Amor Mágico

Capítulo 37

Me desperté exaltada y agitada, y con mil pensamientos corriendo por mi mente, apenas podía concentrarme en uno antes de que saltara a otro. Ahora todo tenía sentido, cada sueño no era una ilusión o un juego de mi mente, era un recuerdo de mi madre. «¿Cómo era que lo podía ver en mi mente?», no tenía idea.

Ahora sabía que mi padre se llamaba Vernon y que tal vez tenía medios hermanos, no estaba segura de esa información. No podía conectar los demás sueños con este ya que mi cabeza era un enjambre de pensamientos que me tenían confundida.

Una lágrima rodó por mi mejilla, él nunca me había querido, nunca quiso que naciera hasta el punto de pedirle a mi mamá que se deshiciera de mí. «¿Cómo él pudo exigir eso? ¿No sé daba cuenta de que yo era un ser inocente?». Tenía la necesidad de salir corriendo ya que el dolor era demasiado intenso y mi corazón se rompió en miles de pedazos.

Intenté erguirme en una posición sentada, pero había algún tipo de peso en mi pecho que me imposibilitaba hacerlo. Eliot me tenía anclada a la cama y no me dejaba huir. Un pequeño sollozo salió de mí y apreté mis labios para no hacer ruidos pues no quería que él se despertara. Giré mi cabeza hacia él para observarlo por unos segundos, su brazo estaba sobre mi caja torácica como si no quisiera que me alejara y sus labios estaban entre abiertos.

Agarré su brazo para alzarlo lentamente y poder salir de la cama sin despertarlo. Me erguí lo mejor que pude y bajé su brazo antes de caminar hacia el baño pues no quería que me viera en ese estado. Abrí la puerta e ingresé a la habitación y encendí la luz.

Deambulé hacia el lavabo, alcé mi cabeza y me miré en el espejo, el reflejo que me saludaba era el que yo esperaba ver. Me sentía tan mal que mi semblante era pálido con bolsas debajo de mis ojos y lágrimas agrupadas que nunca se iban a derramar. Me agarré del mesón de granito mientras mi cuerpo se derrumbaba, dejé caer mi cabeza hacia delante y tomé una fuerte respiración pero nada de lo que hiciera calmaría el dolor que estaba sintiendo mi corazón. Llevé mis piernas hacia mi pecho y las abracé con fuerza mientras me balanceaba lánguidamente.

El mundo que había conocido toda mi vida se estaba cayendo a mi alrededor. Las mentiras solo dejaban una herida abierta en mi ser y dolía más que la navaja que había tocado la piel de Eliot y la mía por asociación.

Escuché la puerta abrirse pero mantuve mi posición esperando que Eliot me dejara sola. Sin embargo, él no era el tipo de persona que dejaría una chica sola en el estado en el que yo me encontraba.

 ─Alana Bee ─murmuró arrastrándome a su cuerpo.

 ─Eliot ─balbuceé.

Enterré mi cabeza en su cuello y envolví mis brazos a su alrededor, él acarició mi cabello con ternura mientras decía palabras dulces en mi oído intentando calmarme. No sabía si algún día estaría mejor con todo lo sucedido.

 ─¿Qué tienes, nena? ─preguntó Eliot después de unos minutos abrazados en silencio.

 ─Mi padre nunca me quiso ─murmuré.

 ─¿Por qué dices eso, Alana? ─se alejó de mí para verme a los ojos.

 ─Porque lo vi.

 ─¿Lo viste? ─asentí─. ¿Cuándo?

 ─Anoche.

 ─¿Anoche? No entiendo.

 ─Últimamente he estado teniendo sueños raros y anoche todo tuvo sentido, eran recuerdos de mi madre donde ella se reunía con mi padre.

 ─¿Cómo puedes tener sueños de los recuerdos de tu madre? ─enarcó una ceja.

 ─No lo sé ─me encogí de hombros─. Solo sé que mi padre nunca me ha querido y le pidió que me abortara.

 ─¿Estás segura de eso?

 ─Sí. Solo quería conocerlo, pero él nunca me quiso.

 ─Alana ─besó mi frente─, tu padre no se merece una hija como tú.

 ─Lo sé.

 ─Nena ─alzó mi cabeza para que lo mirara a los ojos─, el dolor pasará más temprano que tarde. Estoy aquí para ti.

Él unió nuestras frentes para darnos fuerzas y seguridad mutuamente. Sabía que el dolor pasaría en algún momento y esperaba que fuera lo más pronto posible, no quería seguir sintiéndome de esa manera, tan rota y hueca.

 ─Apestas ─murmuré.

 ─Tú también.

 ─Deberíamos bañarnos y sacarnos el olor a sangre de nuestros cuerpos.

 ─Me encantaría bañarme contigo ─dijo con una sonrisa pícara en su rostro.

 ─Y…yo… ─balbuceé sin saber que decir.

 ─Es una broma, Alana ─dijo alejando el cabello de mi rostro─. Puedes bañarte y esperaré estar en mi casa para hacerlo.

 ─Yo… ─suspiré─, gracias.

 ─De nada, hermosa ─sonrió─. Iré a la otra habitación a esperar a que estés lista.

Eliot me ayudó a erguirme y colocó un beso en mi frente antes de dirigirse a la otra habitación. Suspiré caminando a la puerta para colocarle el seguro. Me saqué la ropa de mi cuerpo para andar a la ducha y abrir la llave para que el agua me abrigara. Restregué mi hombro y esperé sentir alguna marca de la herida, pero todo estaba liso como si nada hubiera sucedido. La magia hacia maravillas en un cuerpo herido, excepto en un corazón roto.




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