Amor Mágico

Capítulo 38

Mi cuerpo tembló en los brazos de Eliot antes de sacar mi cabeza de su pecho y mirar sobre su hombro. Mis ojos se abrieron en demasía al ver quien era la intrusa. Ella era hermosa, tenía tez blanca como la porcelana y una nariz bien afilada, sus labios formaban una sonrisa socarrona mientras enarcaba una ceja, su cabello estaba suelto. Sus ojos eran ¿cafés?, fruncí el ceño, eso no era posible. Las brujas no teníamos los ojos de ese color.

 ─Tus ojos son cafés ─dije.

 ─Ah, eso ─hizo un ademán con la mano.

 ─Cala, ¿qué haces aquí? ─preguntó mi madre.

Me giré para mirar a mi progenitora y ella estaba enojada. Agarré la mano de Eliot para colocarnos a un lado y poder ver a ambas. Mi abuela estaba frente a nosotros mirando el intercambio entre su hija y la intrusa. Eliot colocó un brazo sobre mis hombros y me acercó a su cuerpo queriéndome proteger de cualquier guerra que podía desarrollarse frente a nosotros.

 ─¿Te sirve que diga que estaba por los alrededores?

 ─No me sirve ─dijo mi madre apretando la mandíbula─. ¿Qué haces aquí, Cala?

 ─¿Tú eres Cala? ─pregunté cuando el nombre hizo clic en mi cabeza.

 ─La misma que viste y calza ─sonrió con todos sus dientes.

 ─¿Sabes de ella? ─preguntó mi madre.

 ─De mi sueño, mamá ─murmuré─. Hablaron de la hermana de mi padre, ella se llamaba Cala.

En ese momento entendí que a quien estaba viendo era a mi tía. Estaba sorprendida ya que no esperaba conocer a ningún pariente paterno.

 ─Entonces, no hace falta que me presente ─dijo ella antes de mirar a Eliot─, aunque a ti no te conozco.

 ─¿Qué haces aquí, Cala? ─gruñó mi madre de nuevo.

 ─Alma compartida ─dijo Cala sin responder la pregunta de mi madre─. Pensé que solo eran mitos.

 ─¡Cala! ─gritó mi madre desesperada.

 ─¿Qué? ─preguntó ella parpadeando inocentemente.

 ─Mejor es que nos sentemos a conversar esto como personas civilizadas ─dijo mi abuela.

Eliot entrelazó nuestros dedos para ir juntos al sofá de dos plazas, en el cual nos sentamos a esperar que los demás se sentaran. Mi madre se dejó caer a mi lado mientras que Cala se sentaba frente a mí y sonreía como si tuviera todos los secretos del mundo bajo su poder.        

 ─Agatha ─dijo Cala a mi abuela─, ¿será que tienes esa rica limonada que solo tú puedes hacer?

 ─No hay, pero tengo café ─dijo mi abuela.

 ─El café suena perfecto ─sonrió.

Mi madre agarró mi mano con tanta fuerza que estaba segura de que me dejaría sin circulación, giré mi cabeza para decirle que aflojara su agarre pero ella estaba más ocupada matando a Cala con la mirada. Mi abuela trajo una taza de café para mi tía.

 ─Llevo días sin tomar café ─sopló el líquido negro antes de beberlo.

 ─Cala ─dijo mi madre.

 ─Alana ─dijo Cala─, huelo magia en él.

 ─Uh, sí ─asentí incómoda.

 ─Almas entrelazadas y todo lo de más ─dejó la taza en la mesita de café.

 ─Sí ─murmuré.

 ─¿Reconoces mi voz? ─enarcó una ceja.

 ─Sí, tu voz la he escuchado en mi cabeza ─hice una pausa─. ¿Por qué hiciste todas esas cosas?

 ─¿Qué cosas? ─preguntó mi abuela sentándose en el sofá individual cerca de la ventana.

 ─Cuando estuvieron de viaje empecé a escuchar una voz en los momentos menos pensados y un libro de magia salió volando de la estantería.

 ─¿Por qué no nos dijiste antes, Alana? ─preguntó mi mamá.

 ─No lo sé ─me encogí de hombros─. Pensé que era algo pasajero.

 ─¿Por qué lo hiciste, Cala? ─preguntó mi nana─. Habíamos hecho un trato de que Alana no se enteraría de la especialización hasta que estuviéramos seguras de que él no iba a interferir con ese proceso natural.

 ─Lo sé ─bufó─, pero era momento de que supiera. Ustedes siempre han querido mantenerla en la oscuridad y ella no es tonta.

 ─Era nuestra decisión cuando decirle ciertas cosas ─dijo mi madre.

 ─Ella es inteligente, Coral ─dijo Cala─, iba a entender lo que estaba sucediendo.

 ─Ella está aquí ─dije y todas me vieron─. Por favor, dejen de hablar como si no estuviera sentada a su lado.

 ─Lo siento, cariño ─dijo mi madre apenada─. La costumbre.

 ─Yo no tengo la costumbre ─dijo Cala.

 ─¿Solo lo hiciste por qué querías que supiera la verdad? ─pregunté.

 ─Sí.

 ─Tu método no fue el mejor ─dije─. Me llevé sustos de muerte gracias a ti.




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