquedad. Él podía lastimarla y torturarla, pero jamás en su vida diría donde se encontraba lo único que los unía. Él la soltó haciendo que ella se tambaleara.

El hombre la miró detenidamente, el tiempo había sido muy bueno con ella, apenas tenía arrugas en los ojos de tanto sonreír. La sonrisa de ella siempre lo había hecho derretir, era como si su mundo se saliera de eje cuando esa sonrisa estaba dirigida a él, fue lo primero que se había fijado cuando la conoció.

Por su parte, él había envejecido más o menos bien, tenía muchas arrugas en la boca y en la frente. Su composición muscular seguía igual. Ella conocía por muy buena fuente que él no era feliz y le daba tristeza, pero él había cavado su propia tumba cuando decidió romperle el corazón e irse sin mirar atrás.

 ─Te puedo lanzar un hechizo de la verdad para que hables ─amenazó.

 ─Eso de nuevo ─ella rodó los ojos haciéndola ver más joven─. Tú y yo sabemos que eso nunca sirvió en mí.

Ambos sabían que Agatha había hecho a su hija inmune a ciertos hechizos, ella ahora también protegía de la misma manera a alguien especial para los tres. Él bufó pasando sus manos por su rostro, sabía que ella nunca hablaría, pero aún así lo intentó.

 ─Ella cumplirá quince en una semana ─murmuró.

 ─Sí.

 ─Pronto tendrá que elegir ─dijo él dejando caer sus manos y mirándola─, ella elegirá mi lado.

 ─Eso sobre mi cadáver ─amenazó.

 ─¿Segura Coral que quieres que sea sobre tu cadáver? ─dijo dulcemente.

 ─Me conoces, Vernon. No digo las cosas si no estoy segura de las consecuencias.

Ella alzó su mano para alejar el cabello de su rostro y un tatuaje llamó la atención de él. Sin pensarlo, él agarró ese antebrazo en sus manos y pasó sus dedos por cada contorno. Estaba bien hecho y no se sorprendió, ella siempre había querido uno.

 ─Lo hiciste ─murmuró.

 ─Sí ─ella intentó zafarse.

 ─¿Es por mí? ─él se refería a la rosa que le había dado la primera vez que salieron en una cita.

 ─No ─ella resopló─, es por aquellas personas y cosas que se ven bonitas por fuera, pero por dentro son una mierda.




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