Amor Mágico

Capítulo 46

Dos semanas y cuatro días después

Resoplé mirando el libro de hechizos abierto frente a mí, por lo menos seguía despierta y no como mi abuela que se quedó dormida sentada mientras vigilaba que Eliot y yo estudiáramos.

Eliot y yo acordamos que lo mejor era estar en casa después de haber tenido otra crisis de magia, en la cual él se desmayó en plena clase y mi madre tuvo que ir a recogerlo utilizando una ilusión para que no la reconocieran.

Estar en casa tantos días con un montón de libros a tu alrededor no era nada divertido y mucho menos cuando el reloj hacía tic tac recordándote que el tiempo pasaba, y que cada vez estabas más cerca para la hora cero.

 ─¿Está dormida? ─susurró Eliot en mi oído.

 ─Que no te escuche o se levantara ─murmuré.

Mi madre había salido de viaje junto a Cala, cada segundo que pasaba hacia que mi padre se acercara más a donde realmente me encontraba y ellas tenían que viajar por horas solo para despistarlo por unos días. Me sentía culpable por cada viaje que realizaban para protegerme.

Miré a Eliot y sonreí al recordar todas las reglas que habíamos roto en los últimos días. Cuando las pesadillas llegaron a mí, Eliot fue el único que las pudo mantener a raya pues dormir junto a él hacía que mi corazón se calmara y pudiera dormir sin ningún problema. Sin embargo, había noches que no podía dormir ya que me quedaba despierta imaginando como hubiera podido vencer al hombre de ojos amarillos sin matarlo, pero no hubo otra forma. Era él o mi familia, y mi familia estaba por encima de todos.

Eliot y yo progresamos mucho en nuestro manejo de magia, ahora él era un experto en mover cosas y hacerlas desaparecer, aunque extrañaría sus inicios ya que él no era nato en todo esto y los errores que cometía eran hilarantes, me hacían reír tanto que me dejaba con dolor de estómago. Cala fue una excelente maestra, ella sabía mejor que nadie por lo que estaba pasando Eliot y era de gran ayuda.

Hice un ademán para que la hora se proyectara frente a mí, apenas eran las nueve y media de la noche, todavía tenía tiempo para alistarme. Mi abuela había estado corriendo con los preparativos de mi gran noche, comida para la familia, que solo éramos los cuatro, y muchas velas en toda la casa, las luces estarían apagadas y las velas serían encendidas en el momento que sonaran las doce campanadas.

No tenía idea de qué hora llegaría la persona del consejo, la testigo de que todo se desarrollara de manera correcta. Mi madre le había dicho a Eliot que tenía que esconderse, aunque yo lo quería junto a mí, pero no deseábamos que la señora del consejo se diera cuenta de nuestra peculiar situación y empezara con las mil y un preguntas.

Eliot no estaba muy feliz por la decisión pero la aceptó a regañadientes, él no quería que yo fuera interrogada por algo que solo nos concernía a los dos.

 ─¿Hay que despertarla? ─preguntó Eliot.

 ─Uh, creo que sí.

Eliot se inclinó hacia mí para besar mi frente. Para ambos era un poco difícil contener nuestras demostraciones de afecto frente a mi familia pues no queríamos meternos en problemas o hacer que los demás se sintieran incómodos, aunque Cala no se incomodaba con nada, era como si todos estuviéramos para su diversión personal. Mi tía era única y le encantaba sacar de quicio a mi mamá. Si fuera por mi progenitora ya hubiera echado de la casa a mi tía, pero Cala era un recurso necesario para mí, pero principalmente para Eliot.

Cala nos avisaba del paradero de mi padre. Realmente no entendí como lo hacía hasta que me explicó que cuando mi papá era un bebé ella había realizado un conjuro para saber dónde él siempre estaba. En ese momento fue un juego para ella pero ahora era de mucha ayuda.

Eliot se levantó de su silla y rodeó la mesa para levantar a mi nana, la sacudió por el hombro y ella abrió los ojos, le frunció el ceño a mi novio y él chasqueó los dedos haciendo que la hora apareciera en el aire, era un truco que había aprendido gracias a Cala.

 ─Todavía tengo cosas que hacer ─dijo mi abuela irguiéndose─. Debes arreglarte, Alana.

 ─Lo sé, nana ─cerré el libro─. Estaba por terminar con mi estudio.

 ─Eliot, me ayudas con la cena ─ordenó mi abuela.

 ─Por supuesto, Agatha ─sonrió.

 ─He dejado la túnica en tu cama, pequeña.

 ─Gracias ─murmuré.

Me levanté y concentré mi mirada en el libro para que se moviera solo en el aire y fuera a su lugar designado. Crucé mis brazos sobre mi pecho para desaparecer hacia mi habitación. Mi magia necesitaba ser ocupada de vez en cuando para contrarrestar los efectos secundarios de la evolución de la misma.

Suspiré mirando la túnica blanca con bordados dorados de cada símbolo de magia que había en ella. Tenía un conjuro de magia sobre ella para que me protegiera de cualquier mal mientras mi corazón estuviera eligiendo su especialización.

 ─Es como una graduación adelantada ─había dicho mi madre días atrás.




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